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Mostrando entradas de agosto, 2021
En un partido contra Aguada tomó la pelota y le pegó una patada rumbo al techo. En Sucre agarró el micrófono de audio del estadio y dijo que los estaban robando. Y en un viaje hizo bajar a los jugadores a empujar el ómnibus. Víctor Hugo Berardi, un DT de la vieja guardia. Un personaje único. Cancha de Larre Borges. De un lado diez de Biguá, del otro dos mil de Aguada. Partido tanto a tanto. La hinchada aguatera era una locura empujando a su equipo a la victoria. De pronto, Horacio Perdomo, el base de aquel equipo de Biguá de 1992 que ganó todo, se puso a discutir con los árbitros. La gente de Aguada fue en malón detrás de la Mesa de control para protestar y presionar para que le cobraran técnico al Gato Perdomo. El clima del partido se enrareció. Y apareció en escena el técnico de Biguá. El inefable Víctor Hugo Berardi. A la distancia, el preparador físico del equipo de Villa Biarritz, Gonzalo Barreiro, miraba la escena con cara de preocupación. No era para menos. Hacía sus primeras
El Feo salió a la cancha, levantó los brazos, rompió filas y desde el medio remató al arco desguarnecido. La tribuna de River gritaba el gol. El 21 de agosto de 1960 aquella acción pasó desapercibida en el Centenario cuando Ángel Labruna entró con la camiseta de Rampla. Un lujo de la historia picapiedra que pocos conocen.     Míguez y Labruna en Rampla Aquella era una añeja cábala que heredó de unos de sus entrenadores, Renato Cesarini que, en una época en la que estaba peleado con el gol, le sugirió entrar, rematar al arco y hacer el gol antes de empezar el partido. La gente la tomó como propia y esperaba que la pelota entrara y estalla la tribuna con el grito de gol. La cábala se rompió cuando en Boca se enteraron del detalle y mandaron a un alcanzapelotas a restar el balón cuando el Feo, como le decían, rematara al arco. Ángel Amadeo Labruna, jugador que marcó la historia de River, desembarcó en Rampla Juniors con 43 años. Venía de ser 9 veces campeón con los millonarios, donde
Vivía en un rancho de lata que se inundaba. Dormía arriba de tablas con bloques. A los 8 años quedó ciego. Pensó que su madre lo había abandonado. Estuvo a punto de apuñalarse. Hoy vive con $ 4 mil por mes y se siente orgulloso de defender a la selección uruguaya para ciegos. Nadie puede ser capaz de imaginar lo que siente un niño que pierde la vista. Su dolor. Su llanto. Las miles de preguntas sin respuesta que lo invaden. La rebeldía de negarse a llevar un bastón blanco. Lenny Lemos lo vivió en carne propia. La vida lo golpeó. Lenny nació con un problema en la vista que le generó un desprendimiento de retina y cataratas a los 3 años. Con el paso del tiempo el problema se fue acrecentando y comenzó a perder la visión. Fue así que cuando tenía 8 años fue sometido a tres operaciones. La primera y la segunda intervención salieron bien. Pero la tercera marcó su vida para siempre. “Cuando me desperté no veía y fue un golpe tremendo… Fue un dolor inmenso, algo que me impactó, porque m
Un jugador le pidió whisky al presidente en pleno partido. Tuvieron que renunciar a los cinco dólares de viático diarios para poder jugar, mojaron la cancha para ganar y viajaron cinco días para llegar a Melbourne. Un viaje por las anécdotas más memorables de la selección uruguaya de básquetbol en los Juegos Olímpicos donde conquistó medallas.   El Canario Matto era un personaje. En plena competencia de los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956 se le dio por comprarse un equipo de buceo. Sus compañeros no entendían nada. ¿Para qué lo quiere?, se preguntaban. Pero el Canario estaba loco de contento. Un día, a poco de salir rumbo a un partido, los jugadores esperaban sentados en el ómnibus, listos para partir. Pero faltaba uno. Sergio Matto. Empezaron a buscarlo por todos lados. El Canario no aparecía. Fueron a su habitación y no lo encontraron. Hasta que abrieron la puerta del baño y se querían morir cuando lo localizaron. Apenas se lo veía, metido en la bañera, probando su equipo de b