Puente de amor: la acción de corazón del exbasquetbolista Álvaro Ramírez y su familia
El dolor se respiraba en el ambiente de la casa de los
Ramírez. Aquel no era un día más. La tristeza de palpaba en cada acción. Mariana
bañó al bebé. Álvaro, invadido por la melancolía, armó el bolso del pequeño en
silencio. Joaquina ya estaba en la escuela. Y Emiliano había decidido irse
antes. Cuando se enteró de la ingrata noticia, tomó su mochila y partió a
Mercedes con un nudo en la garganta.
Cada uno se desahogó a su manera. En la oscuridad de
la noche lloraron. El impacto de tener
que entregar el bebé que, durante cinco meses habían cobijado con tanto amor,
fue durísimo de soportar.
Álvaro y Mariana subieron a la camioneta y partieron a
la Fundación Mir. Un beso al bebé marcó el final de la relación de la familia
con el chiquito. Regresaron a su casa destrozados. Pero Joaquina, con sus 11
años, marcó la cancha: “¿Mamá, para qué llorás? Si sabías que esto iba a pasar”.
Y al poco tiempo se embarcaron en una nueva aventura…
El exbasquetbolista Álvaro Ramírez y su familia tienen
una historia de corazón digna de ser narrada. La de convertirse en Familia
Amiga y brindar tenencia temporal, pero por sobre todo amor, a niños nacidos en
un contexto de extrema vulnerabilidad. Un verdadero canto a la vida.
La personalidad de Joaquina
La voz de Yandira no la dejó pensar. Fue un terremoto
que se la llevó por delante. “Hola nena, escúchame hay una reunión cerca de tu
casa, por la iglesia de Lourdes, relacionada a un tema de unos bebes. Tenemos
que ir a ver de qué se trata”, le dijo su amiga a Mariana Peña, la esposa de
Álvaro Ramírez exjugador de básquetbol surgido en Cyssa Maroñas y con pasado
Unión Atlética, Goes, Aguada y Verdirrojo, entre otros.
Una vez en el lugar se enteró de que en Uruguay
existen alrededor de 2.500 menores separados de su familia de origen viviendo
en hogares del Inau. Y que se había creado la Familia Amiga, que tenía como
objetivo brindar la tenencia personal de esos niños. No era una adopción. El
tema pasaba por brindar amor en los primeros meses de crecimiento del bebé y,
una vez que se resolviera su situación legal, debían devolver al chico.
Mariana no dudó. Al terminar la reunión, se paró y se
fue a inscribir. “Sería conveniente que consultes a tu familia”, le avisaron.
Pero ella estaba decidida y convencida. Se anotó.
El tema fue cuando llegó a su casa y planteó el tema…
Emiliano, el hijo mayor de 23 años, no estaba
convencido. Argumentó lo doloroso que sería llevar un chiquito a la casa,
encariñarse con él, y luego tener que vivir el sufrimiento del desprendimiento.
“Mamá, si querés adoptamos un niño, pero ¡cómo vamos a
traer un bebé y luego lo vamos a devolver! A vos te da algo mamá, vos te morís”,
planteó Emiliano.
Joaquina, de 11 años, escuchaba todo sin intervenir.
Hasta que en determinado momento, con la simpleza de los niños, encaró y
disparó una frase que dejó a su papá Álvaro petrificado y la bombilla del mate
en la boca. “Vamos a hacer un puente de amor”, dijo la chiquita.
No se habló más. Se inició la construcción del puente.
A partir de ese momento la familia de Álvaro Ramírez
debió superar distintas etapas para recibir a un bebé en el hogar. No se trata
solo de anotarse y esperar. No. Es un proceso de entrevistas y visitas a
distintos profesionales que evalúan a la familia donde se quedará el niño a la
espera de su destino final.
“Son test con 95 preguntas. Permanentemente debemos
concurrir a psicólogo y asistente social en la Fundación Mir (Rodó 1924 esquina
Eduardo Avecedo)”, expresó Mariana Peña a Que
la cuenten como quieren.
Álvaro Ramírez aportó que: “Para que te aprueben como
familia son varias las entrevistas. Luego vienen a conocer tu casa. Es un
proceso”.
