El Manco: el inédito caso del jugador de Aguada que fue campeón Federal sin una mano y silenció un estadio en Brasil
El
calentamiento se desarrollaba con normalidad. Los jugadores entraban en bandeja
y depositaban la pelota en el aro. Nadie percibía nada extraño en la calurosa
noche de Rio de Janeiro.
A los pocos minutos, los árbitros se dispusieron a dar el salto inicial. Aguada sabía que la empresa era complicada, pero el mandato de su historia no admitía claudicar. Y arrancó el juego.
En aquella noche de 1949, Enrique Badano inició un ataque con la pelota por la izquierda. Del otro lado visualiza a Gualberto Rodríguez Toletti y se la tira para finalizar el ataque rápido. Gualberto estiró la mano para dominar la pelota y avanzó al aro. El brasileño que intentaba marcarlo quedó paralizado. Pálido. Incrédulo. No podía entender que a su rival le faltara una mano.
Se paró el partido. Los brasileños no daban crédito a lo que habían visto. Al otro día los diarios presentaban a “O Maneta”.
Gualberto
Rodríguez Toletti, el Manco. Un histórico jugador de Aguada que fue un
verdadero ejemplo de sobreponerse a la adversidad. Imaginarlo no admite otro
razonamiento. Parece imposible. Trasladarlo a los tiempos que corren suena
irreal. Jugar con una mano menos en Primera y ser campeón del torneo principal.
Nació frente a la cancha de Aguada. El Manco fue un canto a la rebeldía. Nació sin una mano, lo que fue determinante para moldear su carácter rebelde. Su excompañero Enrique Badano, lo definió como un “cascarrabias de pocas pulgas”. A modo de ejemplo, cuentan que no permitía que nadie le atara los cordones. Se las ingeniaba solo.
Ante la falta de la mano se defendía con el muñón, dijo el historiador del club, Oscar Bonino, acotando que, si en aquella época hubiera existido el tiro de triple, el Manco tiraría de lejos.
Fue campeón en todas las categorías: Menores, Novicios, Reserva y con el primer equipo ganó el Federal en 1948.
Su excompañero Enrique Badano me contó para el libro Pequeñas grandes historias del básquetbol uruguayo, que era formidable ver al Manco comer o vestirse. Dice que era un jugador de un temperamento como pocos. Aguerrido y buen marcador.
Para muestra, una anécdota: Un día Aguada recibía a Tabaré. Cancha abierta, tablero de madera, se luchaba contra jugadores, viento y frío. Nadie podía con León Svirsky. Intratable aquella noche. Hasta que el Manco pidió la volada. Y de pronto, sin que nadie lo percibiera, Svirsky estaba afuera de la cancha. Pidió el cambio. ¿Qué pasó? El Manco le había metido el muñón y lo dobló.
Milton Scarón narró que vivió en carne propia una historia similar a la de Svirsky. “¿Si el Manco era bravo? A mí me arrancó un diente con el muñón. El puño era una punta. Era como una puñalada. Yo reforzaba a Aguada en los viajes y ahí lo empecé a conocer. Era zurdo y acompañaba la pelota y clavaba. Tiraba la bomba”, recordó.
Las discusiones con Cieslinskas
Dicen que el Manco Rodríguez era el único que le hacía perder la paciencia al líder del Aguada de aquellos años, Victorio Cieslinskas, el olímpico.
En el básquetbol de aquel entonces solo el capitán podía pedir tiempo. Cierta vez, Aguada la estaba pasando mal en un partido. Entonces el Manco se le arrimó al capitán Cieslinskas y en pleno juego le recriminó: “Pedís tiempo cuando te conviene a vos”. El líder aguatero lo miró sorprendido. “No me vengas a embromar porque me voy”, disparó a modo de amenaza Victorio pensando en persuadir al Manco. Pero Rodríguez no andaba con chiquitas: “Bueno, ándate...”, le dijo. Cieslinskas saltó la baranda y se iba de la cancha cuando entre todos trataron de poner paños fríos a la situación.
Badano
reveló que Cieslinskas tenía otra particularidad, llegaba siempre último. “Cuando
estábamos para entrar a la cancha llegaba el Ruso”, contó Badano. El Manco lo
miraba con cara de pocos amigos. Victorio apenas atinaba a decirle: “No me
digas nada, Gualberto”.
“Qué te voy a decir si vos llegas tarde para que te aplaudan”, respondía Rodríguez Toletti.
El historiador Oscar Bonino reveló que le quedó grabada una anécdota en un partido en la vieja cancha de Unión. El local le estaba pegando una paliza a Aguada. El capitán Cieslinskas no estaba en su mejor noche. Y, para variar, el Manco se calentó. Unión anotó un doble y Aguada fue a reponer de abajo del tablero. Entonces, Gualberto Rodríguez, que no podía con su genio, tomó la pelota y se la pasó rastrera a Cieslinskas. El mensaje era claro: quería que Victorio se agachara, se esforzara por agarrar la pelota.
Entonces el capitán aguatero pidió tiempo. Fueron al banco. Y Victorio, que pese a ser una gloria del básquetbol con la Selección, lo trataba de “usted” al Manco, le preguntó: “¿Qué le pasa a usted que me da la pelota así?”.
Gualberto no lo dejó ni reaccionar y lo insultó de arriba abajo al capitán de su equipo. Volvieron a la cancha y Aguada empató el partido con un doble de Cieslinskas en la hora. Fueron al alargue. Y terminaron ganándolo con un doble del Manco. Fue increíble.
