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Escándalo en la cancha de Racing. Expulsan al golero Acuña. El hombre de bigotes se puso una campera y se paró detrás del arco. El Laca Bergara se disfrazó de golero. Julio, con su ingenio, le dijo a un alcanzapelotas: “Si viene uno solo metete a marcarlo”. En los descuentos ocurrió lo impensado. El botija entró y evitó un gol. Desde aquella tarde Racing celebra cada 27 de setiembre como el día del hincha. Una historia folclórica y con el potrero en la piel. El arco de Racing era uno de los menos vencidos del campeonato Uruguayo de 1992. Era el último año de contrato del golero Julio Acuña. Terminar el torneo con la valla con menos goles en contra podría significar el pasaporte a la renovación de un nuevo acuerdo con la institución. En pocas palabras, tener un año más de trabajo. La tarde del 27 de setiembre de 1992, Defensor Sporting visitó el Parque Roberto. Faltaban cinco minutos para finalizar el partido. La viola ganaba desde el minuto 25 con gol de Darío Silva. Pero allá iba
“El técnico de la selección es un sinvergüenza”. Enojado y sin pelos en la lengua, el volante expresó su sentimiento. A los pocos días, el club trató al entrenador de Uruguay de “incapaz e inepto”, exigiendo su renuncia al cargo. ¿Qué había provocado tanta indignación? La eliminación de un jugador que defendería a la celeste en el Mundial.   Liverpool y Saúl Rivero fueron protagonistas de una situación inédita que llevó a la directiva del club de Belvedere a pedir la destitución de Roberto Porta como entrenador de la selección. El tema llegó al grado tal que Porta respondió a la acusación remitiendo una carta a la AUF. Impensado por estos tiempos. La particular historia se generó previo al Mundial de 1974. La selección uruguaya realizó una extensa gira por Centroamérica, el Caribe y Oceanía. Rivero había sido titular en los partidos contra Jamaica y Hong Kong donde los celestes golearon 3-0 y 4-1 respectivamente. Antes de aquellos encuentros, Porta habría manifestado a su plant
Don Roque era cantinero. El presidente de la IASA era un hombre con ideas revolucionarias. Un día le pidió a Julio Toyos si lo acompañaba a ver al accionista de la FNC al que le dijo: “vengo a comprar el Palacio de la Cerveza”. Con el cuadro en la B se inició la aventura y la increíble historia de un club que fue rico. Aquel día, Toyos no podía creer cuando se sentó junto a don Roque y Numa Pesquera, expresidente de Nacional y accionista de la Fábrica Nacional de Cervezas. Luego de los saludos de rigor, don Roque sorprendió: “Le vengo a comprar el Palacio y la Popular”. Numa Pesquera se acomodó en el sillón, lo miró, y respondió: “Roque… si el Palacio y la Popular lo estamos vendiendo porque no conseguimos mantenerlo, ¿cómo va a hacer un club de fútbol? ¿De dónde van a sacar la plata para comprarlo?”. Pero a Roque Santucci, presidente de Sud América, nada lo detenía. Ni siquiera los que lo tildaban de loco por la patriada de querer comprar el Palacio de la Cerveza. El hombre llevó
Desde chiquita convivió con interrogantes sin respuestas. ¿Por qué yo? ¿Por qué así? Jamás contó a sus padres lo que lloró. Solita, encerrada en su cuarto. En verano no se ponía short. Le daba vergüenza. Fue duro el proceso de aceptarse. Florencia perdió una piernita por cáncer en tibia y peroné.  Foto gentileza Mauro Fernández La vida la puso a prueba siendo una niña. Por eso su orgullo. Por eso la felicidad de recordar aquella entrada al cumpleaños de 15 para entregarse a los brazos de sus padres y llorar juntos. Y más acá en el tiempo la satisfacción única de ponerse la camiseta de su país. Florencia Núñez fue la única mujer que jugó el Sudamericano de selecciones de fútbol para amputados. En el torneo disputado en Colombia, Uruguay se consagró vicecampeón y clasificó al Mundial de Turquía. Después de tanto sufrimiento, Florencia encontró la recompensa en el camino. Valió la pena no rendirse y pelear. Su historia conmueve.   Tenía apenas un año y medio cuando los médicos decid
El Loco Navarro entraba a la cancha con algodones y marcaba el área. Tenía por costumbre atajar la pelota y hacerla rebotar contra el travesaño. Cuando se fue, el arco quedó en manos de su cuñado Montoya que se hacía pasar por Pastor de una iglesia. Dos personajes increíbles de la historia de Rampla. Ricardo Jorge Navarro llegó a Uruguay en 1964 para defender el arco de Defensor procedente de Atlético Nacional de Colombia. En la viola ya había mostrado algunas de sus excentricidades. Atajada de gorra y cada vez que salía a cortar una jugada se la sacaba para cabecear. Pero lo más curioso era que enterraba un algodón en la mitad de la raya del área chica. Al año siguiente pasó a Rampla Juniors donde se encontró con Hugo Bagnulo como entrenador. Y para Don Hugo, un tipo serio y cabulero, encontrarse con el Loco Navarro fue toda una travesía. ¡Lo volvió loco! Se vestía siempre de negro y jugaba con unos zapatos que parecía que los había encontrado en un tacho de basura, rememoró su
Un partido marcado por la dictadura. Año 1973. El país en llamas. El golpe de Estado había provocado una huelga general y a los pocos días la selección se jugaba la clasificación al Mundial contra Colombia. Aquella noche la CNT pretendió dejar el Centenario a oscuras. Foto AUF (Revista Estadio) Los vecinos del Cerro se acercaron al capitán Luis Ubiña para pedirle apoyo a la huelga. Algunos pretendieron que Uruguay no se presentara. El tema se discutió hasta la madrugada en el plantel. Una historia que marcó a una selección uruguaya que fue disuelta y cambió de entrenador. De cara al Mundial de Alemania 1974, a la selección uruguaya le tocó dirimir su clasificación contra Ecuador y Colombia. El calendario marcaba que la celeste debía jugar primero en el exterior y luego definiría la serie en casa. El 24 de junio de 1973 el equipo que conducía técnicamente Hugo Bagnulo igualó 0 a 0 con Colombia en El Campín de Bogotá. El equipo celeste jugó con Héctor Santos, Walter Indio Olivera
Una noche salió a buscar plata fácil. Estuvo tres meses escondido. No dormía ni comía. En febrero de 2009 lo agarraron. Fue juzgado y enviado a La Lata, el peor sector del Penal de Libertad.  Pasó por el Comcar, Rivera y Las Rosas donde recibió 14 puñaladas. Perdió una pierna.  Su vida cambió para siempre. La peleó. Salió a trabajar, constituyó una familia y el fútbol fue una vía de escape. Fundó Progreso y se transformó en pilar de la selección uruguaya de fútbol para amputados. Una historia conmovedora.   Pablo García caminó por las calles de Nuevo París. Como todo niño abrazó el sueño de ser futbolista. Corrió detrás de la pelota en el Lanza México y el Universal. Y como no podía ser de otra manera jugó en el cuadro del barrio: Liverpool. Al poco tiempo comenzó a peregrinar por el fútbol. Pasó por Alianza Montevideo, Progreso, donde conoció a Eduardo Gómez, un técnico que lo marcó y lo terminó llevando a Cerrito. Allí jugaba en Cuarta y Tercera división. El sueño estaba cerca.