En ese período a la pareja le pasó algo extraño.
Cierto día los citaron para darles los resultados de un estudio.
A Mariana le dijeron que tenía una empatía demasiado
grande, que sufría por todo. El tema preocupaba a futuro por cómo reaccionaría
cuando tuviera que desprenderse de un bebé.
El tema es que a Álvaro le salió todo lo contrario. Que
tenía poca empatía. Cuando subió a la camioneta, Álvaro miró a su señora y le
dijo con cara de incredulidad: “te diste cuenta lo que me dijeron”.
Después de la incertidumbre llegó el llamado que tanto
esperaban.
Un bebé en la casa
El primer bebé que llegó a la casa de los Ramírez
tenía 20 días. Generalmente esos niños nacen prematuros por lo que requieren
máxima atención.
La esposa de Ramírez no olvida aquella primera semana
del chiquito en su casa. La cunita pegada a la cama y los nervios a flor de
piel.
“No te voy a mentir, cuando llegó el primer bebé la
primera semana tenía terror, temores, rezaba. Pero me aferré a una de mis
frases: ‘No hay nada que el amor no cure’. Yo ya no tengo miedo a nada. Que
vengan de esa cajita de plástico a estar en nuestros brazos es maravilloso. Se
genera algo increíble”, dijo a Que la
cuenten como quieran.
Y en un abrir y cerrar de ojos la vida de los Ramírez
cambió. Hasta el sueño. Álvaro no lo olvida. “Cada dos o tres horas se despertaba
a tomar la mema. Y allá había que ir… a las 3 de la mañana, a las 6, a las 9,
no hay horario, hay que levantarse a calentar la mamadera”, reveló el
exbasquetbolista a Que la cuenten como
quieran.
A veces, por razones laborales, Álvaro llegaba de
madrugada a su casa. Pero, a pesar del cansancio, respondía a su obligación de
padre sustituto con el corazón.
Mariana recordó que el día más feliz era cuando llevaban
al bebé al pediatra para su control. “Cuando nos decían que el niño había crecido
y aumentado dos kilos en un mes era una felicidad indescriptible para nosotros”.
Una verdadera confirmación de su instinto maternal.
¿Anécdotas? Innumerables. Desde la cantidad de gente
que se ofrece para ser canguro (cargar al bebé) hasta el día que Mariana se fue
a descansar y dejó a Álvaro con su amigo Richard a cargo del niño. Cuando se
levantó se encontró con los dos gigantes intentando ponerle un pañal al bebé.
Convivir con el abuelo
Pero la historia de amor de los Ramírez tiene un
detalle que hace aún más grande la obra. Los chiquitos que cuidaron a lo largo
de estos dos últimos años convivieron con el abuelo Alberto.
Pocos saben que de noche Mariana pasaba vigilando a su
papá que requería atención especial. El abuelo, como todos lo conocían, tenía
demencia senil y principio de Alzheimer.
La esposa de Ramírez recordó a su padre con una
anécdota maravillosa.
“Papá no entendía de dónde salían esos bebés que
lloraban. Entonces yo iba un día y le explicaba pero al día siguiente me decía,
‘pero yo escucho un bebé’. Bueno, resulta que antes de llegar el niño a casa yo
tenía entradas para ir a ver Roger Waters. Las había sacado mucho tiempo antes.
Álvaro llamó a la Fundación para preguntar si era conveniente que yo saliera y
dejara al bebé. A los pocos minutos me llamó la psicóloga y me dijo: ‘vos tenés
que ir al recital. Es lo mismo que cuando la mamá sale y el chiquito queda en
la casa con el resto de su familia”.
Lo cierto es que Mariana llamó a su amiga Verónica, con
la que iba a concurrir al recital, para comentarle que no estaba muy convencida
de ir al toque. Aquello era todo un drama. “Terminé pidiéndole a mi hermana Daniela
y su marido Polo si podían ir a casa a cuidar el bebé. Papá desde su cuarto escuchó todas las
llamadas previas y todo lo que se generó con el famoso tema del recital. Al día
siguiente me dice: ‘¡Qué irresponsable tu amiga! ¡Se fue a ver a Pink Floyd y
te dejo al hijo!’. A la semana, como seguía escuchando llorar al chiquito, me dice:
‘¿tú amiga no va a venir a buscar el bebé?”. El papá de Mariana falleció este
año.
