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Pistola: el inolvidable dirigente que en medio de una fiesta se duchó en la casa de Leoz y que se presentó de frac, y mocasines sin medias, en París

Foto Twitter Canal 10
 

El Pistola se puso los dientes postizos en una mano y pidió la palabra. No anduvo con vuelta. Tiró la bronca. ‘Bo, paren un poco, yo vine de delegado, no hay ninguna queja sobre mi función, y no entiendo porqué la discriminación…”. 

¿Qué había pasado? El Pistola había viajado como delegado de la selección uruguaya a la encantadora París donde la celeste enfrentaría a Francia por la Copa Artemio Franchi.

Como es de estilo, los representantes diplomáticos se pusieron a la orden de la delegación celeste. El coronel Héctor Joanicó, por aquellos tiempos presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), recibió las invitaciones para una recepción y se fue con ellas rumbo al hotel donde estaba alojada la delegación.

Cuando llegó inició el reparto de las tarjetas con sus colegas dirigentes. Pero resulta que uno de ellos quedó como gato mirando la fiambrera… El Pistola. Pero ni lerdo ni perezoso, y tras tirar la bronca, Pistola siguió adelante con su repertorio plagado de argumentos para hacerse acreedor a una de las invitaciones. 
 
“Primero les voy a decir una cosa: traje los dientes postizos (y los saqué del bolsillo ante la mirada de todos) y tengo un traje nuevo que me compré a plazos en Montevideo. ¡Se armó una revolución! ¿Qué hacemos con el Pistola?, se preguntaban. Y al final me llevaron”, recordó el hombre en una memorable charla en su viejo bar El Tejano.

Lo cierto es que aquella noche de 1985, el Pistola se peinó y se vistió de gala. Cuentan los testigos que Daniel Marsicano fue impecablemente vestido de frac a la Embajada uruguaya en Francia. Cuando llegaron al lugar, los dirigentes no daban crédito a la pinta del Pistola. El tema es que cuando comenzaron a subir las escaleras se percataron de un detalle: ¡iba de mocasines y sin medias!

Así era el Pistola Daniel Marsicano. Un dirigente único. Un hombre con un particular carisma que se ganó el reconocimiento de los más altos directivos del fútbol mundial. Fue auténtico. De barrio. Justamente le gustaba definirse como “un muchacho de barrio”. Y se hizo querer. Para que tengan una idea, en el mundo de fantasía de la Conmebol, lo llamaban simplemente por su sobrenombre: Pistola. Es que a todos les vendió rifas para su Progreso. 

Capucha de dos plazas


Su historia con el fútbol comenzó en 1977 cuando se vinculó a Progreso. El día que Tabaré Vázquez, por aquel entonces presidente de los gauchos, lo llamó para ofrecerle el cargo de delegado en la Asociación Uruguaya de Fútbol, Pistola respondió con su estilo: “Pero Tabaré, no sé hacer la o con un vaso y voy a ir ahí donde están todos los tigres’. “Pero no hubo forma de convencerlo a Tabaré y ahí aparecí. De la primera reunión no me olvido más. Era una asamblea donde estaban discutiendo sobre los precios de las entradas porque la gente no iba al fútbol y yo pedí la palabra. Y me mandé con todo: ‘El tema pasa por el gobierno, si aumenta los sueldos la gente va a ir a las canchas…’, dije. Paaaaah, y enseguida se dieron vuelta todos para ver quién era el que hablaba. No era para menos. ¡Estábamos en plena dictadura y me mandé esa! Entonces Machadito (delegado) me dijo: ‘Pisto, hay una capucha de dos plaza afuera para nosotros”.

Y de esa forma, entre dirigentes de saco y corbata, Marsicano se fue haciendo camino al andar. 
 

En La Paz, del Señor

En 1983 el Pistola fue designado por la AUF para viajar como delegado con la selección juvenil que asistió al campeonato Sudamericano de Santa Cruz, Bolivia.

Apenas arribaron se percataron de que el clima estaba raro porque los celestes llegaban con chapa de candidatos para arruinarle la fiesta a los locales. Entonces los jugadores plantearon a los dirigentes la posibilidad de quedarse en Cochabamba.

Se realizaron las gestiones del caso pero surgió un pequeño problema: cuando llegaron al aeropuerto se enteraron de que los funcionarios del Lloyd Aéreo Boliviano estaban de paro. La única salida era viajar en unos aviones pequeños que hacían el trayecto. Pistola toma el protagonismo de la historia…

“Hicimos una asamblea con todos los miembros de la delegación y se decidió ir en uno de esos aviones. ¡Cuándo empezamos a subir…! ¡Mamita querida! Había tarros de leche y cartuchos (flores) por todos lados. Entonces le dije a los mayores: ‘Esto está todo organizado, va a ser de novela’. Y Carlitos Badano, que trabajaba en el diario El Día y fue a cubrir el torneo, me preguntó: ‘¿por qué Pistola?’. Y le respondí: ‘Entierro de lujo; vamos cayendo y va a caer un cartucho arriba nuestro, por lo menos vamos a morir con flores’. Se quería matar después de lo que le dije.

