En una servilleta: el inédito contrato que firmó Luis Noé con uno de los narcos más poderosos del mundo
La inocencia de Luis era tal que no tenía ni idea de la persona que se interesaba por su pase. Su contrato lo firmó en una servilleta de un hotel, un documento que guarda como un tesoro y que revela en esta historia de Que la cuenten como quieran.
Cuando
desembarcó en América de Cali se encontró con el hombre que lo había comprado:
Miguel Rodríguez Orejuela. El día que lo vio vestía sencillo. No tenía cadenas
ni grandes relojes. Jean y camisa, tan simple como eso. Luis no tenía ni idea
quién era. Con 19 años lo único que quería era jugar.
Pero
todo cambió a partir del día que le hizo un gol a Deportivo Cali en el clásico.
El partido estaba igualado, Luis entró y marcó el gol del triunfo.
Minutos
después, en el vestuario, le hicieron llegar un mensaje: “Noé, lo espera el
patrón. Quiere que vaya a cenar a su casa”. Y allá vivió el primer episodio
insólito.
Luis
Noé es dueño de una historia increíble: la de su particular relación con Miguel
Rodríguez Orejuela, el Señor, uno de los capos narcos más poderosos del mundo,
que manejaba el Cartel de Cali, y que lo “adoptó” como un ahijado.
Un
contrato fuera de lo común
El
año 1987 no fue uno más en la vida de Wanderers. El equipo ganó el torneo
Competencia y fue allí donde le echaron el ojo al joven que jugaba de 10: Luis
Noé.
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por Aníbal Maño Ruiz y Julio Avelino Comesaña, un emisario del América de Cali
desembarcó en Montevideo. Noé, representado por Marcos Lubelski, tenía 19 años
cuando asistió a la reunión donde le trasladarían el ofrecimiento.
El
acuerdo se selló por 11 años. Y lo curioso del caso fue que se firmó en una
servilleta del hotel que Noé conserva al día de hoy entre sus recuerdos. Increíble
pero real. En la década de los 80 el América no era cualquier club. Era el club
de los Rodríguez Orejuela. Los capos del Cartel de Cali. Manejaban sumas de
dinero impensadas. Y el contrato del jugador con uno de los capos más poderosos
del Cartel de Cali se selló en un simple papelito. “Yo nunca tuve ni firme un
contrato más allá de esa servilleta”, reveló Noé a Que la cuenten como quieran.
Wanderers
selló su año soñado conquistando la Liguilla, tras vencer en la final a
Nacional, y América mandó llamar a Noé.
De pasar necesidades a un mundo irreal
Luis
Noé las había pasado de chico. En una nota para El Observador con el periodista
Marcelo Decaux, contó que cuando sus padres se separaron se fue a vivir con su
viejo que hacía chapa y pintura.
Una
camioneta Willis de un cliente pasó a ser la vivienda. “Mi viejo le dijo que en
seis meses quedaba nuevita. Pero como dormíamos adentro la cambiamos de lugar y
le decíamos que faltaba tiempo. Estuvimos seis años y el hombre casi nos mata.
Pero después entendió y nos dejó seguir durmiendo ahí. Mi viejo era un grande,
laburaba de sol a sol y cocinábamos con ladrillos, dos fierritos y leña al lado
de la camioneta”, reveló el exjugador.
Luego
fue a Wanderers y durmió debajo de la tribuna del Viera con el Topo, actual utilero del club.
Pero
en un abrir y cerrar de ojos todo cambió. Llegó a un América de Cali plagado de
estrellas donde, para que tengan una idea, había jugadores que ganaban 10 mil
dólares por cada gol convertido.
Noé, Gareca y Falcioni |
Noé
viajó a Colombia con su padre. Apenas llegó le llamó la atención la cantidad de
periodistas que había en el aeropuerto.
“Bajé
del avión y estaba lleno de periodistas. Y yo me fui de bermudas y remera.
Cuando me vio el gerente del club se quería morir. ‘¡Cómo va a bajar así!’, me
dijo y me hicieron poner un saco y una corbata. Tuve que dar dos conferencias.
Una en Bogotá y luego en Cali. Quedé asombrado”, narró Noé.
El BMW descapotable
Luis
arrancó su periplo en América sumando pocos minutos en cancha. El equipo tenía
estrellas de la talla del argentino Ricardo Gareca, el paraguayo Battaglia,
Sergio Santín, Anthony De Ávila, entre otros.
Pero
su suerte cambió el día que le hizo un gol al Cali en el clásico. A partir de
allí pasó a ser el “niño mimado” de El Señor.
“Todos
me decían, vos sí que estás salvado, pasé a ser el ahijado de Miguel, era el
más joven, había apostado por mí. Me quería mucho, teníamos buena amistad.
Además me hice amigo de uno de sus hijos que era de mi edad”, narró el
exvolante a Que la cuenten como quieran.
Aquella
noche que el capo lo invitó a cenar a su casa, tras el gol en el clásico, Luis
le pidió a su compañero Pedro Sarmiento si lo acompaña.
Y
allá fue, a Ciudad Jardín, donde Miguel Rodríguez Orejuela tenía una mansión.
