De película: el uruguayo que se hizo amigo del hijo de Gadafi y vivió un cuento de hadas en Libia
Cepillo de dientes de oro. Un león de mascota y un perro doberman adiestrado para detectar explosivos. Un garaje con Ferrari, Lamborghini, Mercedes, BMW. Un palacio. Cuando viajaba reservaba todo un piso de un hotel para él. Llegó a pagar hasta 30 mil euros diarios. A su alrededor no menos de 15 guardaespaldas. Cuenta incluso la leyenda que su señora se bañaba con leche para cuidar su piel. La imagen de su padre por todas partes. Hasta en los billetes. Eran los dueños de Libia.
El ser humano jamás puede predecir lo que le deparará el destino. Y aunque ni siquiera estuviera en sus sueños más profundos, corría el año 2002 cuando Luis De Agustini, un golero que se formó en Peñarol y pasó por Liverpool, se fue al mundo salido de un cuento de hadas.
Un
buen día, Ruben Giménez le ofreció a la posibilidad de ir a jugar a Libia. No
tenía ni idea donde quedaba. Pero allá se fue De Agustini con la valija llena
de ilusiones. Quería jugar. Era su único deseo. Pero lo que jamás imaginó fue
que terminaría haciéndolo en el equipo del clan Gadafi.
Al Ittihad era el cuadro de los Gadafi. Si bien el líder y presidente libio Muamar Gadafi no tocaba mucho pito, el equipo al que fue De Agustini tenía como principal “figura” y capitán, al que muchos rivales ni siquiera se atrevían a marcar, y mucho menos trancar, su hijo Al Saadi. Y por si fuera poco, su hermano Muhammad era el dueño del club.
Y apenas llegó, De Agustini comenzó a vivir en una especie de mundo de fantasía. Pisos de mármol, bancas de oro, aviones privados, entretenimientos con artistas de nivel internacional, autos de lujo, acciones en equipos de fútbol, palacios, hoteles de alto nivel. Para que tengan una idea, al líder libio Muamar Gadafi se le ocurrió una vez que la cantante Beyonce era la artista adecuada para recibir el Año Nuevo de 2009. Y la cantante actuó para la familia, según publicó The Guardian.
Luis De Agustini (Foto Martín Cerchiari) |
La plata estaba por todos lados. Su fortuna era incalculable. Cuando murió se supo que en Estados Unidos se congeló una suma de dinero que ascendía los 30 mil millones de dólares. La cuenta bloqueada más grande en la historia del país. Los negocios eran el fuerte del Coronel. Petróleo, gas, bancos, equipos de fútbol. Un reino indescriptible.
Gadafi lideró la Revolución del 1º de setiembre de 1969 que derrocó al rey Idris I de Libia, sustituyendo el Reino de Libia por la República Árabe Libia. Como parte de su programa socialista de gobierno, Gadafi nacionalizó en la década de 1970 toda la empresa privada, incluyendo la tierra, la industria petrolera y los bancos, y permitiendo solo los pequeños negocios familiares. Según wikipedia “por la edad con la que tomó el poder, su imagen de militar rebelde y sus políticas izquierdistas anticolonialistas y antioccidentales y de distribución de la riqueza fue calificado frecuentemente como el Che Guevara árabe”. Gobernó el país durante 42 años.
Lo amaban a Gadafi
“Cuando llegué el cuadro traía jugadores clase A como el camerunés Patrick Mboma y el paraguayo Juan Carlos Franco que había ganado la Libertadores con Olimpia. Se daban lujos únicos como jugar contra Barcelona y llevar la final de la Supercopa italiana a Libia”, me contó De Agustini cuando lo entrevisté para el libro Son cosas del fútbol (Fin de Siglo año 2014).
“Lo que pude percibir fue que la gente lo adoraba. Entraba a cualquier lugar y siempre estaba colgada la foto de Gadafi. Ahí no se pagaban impuestos, el agua era gratis, la luz costaba muy poco”, expresó el golero.
De Agustini se ganó enseguida la confianza del clan Gadafi. Hizo amistad con Al Saadi, al que Luis llamaba simplemente Saadi. Y el contacto con el hijo del líder libio le permitió conocer un mundo que pensó que era una simple cuestión de las películas.
“El primer día que lo vi en el entrenamiento se apareció en un auto Lamborghini y rodeado de una seguridad tremenda. No solo que era jugador sino que era el dueño del cuadro. Él hacía las contrataciones. Era el capitán. Pero era un loco sencillo. Conmigo hizo onda enseguida, por ejemplo si entrenábamos a las 4 de la tarde me invitaba para ir media hora antes para pasarle la pelota. Le gustaba como sacaba yo con el pie y me pedía que se la pusiera en el pecho. Le gustaba perfeccionarse”.
