Ir al contenido principal

Villa Española: orgullo de barrio, historia de lucha y laburantes de un club donde los jugadores cantan el himno del cuadro

Ivo Allende, jugador del club, pintando el escudo del cuadro en el vestuario



La chimenea y el pitido de la fábrica que hacía apurar el paso rumbo a la escuela. Las pelotas de goma de cada 6 de enero. Los zapatos Incalcuer que la vieja compraba un número más grande para que duraran dos años. Cantinas y comedores. El humo y el aroma de los chorizos invadiendo cada casa de la zona. Tres mil obreros ganando la calle a la hora del almuerzo.

Allá, al fondo de Corrales, en aquel barrio cubierto por las flores de mil colores, enclavada en un refugio de amistad, la cancha del Villa.

El cuadro y su barrio fueron de la mano hasta que las máquinas de la modernidad se llevaron por delante el viejo Parque Sáenz devenido en Parque España.

El dolor invadió. Fue un golpe al alma. Al corazón del barrio. El orgullo fue herido. Pero jamás murió.

El Villa se levantó. Una mañana de domingo de 2013, como por arte de magia, en un barrio ajeno, dos mil personas aparecieron en una cancha para ver un partido contra Mar de Fondo.

Los que estaban ahí se miraron. Algo estaba mal. No entendían aquel mensaje de la gente con el cuadro en la C.

El desahogo llegó después. A modo de canto de guerra. Como la tribu que se levanta en armas. En los vestuarios. Con lágrimas en los ojos.

“Villa Española con alma y vida, yo te dedico esta canción, para que escuches sus armonías, y se te alegre el corazón”. ¡Fue el resurgir!

Villa Española. Orgullo y sentimiento.

Villa Española. Historia de lucha y laburantes.

Villa Española. Como dice la canción: “ese es mi barrio, que lindo que lo veo, flor de Montevideo, orgullo nacional”.

 

El Villa y la Funsa



Cuenta la historia que el barrio nació obrero. Desde sus primeros pasos. Con la primera fábrica y matadero de porcinos de los Cristiani.

Y luego con la Funsa (Fábrica Uruguaya de Neumáticos Sociedad Anónima), donde fabricaban todo tipo de productos relacionados con gomas como neumáticos, botas, championes, entre otras cosas.

Un monstruo que llegó a tener cerca de tres mil obreros que le daban vida a la Avenida Corrales rodeada de cantinas y comedores para albergar a los obreros.

La chimenea de Funsa pasó a ser el ícono del barrio. Sus pitidos eran el reloj de aquellos tiempos. “Los tengo presentes. Yo caminando rumbo a la escuela de túnica blanca y a las ocho menos cinco, cuando sonaba el pito, apuraba el paso para entrar en hora a la escuela”, narró el dirigente Horacio Hermida a Que la cuenten como quieran.

Los campeonatos de fútbol interno en la fábrica era un clásico. Y fue allí que se generó una simbiosis entre la Funsa y el Villa. A modo de ejemplo, la empresa descontaba a los empleados el dinero de la cuota social de Villa Española. Pero la prueba más contundente es la cantidad de obreros de la fábrica que jugaron en el cuadro del barrio.

De la fábrica de neumáticos desembarcaron el Zurdo Miguel Zarate, que se transformó en el inigualable goleador del Villa. El Bocha Julio Tzitzios, el histórico Rubén Marta, el Negro Garay, Pirincho Pérez que era carpintero en la Funsa, Julio Rosa, que cayó preso por militar en el MLN y cuando se desataron las ocupaciones cocinaba para todo todos.

En aquellas revueltas, en las huelgas, ocupaciones y descalabros, el barrio dijo presente. Una especie de devolución para los obreros que todos los 6 de enero, con la goma que sobraba de las bolsas de agua caliente, hacían pelotas de todos los tamaños para regalar a los niños de la zona.

La cancha de Villa Española fue bautizada con el nombre de Pedro Sáenz, que era uno de los directores de Funsa.

Pero mire como son las cosas. Cuando se generaron los enfrentamientos entre los obreros y la patronal, el barrio se volcó de lleno con los trabajadores. Villa Española no estuvo ajeno. Ayudó y colaboró con sus ollas populares ya que la mayoría de los vecinos trabajaba o tenía familiares trabajando en la fábrica.

“Cuando nos enteramos que el señor Sáenz castigaba a los trabajadores, sacamos el cartel con su nombre de la cancha y pasó a llamarse Plaza España”, reveló Víctor Baby Gómez, un histórico del Villa de 75 años, al que le corre sangre roja y amarilla por las venas.