El dolor de la partida
En la casa de los Ramírez todos tenían claro que el
compromiso con el hogar impide que el bebé esté más de un año con la familia
Amiga.
Pasó el tiempo y el chiquito crecía a pasos
agigantados. Y lentamente se avecinaba un momento de esos que marcan en la
vida. El de la primera comidita del bebé. Ese primer puré que deja huellas
fotografiadas para la eternidad.
“Yo no quería que el bebe empezara a comer estando en
casa pero el tiempo pasó y el niño tenía que empezar a comer, era un tema de
días. Y pasó”, contó Mariana.
Pero hubo otro momento que marcó a la familia y sobre
todo a la esposa de Alvarito Ramírez. Las fiestas. El fin de año se avecinaba.
Y es otro momento emotivo.
“Cuando teníamos la certeza de que el bebe se iba, que
ya sabíamos que iba a adopción, queríamos que pasara las fiestas con sus papás.
Yo decía, por favor que no pase las fiestas con nosotros porque luego el
desprendimiento iba a ser más duro, pero no lo logramos. Pasó las fiestas en
casa”.
Y llegó el día tan “temido”. El teléfono de la señora
de Ramírez sonó. Del otro le daban noticia más agridulce. El momento de la partida.
Mariana cortó y se largó a llorar. Joaquina, su hija,
se sentó al lado, la miró a los ojos a la madre y le dijo: “Mamá, ¿por qué
llorás, si sabías que esto iba a pasar”. “Lloro de felicidad”, atinó a decir Mariana.
“Es tan contradictorio lo que sentís, porque por un
lado estás feliz por el bebé, pero por otro sentís que algo se te va”, dijo
Álvaro Ramírez. Y acotó: “Y se te va para siempre…”.
Todos lo vivieron de manera distinta. El dolor fue por
dentro.
Emiliano, el hijo mayor, tomó su mochila y se fue. No
quería estar en la casa el día de la partida del bebé.
“Emi por primera había actuado como un padre y no como
un hermano. Lo cuidó de noche, cambió pañales, lo llevaba a lo de su abuela.
Cuando nos dijeron que en pocos días se iba, Emiliano agarró la mochila y se
fue a Mercedes”, contó su mamá.
“Ese día es el peor de tu vida. Guardar toda su ropita
y armar la valija… es bien duro”, reveló Mariana. Y Álvaro aportó: “aparte,
supuestamente nunca más lo vas a volver a ver. Imaginen lo que sentimos cuando
lo llevamos con Mariana a las 9 de la mañana, le dimos un beso, dejamos su
ropita, y nos fuimos. Y saber que nunca más lo vas a ver”.
Uno puede llegar a imaginar, pero jamás podrá sentir
lo que vivió la persona. Eso es único e intransferible. Se podrá explicar con
palabras, jamás con sentimientos. Son propios.
La carta de Mariana
Cuando se avecinaba la fecha de entregar al bebé a la
familia adoptiva, Mariana escribió una carta. A corazón abierto. La leyó una,
dos, cientos de veces. Y al finalizar puso su nombre y el de su esposo Álvaro
Ramírez, acompañados de los números de teléfono de ambos por si la familia adoptiva
necesitaba algo o tenía alguna duda.
Al dejar al niño en la Fundación, Mariana y Álvaro
entregaron la carta. Volvieron a su casa. Almorzaron y se acostaron a
descansar. Al despertar recibieron simultáneamente un mensaje de los padres del
bebé presentándose y agradeciendo todo lo que habían hecho.
Una vez que se desprenden del bebé no se corta la
relación con la Fundación Mir. “Por el contrario, todo el equipo con María y
Magdalena a la cabeza, sumado a Betina, Fabricio, Maine, entre otros, quedan a total
disposición de nosotros”, contó Mariana.
“Dejar al bebé fue un acto de amor a amor. Pasa de
nuestra casa a una familia que lo esperó años. Entonces tenemos que tener más
amor para devolverlo que para recibirlo. Es difícil, pero se logra. Siempre va
a venir otro que te va a precisar tanto o más”, expresó la esposa de Ramírez.
