Bicho: el inédito caso del jugador que pagó para que se hiciera su pase y terminó marcando a Ginóbili, Oscar y Tato López
Foto facebook Silveira (Último Cuarto Jime Montgomery) |
Corría
el año 1999 cuando uno de los más grandes exponentes del básquetbol brasileño
pedía pase para Flamengo. Su apellido: Schmidt. Su nombre eterno: Oscar. Una
bestia del gol.
Para
que tengan idea, el primer día de diciembre de ese año embocó un libre que le
significó llegar a los 43.000 puntos. Se retiró anotando 49.703 tantos lo que le
significó ser miembro del Salón de la Fama de FIBA (Federación Internacional de
Básquetbol).
Y
fue por aquellos tiempos que a Welcome le tocó medirse contra el equipo más
popular de Río de Janeiro. La noche anterior la bestia de Oscar había marcado,
él solo, más puntos que todo el equipo ecuatoriano al que habían vencido.
El
técnico de Welcome, Víctor Berardi, y su ayudante Cacho Perreta, llamaron a los
mejores marcadores del equipo: Diego Losada y Luis Silveira. “Mirá, Dieguito
–comenzaron diciéndole a Losada–, de entrada, vas a empezar vos marcando a
Schmidt. Te olvidás de los demás. Te le ponés entre la pelota y él, y el resto
no te importa. Porque si él no la toca se va a calentar y se va a calentar con
los compañeros”. A su lado, Silveira escuchaba sin escuchar. Hasta que Berardi
le dijo: “Bicho, vos lo mismo. No ayudes, porque vos tenés la manía por ayudar”.
El
Bicho, que era medio inconsciente, por dentro pensó sin decirlo: “A mí que me
den el número de chapa del que tengo que marcar y lo sigo”.
De
noche van a la cancha. En pleno calentamiento, los entrenadores llaman a
Silveira. “Acordate, no ayudes, tenés que estar cerca de él, cara a cara porque
si no le dejás tocar la pelota se va a molestar”. Pero el Bicho estaba en su
mundo.
Oscar (Foto: Facebook Oscar Schmidt) |
Cuando los equipos se aprestaban a salir a la cancha, antes de la arenga final, y mientras todos juntaban las manos para cumplir con el ritual de romper filas, el Bicho preguntó: “¿Cuál es Oscar Schmidt?”.
“¡Nos
queríamos matar!”, rememoró Cacho Perreta. Entonces le dijeron: “Es el 14”.
El
Bicho lo miró y comentó: “Ah, pero ese juega abajo”.
“No,
Bicho, ese te tira de aro a aro”.
¿Cómo
le fue a Silveira contra el gran goleador brasileño y qué hizo para intentar
neutralizarlo?
Luis
contó que miraba a los rivales para buscarles un punto flaco. Pero se encontró
con un problema ante la máquina del gol brasileña ¡ Oscar tenía muy pocos
puntos malos!
“Cuando
lo analicé pensé, al diablo con esto. Este tipo mide dos lucas (dos metros) y
yo 1,88 metros. Va a ser difícil llegarle al tiro. Entonces pensé, que no
reciba. Pero lo cortinaban en todos los ataques. En un momento pensé que el
punto flaco era cuando picara. ¡Es ahí! Pero el tipo no picaba. Salía de las
cortinas, recibía a la altura del hombro, y tiraba. Una bestia”, me contó
Silveira cuando lo entrevisté para el libro Pequeñas
grandes historias del básquetbol uruguayo.
Oscar, Kobe Bryant y Ginóbili (Foto Facebook Oscar Schmidt) |
¿Cuál
fue el punto flaco que le descubrió Silveira al goleador brasileño que integra
el Salón de la Fama del básquetbol mundial? “Cargosearlo y que se ofuscara”,
reveló entre risas. Fue así que lo persiguió hasta cuando pedían tiempo. Lo
marcó hasta con la cabeza. A lo Bicho. Oscar se puso de mal humor y llegó un
momento que en lo único en que pensaba era en hacerle goles a Silveira. “Me
terminó haciendo como 40 puntos, pero ganamos nosotros”.
Luis
Silveira fue un obrero del básquetbol. Tan es así que es dueño de una historia
sumamente particular: en lugar de cobrar por su pase de Stockolmo a Welcome,
terminó pagando 500 dólares por mes para que se hiciera la operación.