 

Dolor de pertenencia



La mayor parte de su historia el Villa la escribió a sangre, sudor y lágrima. Bien de abajo. En la divisional C. El club, que desde sus inicios fue de la mano con el boxeo, estaba identificado en la épica de aquellos años con un mensaje barriobajero y de malevaje.

La cancha estaba apretada. Entre la línea y el muro pasaba una sola persona. Los vestuarios no eran adecuados, eran de chapa. Las tribunas eran un intento de tribuna. “Pero para nosotros era el lugar de pertenencia. Tengo la imagen presente de estar jugando en el campito y a la una y media pasaba uno y decía: ‘juega el Villa’, y allá salíamos corriendo a ver al Villa. El domingo para nosotros era el Villa jugando ahí, en la C. Era parte de nuestro folcklore...”, contó el directivo Hermida.

Con el paso de los años los dirigentes intentaron llevar la capacidad de la cancha a 8.000 personas. Pero no daba el lugar.

Unos pocos visionarios, como Fernando Casartelli, olfatearon lo que se venía. La ampliación de la Avenida José Pedro Varela le comería la cancha al Villa. Y lo tan temido ocurrió.

“Por supuesto que estaba el día que llegaron las máquinas a tirar todo abajo. Sacaron todo el cerramiento, aquellas lozas de hormigón. Se sintieron muchas cosas. Emociones, cosas ganadas, perdidas, bajadas, ascensos en aquella cancha que la queríamos a pesar de las condiciones”, expresó Baby Gómez a Que la cuenten como quieran rememorando aquel momento de dolor.

“Pahhh, perder la cancha…”, comenzó diciendo Hermida y metió una pausa en la narración. “Nosotros por ser uruguayos nos aferramos a las cosas y a medida que pasa el tiempo las vas idealizando. Aquello fue duro”.

 

La búsqueda



No fue sencilla la vida para el Villa. La pérdida de la cancha fue un golpe duro de digerir. Pero lejos de quedarse de brazos cruzados y apelando a un compromiso que le hicieron firmar al Intendente de entonces, Tabaré Vázquez, se inició la búsqueda del terreno para la nueva cancha.

Ademir Freitas, el popular Tapera, Baby Gómez y Fernando Casartelli se pusieron el cuadro al hombro y empezaron a insistir en la comuna en procura del terreno.

La primera tierra que les ofrecieron fue donde está Maracaná, el actual estadio de Cerrito. La rechazaron por estar lejos del barrio. Otro terreno ofrecido fue en Colman y Caminó Forté. Tampoco se aceptó.

“Recuerdo bien que no teníamos cancha y nos cedieron el Charrúa y un día Eugenio Figueredo nos llamó porque había mucha competencia por el Charrúa y quería meter a Huracán Buceo. Fuimos a hablar con Tabaré que nos dijo que mientras el cuadro no tuviera cancha seguiríamos jugando en el Charrúa. Y así se cumplió”, rememoró Baby Gómez.

Hasta que la comuna capitalina otorgó al club el actual terreno donde levantó el estadio Obdulio Varela, en el Parque Guaraní.

Pero la felicidad no fue total. En lo deportivo el cuadro tuvo idas y vueltas.

En 1998 el Villa inició las obras de su nuevo escenario, pero, en las oficinas de la AUF, votaron que no podía jugar por no tener cancha. “Fue al único equipo que bajaron de categoría por ese motivo”, dijo Baby con dolor.

Finalmente en el año 2003, con el cuadro en Primera, se inauguró el Obdulio Varela, nombre que propuso el popular Canario Luna en una asamblea.

Foto twitter Villa Española


El día previo al primer partido, contra Danubio, llovió como nunca. Pero la cancha aguantó. El juego terminó 3 a 3. Pero esa temporada el Villa terminó perdiendo la categoría. En 2005 y 2006 no se compitió por las deudas.

Y en 2007 el cuadro resurgió nuevamente. A pulmón, como lo marca su historia. El equipo jugó el Apertura. Pero, de cara al segundo torneo de la temporada, ocurrió un hecho inesperado. Una promesa impaga, de 50 mil dólares de premio al plantel que logró el retorno a Primera, terminó haciendo bajar nuevamente al Villa.

En 2008 el club dejó de competir. Fueron cinco años de oscuridad.

 

Cantemos el himno



Corría el año 2013 cuando una nueva camada de dirigentes decidió retomar la aventura de competir en el profesionalismo. Para ello recurrieron a jugadores consustanciados con la causa, referentes, que vivían en el barrio.