Y así ocurrió. Al poco tiempo llegó una niña para
alegrar nuevamente el hogar. Estuvo poco tiempo porque su situación se resolvió
rápidamente.
En ese momento la señora de Álvaro pretendía
descansar. Pero fue imposible. Llegó otro llamado del corazón. El tercer bebé.
Con este chiquito se dio una particularidad. El vínculo
fue más directo y cercano. La familia biológica del bebé pidió a Álvaro y
Mariana que se transformaran en padrino y madrina del niño.
Álvaro Ramírez y Mariana Peña se involucraron tanto en
el tema que terminaron armando una movida entre sus grupos de amigos, junto con otra Familia Amiga integrada por Oliver y Adriana, para
ayudar en la construcción de la vivienda del chico. Una movida del corazón. O
como dijo Joaquina: “Un puente de amor”.
Son una gran familia, realmente los admiro. Todo lo que hacen es desde el corazón. Abrazo grande felicidades!!!
ResponderEliminarAplausos para esta familia! Gracias!!!
ResponderEliminarFantástico es maravilloso lo que hace esta familia
EliminarFelicitaciones a tan linda familia.sdos desde pando
ResponderEliminarLa verdad que los felicito oto que acto de amor por favor que divinos y Joaquina lo máximo abrssos y a las ordenes
ResponderEliminarExcelente, emotiva historia, que refleja una realidad y demuestra qué aún se pude creer en el amor. Espectacular relato que manifiesta además la sensibilidad del periodista/escritor.
ResponderEliminarLa verdad que no es Necesario conocer a la familia protagonista de este verdadero puente de amor, para emocionarse hasta las lágrimas. La sensibilidad del cronista como siempre a la altura, poniendo las palabras justas. En este caso conozco a Alvarito, gracias al deporte. Tremendo adentro de la cancha, tremendo afuera junto a cada integrante de su familia. Los abrazo emocionado aún por la lectura. Felicitaciones Jorge y saludo afectuosamente a la flia, que hermoso ejemplo silencioso.
ResponderEliminarCarlos muchas gracias por el comentario. Se valora. Sin dudas un hermoso ejemplo silencioso, y a puro corazón, que vale la pena dar a conocer.
EliminarOtra vez me sorprendes con tremenda historia. Gracias y felicitaciones Carlos Señorans. Yo también me emocioné con esta hermosa familia.
ResponderEliminarMuy emocionado con la historia, con el ejemplo. Bien hecho ese puente!!!
ResponderEliminarQue decir amigo, una historia hermosa cargada de emotividad, de amor de eso que vos sabés que son muchos los que tratan de aportar desde la invisibilidad pero con el corazón en diferentes acciones y con los medios que cada uno tiene a su alcance.
ResponderEliminarNuevamente gracias por compartir, gracias por hacernos saber que no estamos solos.
Salú por la familia.
Alejandro se que ustedes sienten esta historia como muy cercana. Ustedes también son héroes desde la invisibilidad. No están solos!
EliminarUn puente de amor que marca hondo aunque piensen que se corta con la entrega del bebé. Esos niños siempre tendrán ese caudal de amor que recibieron en sus corazones...💞
ResponderEliminarHermoso!!
ResponderEliminarIncreíble Jorge, que gran valor tiene rescatar estas cosas.
ResponderEliminarNo se que decir...siento que esa familia debería tener su "comic" al lado de los héroes tradicionales. Spiderman, Superman, La Mujer Maravilla y esta familia. Que grande son ! Admirarlos es poco, ojalá la vida los ayude como ellos lo hacen con esos bebés. Emociona mucho el relato y la narración de Señorans (al cual felicito y agradezco por escribir esto) pero más emociona ponerse en la piel de esa familia. Que es un actor de amor papá ??? ESSSSTO NENE !!!!
ResponderEliminarACTO debí poder...
EliminarHaz relatado la experiencia de una forma muy cercana y humana.
ResponderEliminarEres "Nacho,de Piedras Blancas", verdad 😉
*has, de hacer.
EliminarUna luz entre tanta oscuridad. Gran familia. Felicitaciones.
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