Bueno, resulta que salimos y a los pocos minutos veo que el copiloto empieza a tocar todo. 
-‘¿Loco estás cambiando una cubierta?’, le grité.
-‘Peor –me contestó- vamos perdiendo altura y llevamos un motor solo’.
-Entonces le dije: ‘Tal como está la cosa dame un paracaídas’. Se podrán imaginar, ya estaban todos muertos: Berrueta más blanco de lo que es, el Pocho Lúngaro echado en el asiento, Badano pensaba en el hijo. Era terrible aquello. Entonces le pregunté al tipo cuál era la solución.
-‘Si seguimos derecho nos damos contra las montañas; si damos vuelta caemos en la selva y alguno se puede salvar’. ¡Alguno me dijo! ¡Ay mamita querida! Fue ahí cuando le pedí que no se enteraran los jugadores. Entonces le solicité al piloto si me podía dar la chaqueta y la gorra y me fui al fondo del avión. 
- Y allá atrás me paré y pegué el grito: ‘¡Qué pasa!, ¿están todos cagados?’.
-Y cuando íbamos en pleno descenso me preguntó uno: ‘Pistola, ¿estamos cerca de La Paz?’
-“Sí, cerca de la paz del Señor”, le contesté. 

El hecho es que el avión pudo aterrizar con normalidad y los celestes se quedaron hasta el último día del campeonato jugado en territorio boliviano.


El discurso en Punata


En el transcurso del torneo la delegación recibió una invitación para jugar un amistoso. El tema es que tenían que ir a un pueblo llamado Punata. 

Como faltaban pocos días para el inicio del campeonato, el cuerpo técnico decidió no asistir al evento social. Pero claro, los bolivianos ya habían armado toda la fiesta. Así que, el día señalado, paró un ómnibus en la puerta del hotel de Uruguay para levantar a toda la delegación. ¿Y quién fue designado para ir a Punata? El Pistola junto a algunos de los jugadores suplentes.

La idea, evidentemente, era tapar el ojo y salvar la situación mandando a algunos representantes. Claro, el tema fue cuando llegaron. Los organizadores de la fiesta se percataron de que faltaban los principales invitados. Sin embargo, todo siguió su curso.

Los uruguayos fueron llevados a un gimnasio donde los recibió el alcalde que se dispuso a brindar un discurso ante la gente. “El ambiente estaba caldeado”, recordó Pistola. Y para colmo, en medio del discurso, el alcalde disparó: “Ciudadanos de Punata, hemos sido burlados y engañados”. Marsicano miraba para los costados pensando “¿y ahora por dónde salimos de acá?”.

Ante la compleja situación Pistola pidió la palabra y se mandó un discurso que despertó aplausos “calmando a las fieras”, me contó entre risas. Cuando los jugadores y los dirigentes se disponían a retirarse del lugar, apareció una banda musical y otra vez el alcalde al grito de: “¡Y ahora la fiesta!”.

Entonces los invitaron con el trago típico: la famosa chicha. Una bebida alcohólica que se hace en base a maíz fermentado y que pega duro. Con dos vasos es probable que al otro día te despiertes con un hacha incrustada en la cabeza.

Lo cierto es que el vaso de chicha ameritó un nuevo discurso del Pistola… “A todos estos compañeros (señalando a los jugadores) les gustaría tomarse tres vasos de chicha, pero quien les habla va a brindar por cada uno de ellos”, les dije. Me fui con una mamúa…”.


Con la camisa de la IMM


Otra inolvidable del entrañable dirigente, ocurrió cuando como presidente de Progreso tuvo que negociar el pase de Leonel Rocco a Mandiyú de Corrientes, un equipo que por aquellos tiempos tenía la particularidad de apostar mucho a los jugadores uruguayos.

Resulta que Marsicano tuvo que viajar justamente a Corrientes para firmar los documentos. El golero Rocco, que ya estaba allá, fue con el presidente de Mandiyú, Eduardo Seferian, a buscar al Pistola al aeropuerto.

Cuando Rocco vio descender a Marsicano de la escalerilla del avión, vestido de saco y corbata, no lo podía creer. “Mirá el Pistola”, pensó para su interior. Lo reciben, se presentan, se suben al vehículo, y se van a la oficina de Seferián para firmar el contrato.