Lentamente se empezó a bajar un mensaje que los tiempos habían cambiado. A modo de ejemplo el equipo entraba a la cancha y se entregaba una baldosa chiquita con los escudos de los dos clubes que jugarían. “No jugamos contra nadie, jugamos con, ese fue el mensaje. Y los hinchas lo captaron rápidamente”, contó Hermida.

Pero, como parte de la identidad, quedaba un detalle más. La semana previa al primer partido Santiago Bigote Silva comenzó a hablar con sus compañeros, según narró a Que la cuenten como quieran.

“Desde niño tengo el recuerdo de ir a la cancha y escuchar siempre cantar el himno del Villa. Fue como un grito de guerra del club, es un himno pegadizo”, expresó Bigote.



El delantero, un símbolo en la institución, reunió a sus compañeros de entonces en el vestuario y trasladó la idea: ‘muchachos, si ganamos, cantemos el himno’.

El Villa ganó. Fue un estallido. El camarín explotó con el viejo grito de guerra.

“Barrio querido barrio de mis amores,

con tus fulgores de gracia celestial,

donde no existen las penas ni dolores,

rincón de España que abraza al Uruguay.

Barrio querido cubierto por las flores,

de mil colores refugio de amistad,

ese es mi barrio que lindo que lo veo,

flor de Montevideo, orgullo nacional.

Villa Española, con alma y vida

yo te dedico esta canción

para que escuches, sus armonías

y se te alegre el corazón…”.

La canción se hizo carne en todos. Los jugadores del primer equipo, los juveniles, los dirigentes, los funcionarios, los hinchas.

Cobró tal magnitud el canto del himno çque los jugadores decidieron pintar la letra en el vestuario para que todos la aprendieran.

“Desde ese día yo lo intentó trasladar a todos los jugadores que vienen al club. Que se aprendan el himno. Es importante que los jugadores lo sepan y lo inculco todo el tiempo porque una de las bases del sentido de pertenencia es saber el himno del club”, expresó con orgullo Bigote en la charla con Que la cuenten como quieran.

 

El enigma del himno

Bigote Silva y Emiliano Albín (Foto twitter Villa Española/


Lo curioso del caso es que en el club existe un gran enigma con relación al himno. Se desconoce su surgimiento y quién lo canta.

“No se sabe quien escribió el himno. Y queremos saber de dónde salió. Es un enigma, es cierto”, contó Baby Gómez, un luchador de la causa del Villa.

Y agregó: “Siempre se cantó el himno en el vestuario, es eterno, pero ahora lo cantan todos los jugadores”.

El presidente Miguel Romero, manifestó a Que la cuenten como quieren: “He tratado de investigar la historia de ese himno, aparece como anónimo y el Villa se ha aquerenciado de ese canto y lo cantan los jugadores desde Séptima a Primera después de ganar cada partido. Y es increíble, pero los gurises de juveniles, después que termina su jornada de entrenamiento, se despiden cantando el himno”.

Romero explicó que “ese canto cuando se gana es un gran desahogo en todos y me parece muy loco que jugadores recientemente incorporados se sumen a ese desahogo. Es tremendo ver a un Emiliano Albín cantando como loco cuando es una persona recién llegada al club y lo canta con un sentimiento bárbaro”.

Horacio Hermida aportó que: “No pudimos rastrear el origen y quién escribió la letra. La música es el paso doble de los gallegos pero nunca tuvimos un rastro cierto sobre el autor”.

 

¿Qué es ser del Villa?



La pasión por los colores es difícil de explicar. No hay reglas, no hay normas. Es amor. Puro.

Hermida no duda en señalar que: “El Villa es mi barrio. El lugar donde viví toda la vida, un lugar de pertenencia tremendo. Lloré por el Villa. Fue cuando ascendimos con Líber Vespa como técnico en la C. No me olvido más porque la primera reunión con Líber fue en un club sin luz. ¡No teníamos luz!”.

Bigote López, el símbolo de los nuevos tiempos, comparte el mismo sentimiento. “Es raro decir lo que significa el Villa. Es mi casa, mi lugar en el mundo, mi militancia, mi forma de vivir, mi cultura, el Villa es como todo eso. Yo soy parte del Villa como el Villa es parte de mí. Nos enamoramos. El Villa es una forma de vivir”.