Compró el pase
Bajo
la influencia de Óscar Magurno, Welcome fue protagonista del básquetbol
uruguayo con cuatro federales sucesivos ganados entre 1997 y 2000. A instancias
del técnico Francisco Paco Bolaña y la recomendación de Osky Moglia, Welcome fue
a comprar el pase del Bicho.
Todo
parecía encaminado hasta que Stockolmo pidió una cifra que los dirigentes de
Welcome no estaban dispuestos a pagar. Silveira no lo podía entender. Es más, reveló
que en aquel entonces (año 1995) le debían plata.
“Para
que tengan una idea, cuando me casé recuerdo que no había un mango y me
terminaron dando una cocina y una heladera como forma de pago”, expresó el
Bicho.
Stockolmo
pretendía alrededor de 40.000 dólares para avalar la operación. Pasaron los
días, no se avanzaba, y el pase corría riesgo de caerse. Para el Bicho no era
una negociación más. Aquella transferencia significaba su salvación económica.
Ante
esta situación, el Bicho se reunió con los dirigentes de Stockolmo y propuso: “Vamos
a hacer una cosa, la deuda que tienen conmigo vamos a eliminarla. Los cuatro o
cinco mil dólares que me deben, no me los pagan, los sumamos al monto del pase
y vemos si de esa manera llegamos al precio de la venta”.
Pero
la propuesta no tuvo andamiento. Welcome no estaban dispuestos a pagar más de
16.000 dólares. Los números no cerraban.
Fue
entonces que al Bicho se le ocurrió la idea de pagarse su propio pase. ¿Cómo? ¡Sí,
comprar su pase! Pagarlo de su bolsillo para que se hiciera el negocio.
En
su primer año de contrato, Welcome le pagaba 10 meses de 1.400 dólares. El Bicho
llamó a Magurno y le dijo: “Óscar, de los 1.400 que me tiene que pagar, le pido
que me descuente 500 por mes hasta completar el dinero que pide Stockolmo para
aceptar la transferencia”.
“Así
que aquello que dicen que al jugador le corresponde el 20% de la negociación,
conmigo no corrió. En vez de recibir dinero tuve que poner dinero. Yo terminé
pagando. Pagué para que se hiciera el pase”, contó Silveira que arriesgó. Fue
así como, durante un año y todos los meses, le descontaron 500 dólares.
Cuatro veces eliminado de la selección
Carrera
sacrificada la del Bicho. Lo eliminaron cuatro veces de la Selección. Pero jamás
se rindió. La primera vez que lo citaron y fue a entrenar quedó deslumbrado.
Pero no por la noticia ni por el hecho de compartir plantel con varias figuras.
Quedó impactado con el Cilindro Municipal de Montevideo, el viejo escenario
donde entrenaba el combinado nacional. El Bicho nunca había visto una cancha
con tribunas tan grandes.
Fue
recién en 1995, antes del Sudamericano de Paraguay, cuando por fin se
transformó en jugador de Selección. Víctor Berardi lo llevó a una gira previa
para observarlo en acción. Cuando lo vieron entrenar no lo podían creer: el
Bicho era un loquito que se tiraba de cabeza por la pelota.
Y
después de tantas amarguras, Silveira pudo por fin cumplir su sueño de ver el
Cilindro abarrotado de aficionados.
Marcar a Ginóbili y Tato
Para
Luis Silveira cada noche era planchada. Pero nunca rehuía a la responsabilidad.
En
el Federal se las tuvo que ver cara a cara con Horacio Tato López. El Bicho no
olvida aquellos duelos porque Tato le iba diciendo lo que le iba a hacer en
cada jugada. “Ahora te voy a amagar, voy a salir, pico la pelota, te tiro y te
hago el doble”, le decía Tato que agarraba la pelota y cumplía al pie de la
letra con todo lo que le había anticipado. El Bicho no lo podía creer.
A
la siguiente acción, otra vez el anuncio de Tato: “Guacho, ahora, en la que
viene, te voy a hacer el gol así”, le decía. Silveira recordó: “Lo peor es que
me hacía todo eso (risas). Y encima, después me decía: “¿Viste, guacho?”.
