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Ortiz, el Loco Gatti de Wanderers que iba a entrenar a caballo


Foto: Twitter de Wanderers

"El Loco Ortiz… ¡Qué personaje…! Melena larga y rubia. Jugaba de bermudas y se le daba por ir a entrenar a caballo. Le gustaba cantar, y como vivía en Las Piedras, se aparecía por la radio a entonar unos tangos. Cuando se fue terminó vendiendo mechones de pelo entre los hinchas".
La introducción del desaparecido Aníbal Maño Ruiz, exentrenador de reconocida trayectoria y que fue compañero del Loco, despertó la curiosidad. ¿Quién fue aquel golero que defendió el arco de Wanderers?

Corría la década del 70 cuando los bohemios sorprendían a todos contratando a un golero distinto. Para unos, un imitador de Hugo Orlando Gatti. Para otros, un personaje con brillo propio. Miguel Ángel Ortiz, el Loco, estuvo poco tiempo, pero dejó su huella en el Prado.

En tiempos donde los goleros vestían con buzos de colores oscuros, el Loco se dejaba la melena larga y rubia que sostenía con una vincha y, por si fuera poco, jugaba de bermudas y buzos multicolores. Una extravagancia para la época.

La historia de Ortiz es sumamente particular. Se podría afirmar que nació bohemio. Jamás madrugaba. No despertaba nunca antes del mediodía.

Para que tengan una idea de su personalidad, en una nota realizada en la revista Deportes del 14 de marzo de 1972, el Loco reveló: “Cuando mis padres se separaron todos mis hermanos se fueron con mi madre. Yo quería a los dos por igual, pero pensé… si me voy con la vieja tengo que laburar. Y como el laburo nunca me gustó, me fui con el viejo. Yo cuidaba la casa y papá salía a trabajar”. Ese era Miguel. Un transgresor.

Corría el año 1969 cuando Ortiz llegó a Uruguay con la selección de Aficionados de Argentina. En aquel partido se armó terrible lío. Miguel no se metió, se quedó en su arco. “De repente veo que se me venía un gordo que jugaba con los de acá. Me dije, con éste me la ligo. Pero no, el gordito se puso a conversar conmigo. Me dijo que quería hacerme una nota. Después del partido me llamó el presidente de Liverpool, el Sr. Bagalciague y fui a la sede. Me dijeron si quería venir a probarme”, contó Ortiz.

Liverpool era dirigido por una leyenda como Ondino Viera. ¡Se podrán imaginar la cara de don Ondino cuando lo vio llegar al Loco con el pelo largo y rubio, los buzos de colores, y de bermudas! La directiva lo alojó en el hotel Agraciada. Pero Ortiz no se adaptó y regresó a Argentina. Claro, el tema es que allá tenía que trabajar y al Loco no le gustaba el laburo.
Tiempo después, con una colecta, le compraron pasajes y volvió a Uruguay. Pero resulta que en Liverpool ya no tenía lugar. El plantel estaba armado. Y como Wanderers andaba buscando un golero, calzó perfecto. Se lo llevaron a jugar un amistoso a Minas. “Subí al ómnibus bastante cohibido. Todos me miraban por el pelo largo”, recordó el Loco.

El tema fue cuando llegó la hora del partido.  Se encontraron con un detalle: el cuadro minuano no tenía golero por lo que mandaron al Loco al arco. “Me preguntaron cuanto calzaba. Cuarenta y seis les dije y se agarraban la cabeza. Había unos zapatos viejos número 43 y tuve que jugar con los dedos todos acurrucados. Caminaba en puntas de pie. Ganamos 3 a 1 pero terminé con los dedos todos colorados”, rememoró.

Wanderers lo fichó. “No nos costó un solo peso. Lo pusimos en una pensión en Las Piedras porque nosotros jugábamos en Las Piedras. Y al poco tiempo estaba vinculado con todo el mundo. Muy mujeriego. A las mujeres les gustaba porque era muy recurrente. Era un loco lindo. Cuando jugaba Wanderers había gente que pagaba entrada para ir a insultarlo”, contó el entonces presidente de Wanderers, Mateo Giri, en una nota para la web de los bohemios.

Ortiz debutó en el Campeonato Uruguayo de la B de 1970, en cancha de Fénix, contra el local y para la televisión. Su actuación fue admirable y los bohemios ganaron dos a uno gracias a sus intervenciones.

Aquel debut con Fénix marcó un antes y un después. Ortiz lo recordó en un reportaje que le hicieron en setiembre de 1970: “En ese partido había usado gorra y el pelo se juntaba mucho atrás. En un diario dijeron: “el melenudo golero de Wanderers” y me vino la idea de dejarme crecer el pelo. De hacerme conocer como el melenudo golero de Wanderers”.

Cantor de tangos

Foto: Twitter de Wanderers

El Loco pasó a ser polo de atracción en Las Piedras. Lo invitaban a cantar en cuanto programa radial había.
Una noche, ya radicado en la ciudad, Miguel se paró frente al monumento a Julio Sosa. Al lado había un banco custodiado por unos policías que empezaron a mirar con recelo al golero. Claro, con la melena, era de sospechar. “Además la ropa que yo me ponía era media estrafalaria. Entonces vinieron y me pidieron documentos. Les dije que era el golero de Wanderers, pero no hubo caso, me llevaron en cana. Terminé de amigo con todos los policías”, contó Ortiz. 