Miguel Rodríguez Orejuela |
“La
verdad, yo no tenía ni idea de que era el jefe del Cartel de Cali. Bueno
resulta que voy con Pedro a la casa del hombre. ¡Una mansión que no se
imaginan! Guardaespaldas por todos lados, gente con ametralladoras. Había mucha
gente, todos contentos por el clásico ganado, y en un momento me dice: ‘Vaya para
abajo y elija un regalo’. Yo no entendía nada. Llego y había una flota de BMW,
Mercedes, ¡cada autos! Y ahí mismo le digo, Miguel, yo no sé manejar. Pedro
Sarmiento me pegaba pataditas por abajo. Me quedé con un BMW rojo,
descapotable”, recordó Noé.
Luis
dice que cuando salieron de la mansión, con Pedro al volante, su compañero lo
retó: “¡Cómo te vas a negar a un regalo del hombre. Vos tenías que elegir el
auto en el que te ibas y chau, hueón!”.
Noé
recordó entre risas que “el auto se lo quedó Pedro. Lo manejaba él y me
llevaba”. Y con el paso de los años agregó otro detalle: “Resulta que esos
autos no se pueden vender, pasaron los años y por el 2011 me manda una foto con
el BMW rojo descapotable”.
Popularidad
Por
esos tiempos la popularidad de Luis Noé creció al grado de que su foto aparecía
impresa en las entradas de los partidos.
Un
día llegó a un lugar y estaba María Conchita Alonso, la exreina de belleza,
cantante y actriz, que pidió para sacarse fotos con los jugadores y lo hizo con
Gareca y Noé. “Nos trataban como estrellas, mejor que en Europa, los mejores
hoteles, viajabas en primera clase, te daban todo”, expresó.
A
esa altura tenía una relación amistosa con Miguel Rodríguez Orejuela.
“Era
un tipo que no dejaba que te faltara nada. Una vez llegué tarde a la práctica y
Ochoa lo llamó y le dijo, su jugador llega siempre tarde. A los pocos minutos me
llama Miguel y me pregunta qué pasaba que llegaba tarde. Y se me da por decirle
que vivía en un apartamento grande, que me tiraba a mirar la tele en el living
y no escuchaba el teléfono porque lo tenía en el dormitorio. ¡Mentira! Yo me
pasaba horas jugando al Nintendo y me quedaba hasta las 4 de la mañana. Y pese
a que yo le estaba mintiendo, al otro día mandó poner teléfonos en todo lados
en el apartamento, en la habitación, en el baño, en la cocina”.
Noé abre el libro de su memoria y va de anécdota en anécdota. “Otro día me invita a comer a la casa y justo estaban mirando la televisión y pasan un gol increíble que me comí. Me miró y me dijo: ‘mire el gol que erró’. Y se me da por decirle la excusa de los zapatos de fútbol a los que ellos le dicen guayos. Entonces le digo que tenía los guayos jodidos, y me dice, mire usted. Al otro día me había mandado una cantidad de pares de zapatos”.
Se enojó el capo
El
tema es que Luis comenzó a chocar con el técnico. Es que el reconocido Gabriel
Ochoa no lo ponía y el uruguayo quería jugar.
“El
tipo no me daba bola. Un día contra el Pereira me pone a marcar un lateral. Ganamos
2 - 0 e hice los dos goles, pero de cara al siguiente partido me sacó. Entonces
fui y lo encaré. Empezamos a discutir”, contó Noé.
A
las pocas horas, teléfono. Era un periodista para una nota. Y ahí Luis, molesto
por la situación, le dice: “mañana me voy”. Lo que no sabía Noé es que el
hombre estaba escuchando la nota.
Al
otro día, entrenamiento del América, y empiezan a desembarcar guardaespaldas
por todos lados. Claro síntoma de que llegaba Miguel. Pero, no lo hizo por
tierra, sino que llegó en un helicóptero. ¡Sí, en helicóptero al entrenamiento!
“Miguel
no bajó, solo le dijo a un guardaespaldas: ‘¡Traiga a Noe!’.
Viene
el tipo y me dice: ‘Noé te busca el patrón’. Ahí pensé que era boleta, la
verdad. Voy al helicóptero, que estaba parado al costado de la cancha, y me
dice: ‘¿usted por qué se me quiere ir?’.
Y
le dije, mire Miguel yo quiero jugar.
El
tipo se enojó conmigo y me empezó a insultar. “Mal parido, se me quiere ir”. Aquello
era de película. El helicóptero al costado de la cancha. Yo parado al lado. Mis
compañeros mirando”, contó Noé rememorando aquel momento.
“Lo
mío era de una inconsciencia propia de la edad. Yo trataba con él hombre como
uno más y al día de hoy me pongo a pensar las cosas que le decía… y mira que
discutía con él eh, porque no era fácil. Él siempre me decía que yo le decía
las cosas”, agregó.
Otra
vez que se armó terrible revuelo fue cuando se fue a jugar a préstamo al
Bucaramanga. “Resulta que jugábamos contra América que tenía un cuadrazo.