Escondía el muñón
Una particularidad que revelaron de Gualberto Rodríguez Toletti es que, cuando posaba para la foto, escondía el brazo donde la faltaba la mano. Y otra es que no le gustaba que le dijeran Manco. Él era el Beto.
A fines de los años 50, con el Manco ya retirado, a Aguada le tocó sufrir la pelea por evitar el descenso. La gente no tenía consuelo. El equipo fue a un desempate con Stockolmo y Peñarol. Y los dirigentes obedecieron al clamor popular. Fueron a golpear la puerta de la casa del Manco. Volvió y su aporte fue fundamental para salvar al cuadro de la pérdida de categoría.
Gualberto
se retiró en paz, con la sensación del deber cumplido. Con el tiempo se
transformó en dirigente y hasta llegó a ser presidente de la institución de sus
amores.
En su etapa de presidente, allá por 1985, un día los dirigentes organizaron un asado con el plantel. Algunos jugadores, sabiendo de su dificultad física, empezaron a cargar al Manco diciéndole que en su época jugaba porque no había tantas exigencias. La broma fue en aumento.
¡Para qué! Algunos jugadores desconocían que Gualberto era un hombre de pocas pulgas. Pero lo siguieron cargando. “Vos jugabas con una mano sola porque en aquellos tiempos jugaba cualquiera”, le dispararon.
El Manco se paró. En medio de la comida. Todos se miraron incrédulos. Y lanzó un desafío: “¿Cuál de todos ustedes es que el emboca más libres?”, preguntó. Y allá saltó un jugador. “Muy bien –dijo el Manco–, te juego al que emboca más de 10 libres”. Gualberto llevaba más de 20 años retirado. Los jugadores fueron en fija con su compañero. Pero el Manco se paró en la línea, tiró, y ganó.
El
expresidente de Aguada, Alfredo Etchandy, contó otra historia que vivió en la
cantina del club.
El Manco Rodríguez con la camiseta número 13. Foto: Libro Aguada |
“Gualberto
siempre ponía el muñón en el bolsillo. Su pose característica era esa y hablaba
y gesticulaba con la otra mano. Recuerdo una vez que estaba en la cantina de
Aguada tomando copas con su mano en el bolsillo y llegó un tipo. Se lo
presentaron y el hombre le estiró la mano para saludarlo. El Manco sacó la otra
y le dijo: “le doy la izquierda porque la derecha la perdí en una timba”. Al
hombre no le gustó mucho el chiste. Pensó que Gualberto le estaba tomando el pelo.
Entonces el Manco retrucó: “es verdad, la perdí en la timba”. Y el tipo se
calentó. Cuando el Manco sacó la mano y le mostró el muñón el hombre no sabía
dónde meterse”.
Un símbolo
El
propio Etchandy suele manifestar que el caso del Manco es único. Dice que
siempre embroma con que Aguada es el único equipo que fue campeón con nueve
manos.
Alfredo Etchandy (Foto: Presidencia.gub.uy |
Para tener real dimensión de la capacidad de Rodríguez Toletti, basta recordar que en aquellos tiempos se jugaba con pelota de cuero que pesaba mucho más que la actual. Hoy en día sería impensable que un jugador manco pudiera jugar al básquetbol. Gualberto lo hizo.
Es cierto que aquellas eran otras épocas. Que existía un tremendo sentido de pertenencia que llevaba a los basquetbolistas a jugar por amor a la camiseta. Para que tengan una idea, luego de los partidos, lo único que Aguada les ofrecía a sus jugadores era ir a un restaurante alemán, en la calle Sierra y Miguelete, a comer un pancho y un postre.
El caso del Manco llegó a ser analizado en Barcelona. Y se lo considera como un hecho único en el mundo. Es que es difícil encontrar, por no decir imposible, un jugador manco que haya jugado federado y, además, se haya consagrado campeón del principal torneo de liga de su país.
Leonel Gamboggi recordó en el libro del centenario de Aguada: “Si hablamos de temperamento, el Manco era brutal, era gente que se tiraba al suelo y nunca daba pelota por perdida. Desde Barcelona pidieron detalles de su actividad para incluirlo en un museo del básquetbol”.
“Cierro los ojos y me parece verlo...”, me dijo su excompañero Enrique Badano y percibí el silencio que hizo del otro lado de la línea.
Por la mente de Badano desfilaron las imágenes del Manco negándose a que le aten los cordones. Rezongando en un pedido de tiempo. Pidiendo la volada para marcar al goleador del rival. Embocando la pelota imposible. Silenciando y obligando a parar un partido en Brasil cuando se percataron que a aquel hombre le faltaba una mano. Increíble pero real.
El
Manco. Un héroe de los que poco se conoce. Un verdadero ejemplo de sobreponerse
a la adversidad.
Maravillosa historia. Aunque la conocía por cuentos de mi padre (tengo 73 años), me emocionó enormemente.
ResponderEliminarEspectacular historia digna de replicarse, especialmente en las nuevas generaciones, fomentando los valores de la resiliencia y luchar por los sueños.
ResponderEliminarMuchas gracias por compartirla y rescatarla para la memoria colectiva y por permitirme conocerla.
La verdad que si. Faltan historias así muy inspiradoras. Gracias Seño !!!!!
EliminarMe recuerdo de ir a la cancha con gradas de madera a hinchar por "los nueve manos"!!!
ResponderEliminarTremenda historia.no la conocía.eso era amor a la vida.a no rendirse.
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