Con
la Selección uruguaya Silveira jugó infinidad de partidos en los cuales tuvo
que apelar a todos sus recursos para frenar a los goleadores rivales.
Una
noche la Celeste fue a enfrentar a Argentina en Neuquén. Al Bicho le habían
hablado de Emanuel Ginóbili. Pero poco le importaba. Cuando lo vio no
aparentaba lo que era. Flaquito, sin muchas piernas, a simple viste no le
parecía compleja la tarea. Arrancó el partido y Manu volaba en la cancha, su
agilidad era impresionante lo que le permitía llegar al gol con facilidad.
Entonces
el Bicho apostó a la vieja viveza criolla pensando en dominar a su rival desde
otro lugar. “Y me dije, a este si le meto el peso y le juego duro me lo como en
dos panes. ¡Pero el loco era una roca! Y, aparte, completo. No se enroscó
nunca. Perdimos por 50 puntos”.
Espíritu indomable
Para
Silveira no había imposibles. Las dificultades lo incentivaban. Hoy como
entrenador le dice a sus dirigidos que la marca es una cuestión de actitud y
espíritu. No es para menos, él se tiraba de cabeza. Caía y se levantaba. Si
recibía un golpe, jamás se quejaba. Su imagen parecía indestructible.
Físicamente
era un privilegiado. Osvaldo Tato Martínez compartió con Silveira en una
selección uruguaya que disputó un torneo en Angola. Como jugaban juntos en
Welcome los pusieron en la misma habitación del hotel donde pernoctó la
Selección.
Un
día, a las 4 de la mañana, Tato se levantó para ir al baño. Miró a la cama de
al lado y no estaba Silveira. ¿Dónde está el Bicho? ¿Habrá salido? Se preguntó
entre dormido y sorprendido por la ausencia de su compañero. Y de pronto, atrás
de la cama, alcanzó a ver la silueta de Silveira en penumbras. “¿Qué hacés,
Bicho?”, le preguntó Osvaldo sorprendido. “No podía dormir y me puse a hacer
abdominales”, respondió Silveira ante la cara de incredulidad de Tato.
Tato Martínez (Foto: Gentileza Osvaldo Martínez) |
Pero
no fue la única anécdota que vivió con Silveira. Otra vez, le tocó enfrentarlo
por el Federal de Segunda. Martínez jugaba en Nacional y Silveira por Sayago.
Aquel era un partido decisivo por el ascenso. A poco del final le tiraron una
pelota voleada a Tato. El Bicho estaba lejos. “Miro para atrás y lo veo venir corriendo
a toda velocidad. Yo piqué la pelota para hacer el doble ritmo y definir. ¡Pero
esta bestia no se tira una palomita! Apareció como si fuera Superman y me
cacheteó la pelota”. El Bicho venía tan rápido que siguió “expreso”, pasó por
debajo de una bandera que había en la baranda y casi se da contra el ventanal
de la puerta de ingreso de la cancha de Welcome.
Después
de tener que marcar a tanto monstruo, al Bicho le tocó al fin una buena. Contó
con orgullo que tuvo el privilegio de ser compañero de Wilfredo Ruiz en
Welcome. “Disfruté los últimos dos años de la carrera de Fefo. Un monstruo. No
le importaba nada, tiraba todo lo que le llegaba a las manos”.
Silveira
recordó una anécdota vivida con Fefo. Un día, en pleno partido, el técnico Paco
Bolaña se enojó con el rendimiento del equipo y pidió un minuto de tiempo. Los
jugadores se sentaron en el banco. Bolaña apuntó directo, con la vista y con el
comentario: “Fefo, pará un poco, tenés tres jugadores arriba y te la tirás de
primera”. Cuando regresaban a la cancha el Bicho se arrimó al goleador y le dijo
por lo bajo: “Fefo, vos tranquilo, seguí tirando que yo te agarro el rebote”.
No me canso de Felicitar a este Se.Periodista, que nos trae anécdotas del deporte, en lo particular del Básquet que más quiero, El Bicho gran PERSONA, un comentario aparte . Era el Brasileño Óscar Smith., Ingeniero un gran jugador. .ni que hablar del Oscar Miglia y el Gran amigo Tato López.....Felicitaciones se.Señorans...le hago leer sus notas a todos mis nietos/as, porque el básquetbol uruguayo no empezó en el año 2000
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