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Mostrando entradas de enero, 2021
El tormento de Rodrigo Amaral. A los 10 años, cuando aún iba a la escuela, deslumbró y terminó en medio de una puja de contratistas. Tras ganar el Sudamericano Sub 20 volvió a ser rehén de intereses. En diciembre de 2020 se despidió de Nacional. Una historia de presiones que invita a reflexionar. Foto gentileza: Diego Martínez La cantidad de personajes que comenzaron a rondar  la s canchas en procura de lograr  la  representación de Rodrigo Amaral fue asombrosa. El chico, que se convirtió en una codiciada joya cuando apenas tenía 10 años, terminó en medio de una puja de empresarios. La  historia de Rodrigo Amaral podría ser una más de  la s tantas que viven los niños con talento. Gente desesperada atrás  del  chico; captadores intentando por todos los medios convencerlo para llevarlo a su club, empresarios conversando a los padres para que firmen un compromiso de representatividad. Nada que no hubiera vivido otro chico. Los casos abundan: Enzo Scorza, Nicolás Schiacappasse, Santia
Cortó a un extranjero que pegó un alarido, se desplomó en el piso, y le empezó a salir baba por la boca, llegó a un entrenamiento pasado de copas y tiene una remera firmada por Ginóbili. El anecdotario de Javier Espíndola, una carrera de más de 40 años dirigiendo a todas las estrellas . La soledad de la vieja cantina daba una extraña sensación de inmensidad. Javier esperaba allí, en una mesa, pegado a la estufa a leña. Se había hecho lo imposible por mantener a Bill Singleton en Malvín. El cuerpo técnico intentó por todos los medios ponerlo en forma física. Lo sacaron a correr por la rambla, le marcaron rutinas físicas, lo cuidaron en la comida, pero no hubo caso. Bill era una especie de oso enorme. “Vivía en el club y un día nos quedamos a espiarlo. Era de noche y ahí lo pescamos: ¡Se bajaba dos Norteñas (cerveza) de litro enteras!” dijo Javier Espíndola, el técnico que aguardaba al estadounidense para darle la noticia que nadie en el club se atrevía a darle a aquella mole de dos
PaTEAndo Mitos. La obra silenciosa de un chapista que montó una escuelita de fútbol para que los chicos autistas tengan derecho a la diversión. Esta historia es conmovedora. Se define en una frase: “Cuando un chico autista te mira y te abraza es tocar el cielo con las manos”.   Seguramente para Gerardo Britos hubo un antes y un después del nacimiento de su hijito Franco. Con 3 años no hablaba. Emitía sonidos. Le diagnosticaron sordera. Fue operado y la problemática derivó en trastornos de lenguaje. Algunos especialistas le dijeron que el caso estaba dentro del espectro autista. “Mi hijo tenía dificultades dentro de los tímpanos. No hablaba, emitía sonidos y se hacía entender en todo. El tema se solucionó y recién a los 5 años empezó a escuchar. Eso trajo aparejado un retraso. Se le nota en los movimientos el trastorno, porque cuando empezó a jugar al baby fútbol tenía movimientos torpes para correr”, comenzó diciendo Gerardo Britos a Que la cuenten como quieran . Entonces el co