“Fue un adelantado, un gran arquero y excelente compañero. Un loco. ¡Andaba a caballo por el Prado! Cuando entrenábamos en la cancha de Wanderers se aparecía a caballo. Tenía cosas muy particulares”, me contó Maño Ruiz el día que lo entrevisté para conocer detalles de su excompañero.

“Cantaba en todos lados, era muy natural, no era nada creado, era todo auténtico. El día que se apareció con la vincha y las bermudas, nos mirábamos todos y no podíamos creer. Pero era un arquerazo”, dijo Maño que agregó otro cuento.

“Resulta que al Loco le gustaba salir jugando gambeteando rivales y rematar los penales. Nos ponía el corazón en la boca cuando se le daba por eludir a los delanteros rivales. El técnico de Wanderers en ese entonces era don Luis Borghini, un maestro. Un hombre, un señor en el cual todos nos reflejamos y le decía: ‘Miguel, no salgas gambeteando, no hay necesidad…’. Pero el Loco no hacía caso, era difícil cambiarlo porque tenía una personalidad bárbara”.

Después de una gran gestión en 1971, tuvo su punto más destacado un año después al lograr el ascenso con Wanderers. El Loco había prometido cortarse el pelo si el bohemio salía campeón del ascenso. ¿Saben lo que hizo? “Era tal la idolatría de Ortiz que una vez finalizado el campeonato vendió en pequeños sobrecitos trozos de su melena la cual fue adquirida con admiración y como recuerdo por el público local”, comentó el historiador del club Manuel Paredes.

Su gran momento deportivo lo puso en la vidriera. Peñarol se interesó por su pase. El club aurinegro estuvo dispuesto a pagar 12 millones de pesos por su ficha. Pero no se concretó. El día que se frustró la operación un periódico dejó entrever que el Loco había armado lío en la sede.
“Es mentira. Como me habrá afectado esa noticia que, acostumbrado a levantarme al mediodía, aquel día lo hice a las siete de la mañana y me fui al diario a pedir explicaciones”, le dijo a Deportes.

“A la una me llama el presidente de Wanderers y me dice que se arregló mi pase y me invita a que lo acompañe a las cinco de esa tarde a la sede de Peñarol, donde se iban a firmar los documentos. Yo por mi parte ya había arreglado mi situación con el que sería mi nuevo club. Llegamos a la sede de Peñarol a la hora fijada. Nos recibió el general Tiribocchi y Valverde. Nos dijeron que esperásemos unos minutos ya que en los documentos, que estaban prontos, faltaba la firme de Guelfi o Damiani. Cada tanto nos comunicaban que estaban haciendo llamadas. Luego de una hora y media de espera Tiribocchi nos informa que la operación no se concreta porque ni Damiani ni Guelfi querían firmar”, contó el Loco.

Pasado un tiempo, Wanderers lo vendió al club Atlanta. Mateo Giri, expresidente bohemio, contó en la web del club que el Loco no se adaptó, armó revuelo y tuvo que viajar a buscarlo.

“Él estaba acostumbrado a que acá era figura y allá no lo conocía nadie. Aparte era otra disciplina, otra forma de ser. ¿Y qué empezó a hacer el Loco? Empezó a portarse mal para que lo echaran, para volver. A nosotros nos debían una parte del pase. El presidente llamó y yo fui hablar con él y me dice: ‘Mire, con este Loco no podemos. Acá arma lío, arma escándalo, ¿usted no se lo quiere llevar a cambio de la deuda que tenemos?' Y le dije, sí, si es por la cancelación de la deuda lo llevamos”.

Ortiz volvió y anduvo bárbaro, despertando el interés de Atlético Mineiro. El presidente del club lo vino a buscar en avión privado. Ya en Brasil, el Loco juega el clásico contra Cruzeiro donde jugaba Hebert Revetria que le hizo un gol. “Cuando terminó el partido lo fue a abrazar y lo echaron del club. Y otra vez vino para acá”, afirmó Giri que aportó otro dato curioso: "Miguel jugaba de golero y de nueve. Y cobraba dos precios".

Hace pocos días se cumplieron 45 años del primer gol de un golero en la historia de la Copa Libertadores de América. Fue el Loco Ortiz. Ocurrió un 5 de abril de 1975, defendiendo a Wanderers, ante Unión Huaral de Perú.

El Loco se fue como llegó: en silencio. Manuel Paredes, el historiador de Wanderers, escribió en la web del club: “Me acuerdo de una visita suya a mi familia con su humildad. Su muerte a la temprana edad de 41 años me marcó. Aunque apenas lo conocí, descubrí en Ortiz a un ser genuino, gentil. Partió de este mundo en el más absoluto silencio”.

(En base al libro Son Cosas del Fútbol, Fin de Siglo, Jorge Señorans)

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