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Mostrando entradas de abril, 2021
La vida dependía de un milagro. Un tumor se había alojado en el cerebro de la chiquita. Viajar al exterior era la única esperanza de salvar a su hija. No tenía para los pasajes. Un exjugador se los compró. Fue solo, con lo puesto. Cuando llegó su hija la vio en silla de ruedas. Lloró día y noche. La historia mediática de William Gutiérrez es más que conocida. Fue basquetbolista, jugó con Tato López, y se coronó campeón. Fue futbolista, jugó en la selección, y se coronó campeón uruguayo. Pero pocos saben de la pelea que brindó afuera de la cancha. Ahí donde jugó el partido de su vida. Por su hija Kareen. Willy andaba por la vida sin demasiadas preocupaciones. Eran tiempos de recibir los frutos de la siembra. Este hombre, nacido en Mercedes, llegó a Montevideo con una mano atrás y otra adelante peleando por su sueño de jugar al fútbol. Lo hizo contra la voluntad de su padre. Para viajar debió prometerle a su madre estudiar en la capital. Se anotó en la UTU y le tocó el turno de la ta
A Panchi lo esperaban Tracy MacGrady, Aaron Brooks, Luis Scola, Shane Battier, Yao Ming y Dikembe Mutombo para entrenar en los Rockets. Pero se negó a viajar. “Vos me estás jodiendo”, le dijo Osky Moglia. Argumentó que lo conocían y quería el contrato. Barrera y una asombrosa historia. Foto: Fiba   Todo comenzó en el año 2000 en un viaje de Moglia a España. Osky quemaba sus últimos cartuchos en Welcome y todos los años viajaba al menos dos veces a territorio español a visitar a los amigos que había cosechado de su pasaje por el básquetbol de aquel país. En uno de esos viajes lo acompañó el entonces presidente de Welcome, Lope González. Estando allá, un día Osky le pidió a Lope si lo acompañaba a saludar a unos amigos que tenía en el club Joventut de Badalona. Al final de la visita los invitaron a comer. En determinado momento del almuerzo el presidente del club español, que era amigo de Osky, consultó si en Uruguay había surgido alguna figura nueva. Moglia respondió afirmativamen
Alguna que otra noche Carlitos lloró frustrado. Uno de sus muchachos se dejó atrapar por la droga. No bajó los brazos. La lucha siguió adelante. En un lugar inhóspito levantó un gimnasio de boxeo. La misión: sacar a los gurises de la droga y las calles de Marconi, Casavalle y Piedras Blancas. Esta es la obra silenciosa del exboxeador Carlos Ballestrino. A pulmón y recibiendo los golpes de la vida. Carlos Ballestrino fue boxeador entre 1988 y 2006. Fue citado a la selección en 1990 para iniciar una preparación que tenía como objetivo los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Pero su carrera tuvo una particularidad tan extraña como real… renunció a la selección. ¿Motivos? Se enteró que su técnico se había bajado del ring en una pelea. Se negó a que lo dirigiera. Lo suspendieron. “En el 91 fui suspendido. Yo me había ido del Cilindro al club L'Avenir donde me dirigían Nolberto Fleitas, el Canario y Tito Márquez como alterno. El tema es que de la selección me querían tirar para a
Carcajada se plantó en la fiesta. Vestido de traje, empezó a gritar: “¡Traidor, vos no sos Danubio! ¡Yo soy Danubio!”. Así defendía al cuadro Carlos Correa. El día que lo llamé me contó entre lágrimas: “Danubio me dio de comer, sabe”. Hoy, con la franja en la B, quedó su legado y su orgullo de pararse en la puerta de la sede a que los viejos lo saludaran. Los tiempos cambiaron. El súper profesionalismo dejó de lado los sentimientos. La semblanza de Carlos Carcajada Correa es un bálsamo para los danubianos que quedaron heridos por el descenso. No es para menos. El amor más puro de este hombre queda reflejado en una frase: “El solo hecho de ponerse aquella camisa de Danubio que era gruesa, que le sacaba la sangre y que me la llevaba a casa para lavarla yo, era un orgullo”. El día que lo llamé a su Cerro Largo natal para el libro Son cosas del fútbol (Fin de Siglo) me sorprendí. “No, acá no vive, pero si usted me espera 10 minutos se lo llamo”, me dijo una señora que caminó media cua