Para que tengan idea del punto al que llegaba la obsesión de Saadi por mejorar y convertirse en un gran futbolista, cierta vez Luis llegó a la práctica y se encontró con Ben Johnson. Si, ¡Ben Johnson! El ganador de la medalla de oro en los 100 metros de los Juegos Olímpicos de Seúl 1988.
“Saadi
lo había contratado porque quería mejorar la velocidad. Tenía esas cosas. Si
precisaba mejorar algún aspecto futbolístico también se movía. Llevaba todo lo
mejor”.
¿Querés conocer a Osama?
“Dos por tres Saadi me invitaba a jugar al fútbol en su casa. Ahí podías jugar a la escondida y te perdías”, rememoró De Agustini. Aquellas invitaciones eran tan sorpresivas como fantásticas. Dignas de un cuento.
Cierta vez Luis, que no entendía nada del idioma, recibió un particular llamado. Le avisaban que Saadi necesitaba un golero para jugar un partidito de fútbol en el fondo de su casa. “Bueno, dale”, dijo Luis. “Total, me pasaban a buscar…”.
“A
los pocos minutos se aparece el propio Saadi en una camioneta bemba (BMW) que
no saben lo que era. Me subo y había unos tipos armados ahí. Pero el loco ponía
el pie en el acelerador y aquella camioneta volaba. Siempre escoltado, una
camioneta adelante y otra atrás. Llegamos a la casa, jugamos el partido de
Fútbol 7 en una cancha que era un billar. Y después de jugar me pregunta si
conocía a Osama. Que me lo quería presentar. Y yo pensaba, éste está loco, ¡me
va a traer a Osama Bin Laden! En eso sale un león de una jaula que era enorme.
Era Osama. Le daba de comer unos huesos gigantes. Y me decía: si querés dale de
comer. Yo ni me arrimaba”.
De Agustini dice que al cuadro lo respetaban en todos lados menos en Bengasi. “Es que el líder al que Gadafi sacó del poder era de Bengasi y quedó un rencor”.
Uno
de los privilegios que tuvo De Agustini en aquel equipo fue el lujo de haber
jugado un amistoso contra Barcelona en el mismísimo Camp Nou.
“Saadi era así, tenía todo lo que quería. Se levantaba y decía, tengo ganas de ir a tal lado a jugar, se tomaba un avión y subía a todo al cuadro. Una vez nos llevó a todos a jugar contra Barcelona, yo no lo podía creer. ¡Jugué en el Camp Nou!”, recordó el golero.
El lujito de jugar el amistoso contra Barcelona le costó 300.000 euros. El partido, sin mucha historia, terminó con una goleada 5 a 0 a favor de los catalanes, pero poco le importó a Gadafi que cambió la camiseta con el argentino Javier Saviola, y, además, lo invitó de vacaciones a Trípoli.
La locura y el poder del dinero era tal que el tercer hijo de Gadafi contrató a Diego Armando Maradona como su asesor y hasta lo invitó a su boda en junio de 2001. Otro que fue a Libia con todos los gastos pagos fue Ronaldo, quien recibió medio millón de dólares. ¿Para qué? Para efectuar el saque de honor en un partido en Libia.
Luis, el libio
La
buena relación de Luis De Agustini con el clan Gadafi era tal que en
determinado momento lo nacionalizaron para jugar por la selección.
“Un día Saadi, previo a un partido clásico, me dijo si me quería nacionalizar. Le respondí que sí. Entonces él habló delante de todos los compañeros y empezaron a aplaudir. A los pocos días la selección jugaba en Botswana y me dijo “mañana viajás”. Y yo le dije, “pero necesito el pasaporte”. Y me respondieron al instante: “Acá está. Los Gadafi me nacionalizaron”.
Como
jugador de la selección de Libia, el golero uruguayo llegó a enfrentar a la
selección de Uruguay que dirige Oscar Tabárez.
Y fue justamente cuando comenzó a jugar por la selección libia que conoció al líder del país, Muamar Gadafi.
“A Gadafi lo vi una sola vez. Fue cuando nos fuimos a jugar la Copa África a Egipto en 2006 y se presentó ante todo el cuadro. El tipo estaba ajeno a todo eso porque eran los hijos los que se encargaban de todo”, recordó Luis.