Entonces nos llamaron diciendo que ellos iban primeros y que el que quisiera
que no jugara el partido. No te lo decían pero era un recordatorio como
diciendo recuerden que nosotros pagamos los sueldos. El técnico nos dijo,
muchachos eso va en cada uno, y yo dije juego. No me importaba nada, era un
inconsciente y jugué. ¡No sabes el lío que armamos! Les empatamos en la hora y
los complicamos. Miguel se enojó y no nos pagó por tres meses. Luego vamos a
jugar contra el Cali, que era el rival de ellos, y me llamó un amigo de Miguel
y me dijo: ‘a ver si se recomponen”.
Finalmente
Luis se vino a Uruguay y firmó contrato con Nacional. Lo cierto es que pasaban
los días y el transfer que le permitía quedar habilitado para jugar no llegaba
nunca. Cierto día Miguel Rodríguez llamó al jugador y le preguntó: “¿Arregló en
Nacional? ¿Y cuánto le pagan?”. Cuando Noé le dijo que menos que en América, el
dueño del cuadro colombiano respondió: “¿Cómo me deja a mí para ganar menos?
¿Cómo es su tema?” Y le dije yo lo único que quería era jugar y que en Nacional
iba a jugar. ¿Saben qué hizo? Me dijo que me iba a pagar la diferencia entre lo
que ganaba en América y lo que me pagaba Nacional”.
Estalla la guerra de carteles
Noé
volvió al América pero ya nada sería igual. El país pasaba por un proceso
complejo al estallar la guerra entre los bandos de narcos más grandes y
poderosos de entonces: el cartel de Cali y el de Medellín.
“Cuando
estalló la guerra con Pablo Escobar se complicaron las cosas. Empezaron a dar a
todo el mundo y podíamos caer todos. Ahora salió a luz que en un momento pensaron en matar a Gareca
y ese era el miedo de Miguel, porque a los jugadores nos cuidaba”, contó Noé.
El
exvolante contó que los partidos contra Atlético Nacional, el cuadro de Escobar,
eran complicados. Cuando jugaban en Medellín el piso de abajo y el de arriba
del hotel, donde se quedaba el cuadro, estaba rodeado de custodias.
“Todo
el mundo vivía con temor. Se convivía siempre con la presión esa de, erro un
gol y me van a querer matar. Es que habían matado jueces, mucha gente, yo creo
que lo jugadores tenían ese temor, nadie se animaba a decirlo, pero el temor
estaba”, contó.
Cuando
estalla el conflicto los contactos con Miguel Rodríguez Orejuela pasaron a ser
esporádicos. “Ya no era fácil ir a verlo como antes”.
Noé
dice que jamás recibió amenazas ni nada por el estilo. “A los jugadores siempre
nos cuidaron. Yo jugué en Bucaramanga, iba a cobrar a Cali a su oficina, y nos llevaban
los guardaespaldas hasta la puerta de la casa. Vos cobrabas y no te dejaban
regalado con la plata, sino que te acompañaban de regreso”, rememoró.
Atrapan a Miguel
El
6 de agosto de 1995 fue capturado Miguel Rodríguez. Tres días antes de su
captura el bloque de búsqueda allanó el apartamento 402 del edificio colinas de
santa rita al oeste de Cali.
Vaya
paradoja, su devoción por la Virgen del Carmen lo terminó delatando. Es que
cada noche Miguel le encendía una vela a la virgen y la luz de la veladora fue
la pista que siguió el bloque de búsqueda para encontrarlo.
Luis
Noé asume lo increíble de la historia que vivió. Reveló que tuvo una excelente
relación con Miguel Rodríguez Orejuela. “Él sabía que muchas de las cosas que
yo hacía eran de corazón, yo era un gurí. Miguel era un hombre sencillo. Eran
los dueños de Colombia pero el tipo andaba de mocasines, jean y camisa. No
utilizaba cadena, ni relojes. Bien sencillo”.
Con
el paso de los años Noé mira a distancia lo vivido. Está agradecido. Dice que
de su paso por Colombia, además de las vivencias, le quedaron muchos amigos. Además
de un par de detalles increíbles y difíciles de olvidar: el valor de la palabra
para esos hombres y su contrato. Un acuerdo por 11 años que se selló en una
servilleta de la Hostería del Lago y que, tras firmar, se lo entregaron y le
dijeron: “este es su contrato guárdelo que es el que vale”.
Está Buenarda la historia!!!
ResponderEliminarVamo arriba Seño!!!
Clap! Clap! Clap!!!
ResponderEliminarEstupenda historia, por demás interesante y representativa de una época del continente y en especial de Colombia.
ResponderEliminarIncreíble el poder que poseían esos cárteles,más aún en una institucionalidad debilitada y con gran descrédito del Estado.
Resulta insólito que esos cuadros ni hayan tenido una incidencia marcada a nivel internacional en esa coyuntura, teniendo en cuenta el dinero que manejaban.
También sorprende lo sagrado que era el valor de la palabra para esa gente.
Muy buen blog, muy interesantes todas las historias, gracias a 13 a 0 llegué al trabajo de Señorans
ResponderEliminarMuy buena Jorge! Abrazo
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