Como es habitual en Corrientes, el calor empezó a apretar. Y el Pistola se quitó la corbata y el saco para lucir una impecable camisa blanca con las siglas IMM (Intendencia Municipal de Montevideo).

“No teníamos ni para el boleto y esa noche dormí de polizón en el hotel de Rocco”, reconoció Marsicano entre risas.

Se duchó en la casa de Leoz

Foto Conmebol.com
 

Pistola era tan querido en el ambiente que cuando la Conmebol inauguró su nueva sede social en Asunción fue invitado. Era enero de 1998 y se podrán imaginar que el calor era verdaderamente insoportable. Pero así y todo, una mañana se organizó una comida en la casa de campo del entonces presidente Nicolás Leoz.

Allá fueron todos los dirigentes de las distintas federaciones junto a los periodistas que cubrían el evento. El viaja fue en tren, en una vieja locomotora debidamente acondicionada para la ocasión. Unos minutos después se llegó al poblado. El recibimiento fue a toda pompa. Todo el mundo montado a caballo, niños de las escuelas de la zona esperando a la delegación. ¡Un calor!

Los principales dirigentes viajaron en una vieja jardinera hasta que se llegó al lugar de la comida. Estaba la crema de la crema, toda la cúpula de la Conmebol. El entonces presidente de la Federación Chilena, Ricardo Abumohor, peinado a la gomina. El titular de la Federación Española, Ángel María Villar. Dirigentes de todos lados. Y Pistola con nosotros, los periodistas.

“¿En qué mesa se van a sentar? Porque yo me voy a quedar con ustedes”, nos avisó. En eso, pasa un mozo y Marsicano le pregunta dónde estaba el baño. “¿Se van a quedar acá? Ahora vengo”, nos dijo mientras se dirigía rumbo al baño de la lujosa casa.

A los pocos minutos apareció de short y con el pelo mojado. ¿Qué hizo? Nos preguntábamos los periodistas. Sí, lo que nadie podía imaginar. ¡Se pegó una ducha! “Claro, tenía un calor bárbaro”, me reveló entre risas.

Pero eso no fue todo. En pleno almuerzo se disparó el rumor de que en cualquier momento llegaba Julio Humberto Grondona, el desaparecido hombre fuerte de la Asociación del Fútbol Argentino. De pronto se escucha un helicóptero que terminó descendiendo a escasos metros de donde se desarrollaba la fiesta.

Y apareció don Julio. El mundo de la Conmebol parecía de película. El dirigente pasó mesa por mesa a saludar a todos los presentes. Pistola, que estaba de short, lo veía venir por lo que empezó a revolver debajo de la mesa que compartíamos, entre otros, con Pablo Karslian. Y de pronto, tomó una bolsa de nylon, sacó un pantalón, y en medio de todos los invitados que lo miraban incrédulo, se lo puso, luchando con los zapatos.

Cuando Grondona llegó a su mesa, Pistola estaba hecho un caballero, vestido de pantalón y camisa extendiendo su mano. Al tiempo que con la otra se tocaba el corazón tapando una mancha de sandía.

Marsicano, que falleció el 10 de agosto de 2012, tenía una salida para todo. La peleó desde chico. Se formó en la escuela de la calle. Se subía a los ómnibus a vender diarios.
Con el tiempo llegó a ser presidente de Progreso y fue un referente en el merendero que armaron en la zona para darle un plato de comida a los chicos más necesitados.
Foto MPP.org.uy


En setiembre de 2014 en el club Progreso se le hizo un homenaje. El entonces presidente de la República, José Mujica, expresó que Marsicano era un hombre humilde, que no tuvo la oportunidad de ir a la escuela y que se crió en la calle.

“No tenía los valores de la Universidad, sino de la propia vida. Jamás se olvidó de los postergados. Era muy solidario, no con lo que le sobraba sino con lo que él no tenía”.

Tabaré Vázquez, su amigo de siempre, lo recordó expresando: “Los hombres como Pistola Marsicano no mueren, se siembran”.

Comentarios

  1. Felicitaciones y gracias por recordarlo.!!!

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  2. Excelente, entretenida y por demás divertida historia, que recoge un ejemplo de entre tantas personas que con su sacrificio y sencillez han hecho y hacen posible qué exista nuestro fútbol.
    Muchas gracias por compartirla.

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  3. Muchas son sus historias .En una de sus salidas del país en el aeropuerto al presentarse ante una funcionaria antes del embarque .La chica que lo atendió no tuvo muy buen trato debido a su apariencia física . Cuando accede a su pasaporte tenía muchas salidas .A lo cual la chica cambio su trato y quedó asombrada .Una anécdota entre tantas .

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