Y enseguida se mete en el mundo de la selección Libia. “No saben lo que eran los viajes… El plantel viajaba en su avión privado. Una vez fuimos a Camerún a jugar pero resulta que Saadi no fue, y a la vuelta nos trajeron en un Hércules, ¡pasamos un frío! Pero el avión de Saadi tenía todo, incluso una zona cerrada para él”.
Cuentan que Gadafi también fue el consentido en la selección. Era el capitán, y pobre del entrenador que lo dejara en el banco. Si lo sabrá el italiano Francesco Scoglio, quien perdió su puesto luego de que en un partido por eliminatorias de Copa de África se rehusó a ponerlo en la oncena titular.
La ambición de Al Saadi no tenía límites. Fue así como en 2002 el heredero del clan adquirió el 7,5% de las acciones de la Juventus. La compra tenía la doble intención de sacarse el gusto de jugar un partido de la Champions. Pero Marcelo Lippi, entonces técnico del club italiano, lo sacó vendiendo boletines. Y Saadi se tuvo que conformar con el premio consuelo de entrenar alguna que otra vez con el plantel de la Vecchia Signora.
No conforme con ello, ese mismo año, aprovechando la crisis, trató de comprar la Lazio. Al año siguiente fichó por Perugia. Pero el berretín de jugador de las grandes ligas de Saadi duró lo que un suspiro. Apenas disputó dos partidos como futbolista profesional, y fue sancionado por dopaje.
En 2005, se quedó un año en Udinese donde jugó apenas 10 minutos. Pero el hombre no se daba por vencido y se enroló en la Sampdoria donde no lo pusieron ni un minuto. En cuatro años en Italia desfiló por tres equipos, y jugó dos partidos y 10 minutos.
Después
de 42 años en el poder Gadafi fue derrocado y se vivieron momentos de angustia
en Libia. La violencia ganó las calles.
“Me sorprendió cuando me dijeron que Libia estaba en guerra. Los rebeldes buscaban a la familia de Gadafi”, expresó De Agustini.
El ex golero comentó que “el último contacto que tuve con Saadi fue en 2007. Libia fue un país que me brindó todas las posibilidades. Me quedé mal por todo lo que pasó. Sé lo que son esas familias. Fui a la casa de muchos de ellos a comer y me ofrecieron todo. Fui con mis hijos y compartieron con los hijos de ellos y me sorprendió como cambió todo de un momento a otro. Nunca pensé que iba a terminar así. Mi hija chica, Ainara, nació allá. Volvería, claro que volvería. Soy un agradecido de lo que me brindaron”.
Al
estallar la guerra civil en febrero de 2011 para derrocar a Muamad Gadafi, su
hijo Saadi comandaba las fuerzas del régimen pero debió escapar a Níger en
setiembre del mismo año. En diciembre intentó establecerse con una identidad
falsa en México. Fue capturado y en marzo de 2014 el gobierno de Libia anunció
que las autoridades de Níger extraditaron a Saadi a Trípoli donde fue conducido
a prisión.
Con anterioridad, cuando las fuerzas rebeldes allanaron su residencia, se sorprendieron con los lujos del hijo del dictador.
“En la mansión amurallada de Al-Saadi, de cara al mar Mediterráneo, se encontraron cepillos de oro en los lujosos baños de puro mármol. Allí, vivía Dina, su perra doberman, que disfrutaba de su propia suite y de su propio cuarto de baño, y solía comer filet mignon, su plato preferido. Después de comer un criado se encargaba de lavarle los colmillos. También de allí, en un estacionamiento subterráneo los rebeldes hallaron media docena de vehículos de lujo como Lamborghini, Hummer, BMW, Audi, Mercedes y Ferrari. Y, en los predios de la mansión, una cancha de fútbol profesional con césped artificial y torres de iluminación”, según narró la agencia AFP.
Luis De Agustini (Foto Martín Cerchiari) |
Lo
increíble del caso es que en esa cancha de la mansión, junto a Saadi, llegó a
jugar un uruguayo. Que increíble es el destino. Luego de vivir en el mundo de
las maravillas, Luis De Agustini volvió a Uruguay y pasó de la grandilocuencia
del clan Gadafi a ganarse el pan de cada día como chofer de un camión
repartiendo helados Crufi.
Muy bueno, me acuerde de De Agustino jugando en el Manya..Felicitaciones por la Nota Periodistica
ResponderEliminarGran tipo jugó la sudamericana en Liverpool,buen recuerdo del flaco
EliminarCreo recordar una nota que relata la salida de De Agostini de Libia. Dramática, digna de una película de acción
ResponderEliminarTremenda historia amigo, con la naturalidad de siempre.
ResponderEliminarSalú.