A los 75 años Baby Gómez no oculta los sentimientos. Hablar del cuadro lo lleva a su pasado. La escuela. La Funsa. La chimenea. La cancha de Corrales. El club. Las calles y la esquina. “Amo Villa Española, amo a la gente. Yo no tengo otro cuadro. Soy del Villa”, dice y hace una pausa.

Baby se emociona cuando habla del Villa. Lo deja traslucir en la charla. Por un instante desfilan las imágenes por su mente. Recuerdos imborrables. “A mí me llevaba mi padre a ver al Villa y hoy voy con mis nietos…”, dice y su voz se entrecorta. Retoma y alcanza a decir que lleva al cuadro en la sangre. “Me emociono… me emociono…”, expresó y se hizo un silencio.

Comentarios

  1. Gracias por reflejar y regalarnos estos pedacitos de historia.Cada rinconcito en el tiempo es la vida,las tristezas y alegrías, de muchísima gente que cree que siempre se puede hacer y creer en lo que se hace.Rescatar memorias chiquitas, mínimas , y plasmar las en letra sobre un papel es fijar raíces como sociedad.Abrazo Agradecido de los que estuvieron, los que estan y los que estarán a través de tu relato.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por recordar nuestro hermoso barrio y con cuanta historia ojalá algún día Levantemos la
    Copa de nuevo y la traigamos a la sede para festejar toda la noche con ella

    ResponderEliminar
  3. Emocionante historia. Gracias por compartirla. ¡Salud Villa Española!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

  Conoció el dolor a un grado que no se lo desea a nadie. La morfina no le hacía efecto. Fue sometido a 40 intervenciones. Su mamá imploró para que no le amputaran la pierna. Fue inevitable. Le costó aceptarse. Hoy juega en Plaza Colonia de amputados y tiene el sueño de jugar los Paralímpicos. El 5 de diciembre de 2010 Cristian Butin se subió a la moto y partió rumbo al tambo donde trabajaba. Iba mal dormido. A la altura del kilómetro 190 de la ruta 21 el cansancio le pasó factura. Fue un instante. La moto se fue de la ruta. Con el codo tocó un cartel y cuando reaccionó pretendió salvar la situación. Intuitivamente atinó a mover la rodilla derecha que impactó contra un pilar del Puente San Pedro. Voló por el aire. Como estaba consciente atinó a llamar a su padre Miguel Ángel. “En el momento no percibí la gravedad del accidente. Para que tengan una idea cuando llegó mi viejo le pedí que llamara al trabajo para avisar que me iba tomar el día libre”, recordó Cristian. Pero el supues
Ortiz, el Loco Gatti de Wanderers que iba a entrenar a caballo Foto: Twitter de Wanderers "El Loco Ortiz… ¡Qué personaje…! Melena larga y rubia. Jugaba de bermudas y se le daba por ir a entrenar a caballo. Le gustaba cantar, y como vivía en Las Piedras, se aparecía por la radio a entonar unos tangos. Cuando se fue terminó vendiendo mechones de pelo entre los hinchas". La introducción del desaparecido Aníbal Maño Ruiz, exentrenador de reconocida trayectoria y que fue compañero del Loco, despertó la curiosidad. ¿Quién fue aquel golero que defendió el arco de Wanderers? Corría la década del 70 cuando los bohemios sorprendían a todos contratando a un golero distinto. Para unos, un imitador de Hugo Orlando Gatti. Para otros, un personaje con brillo propio. Miguel Ángel Ortiz, el Loco, estuvo poco tiempo, pero dejó su huella en el Prado. En tiempos donde los goleros vestían con buzos de colores oscuros, el Loco se dejaba la melena larga y rubia que sostenía
El yankee que jugaba cuando aparecía Espert y el pase de Manzana López por un pool: Cyssam historias de un sentimiento   La Federación Uruguaya de Básquetbol había dado el ultimátum. El club que no tenía tablero electrónico no podía jugar en Segunda. Por la calle Marcos Sastre cundió el pánico. Era viernes. El equipo debutaba el martes. No había tablero. No había dinero... El cuadro se había gastado los pocos pesos que le quedaban en la incorporación de Fernando López. El pase del Manzana fue histórico. Lo pagaron con la venta de una mesa de pool. Pero aquella tarde un par de jugadores rascaron los bolsillos y lograron adquirir un tablero sencillo y a bajo costo. Claro, el tema era dónde ubicar y cómo levantar aquella pesada estructura. No había forma. Entonces a uno se le ocurrió salir a comprar dos puntales de eucaliptus para levantar el tablero y de esa forma poder arrancar el campeonato de ascenso. El tema es que, como la cancha era abierta, había que sacarlo