Ir al contenido principal

La solidaridad de los uruguayos muertos de hambre 




Uruguay. La tierra de los milagros. El pequeño país de los eternos tres millones de habitantes había sido capaz de silenciar al mundo. Una hazaña jamás igualada. Ocurrió en 1950. Brasil había armado su Mundial. Se lo arruinaron once ciudadanos vestidos de celeste. Fue la amargura más grande que recuerde la poderosa nación y la hazaña más grande de la historia del fútbol.

El Uruguay de entonces, embelesado por la conquista de la celeste, aguardaba con entusiasmo la disputa del primer Mundial de básquetbol de la historia. Acá al lado. Pegadito al Río de la Plata. Lo organizaban los argentinos. Los vecinos, los eternos rivales. Se jugaría en el mítico estadio Luna Park de Buenos Aires. Y, vaya curiosidad, Uruguay era el gran favorito de la cátedra.

Es que por esa época los uruguayos dominaban en el continente y habían dado muestras de su real potencial derrotando al reconocido equipo Phillips 66 de Estados Unidos.

Ocurrió en noviembre de 1949 en la cancha que se montaba de cara a la tribuna Olímpica del Estadio Centenario.

Uruguay terminó ganando 39 a 37. Los uruguayos jugaron con Cieslinskas, 2 puntos; Antón, 0; Ruiz, 7; Lombardo, 17; Lovera, 2; Slazinskas, 4, Demarco, 0 y Acosta y Lara, 7. El furor por aquel juego quedó reflejado en las 19.839 entradas que se vendieron y en la presencia del presidente Luis Batlle Berres. Histórico.
Los detalles del triunfo


La selección uruguaya se había tomado tan en serio la disputa de aquel primer Mundial de básquetbol que, a instancias del entrenador Prudencio de Pena, había comenzado a entrenar con mucha antelación en régimen de concentración en el Parque Central.

Por su parte, los dirigentes habían dispuesto que la selección uruguaya se trasladara a la capital argentina la noche del 17 de octubre de 1950. Se habían comprado los pasajes para cruzar en el vapor (viejo barco de entonces) que hacía la carrera entre ambas capitales del Plata.

El favorito Uruguay

El pequeño país de los milagros no solo acababa de sorprender al mundo conquistando el Mundial de 1950, el conocido para la eternidad como Maracanazo, sino que en básquetbol también sumaba lauros.

Hasta ese momento era el país más ganador del Campeonato Sudamericano con seis títulos en sus vitrinas; llegaba con una racha de tres victorias consecutivas sobre Argentina y, por si fuera poco, contaba en su plantel con Adesio Lombardo, el máximo goleador de los Juegos de Londres 1948.

Adesio Lombardo, goleador olímpico. Foto: Stockolmo

Antes del Mundial, la Confederación Argentina de Basket Ball emitió un boletín informativo con noticias y comentarios relativos al torneo.
En su primer número dejó en claro el poderío del equipo uruguayo. No quedaban dudas, era su rival a vencer.

El artículo, bajo el título de “El campeón sudamericano buscará un nuevo lauro”, expresaba lo siguiente.

“Uruguay llegará al certamen con un título que le da no solo justo prestigio, sino que avala su chance: campeón sudamericano.
La afición deportiva de nuestro país, ha palpado en innumerables oportunidades la potencialidad del juego oriental, que en base a su reconocida aptitud y a su extraordinaria garra, se erige en un serio pretendiente al título.

Hay varios valores que afirman ese poderío y que resultan figuras insustituibles del mismo. Serán el sólido basamento sobre el que Uruguay fincará no pocas esperanzas. Su juego penetrante, incisivo, veloz, tiene muchas ventajas para resultar uno de los predilectos de nuestro público. Y por cierto que, a todas esas virtudes, aúnan todavía la belleza, que sigue siendo una de las características primordiales del juego sudamericano.

Han aceptado las novísimas tácticas impuesta por los americanos, sin restarle personalidad. Por cierto, de esa amalgama puede resultar una fuerza de incuestionable jerarquía, que los hace ambicionar con pretensiones al cetro máximo. Para quienes siguen atentamente el desarrollo del básquet oriental, en un plano ascendente en estos últimos años, nada puede sorprenderles. Pero para quien llega precedido de una justa aureola, desde lejanas tierras, puede resultar una revelación. Uruguay tendrá su oportunidad de ratificar por qué es un campeón sudamericano”.

Una piedra en el zapato

Perón y Batlle Berres en medio del Río de la Plata Foto: Montevideo.gub.uy

La organización del primer Mundial de básquetbol había contado con un gran espaldarazo del régimen político de entonces. Juan Domingo Perón era el presidente de los argentinos. Para un hombre que se preocupaba permanentemente por la felicidad del pueblo, Uruguay era un rival molesto. Una piedra en el zapato.

Los antecedentes hablaban de una supremacía celeste en los duelos disputados contra los argentinos hasta ese momento. No era una casualidad.

“Uruguay le ganaba hasta con equipos que no contaban con sus titulares habituales en la formación”, contó el olímpico Ebers Mera.

“En aquel entonces, no se jugaba un básquetbol de fuerza, sino que los jugadores podían jugar los 40 minutos, cosa que ahora es imposible por el ritmo. Uruguay estaba muy bien. Tenía al goleador Lombardo del que yo era compañero en Stockolmo. Un goleador espectacular. Pasaba desapercibido, parecía imposible que pudiera hacer tantos dobles en un básquetbol de canchas abiertas y donde había retención de la pelota”, expresó el olímpico.

Mera agregó: “¿Qué tenía ese básquetbol? Lo que procurabas era embocar, no tirar, porque era muy difícil buscar un tiro bien acomodado en una cancha abierta y en pisos que de repente eran de tosca o bitumen. Uruguay tenía esa virtud que aseguraba muy bien los dobles y le ganaba a Argentina”.

Inesperado problema


Todo venía viento en popa. La preparación del equipo se ajustaba al plan establecido. Los pasajes se habían comprado con la debida antelación. Por lo que solo restaba viajar y dejar plasmado en cancha el favoritismo.

Sin embargo, en los primeros días de octubre de 1950 se generan los primeros anuncios de un conflicto inesperado. La prensa uruguaya no iba a disponer de todos los lugares solicitados para transmitir los partidos de la celeste.

Fue el primer toque de alerta. Y el ambiente se terminó de agitar cuando se disparó el rumor de que Uruguay estaría dispuesto a no viajar si se limitaban las entradas para los periodistas. ¿Cómo? Sí, aunque resulte increíble, la Federación Uruguaya no estaba dispuesta a permitir el viaje del equipo si le ponían condiciones a los medios.

¿Se imaginan en estos tiempos que la selección amenace con no viajar a un Mundial en solidaridad con la prensa? Impensado.

¿Qué había pasado? El presidente de la Federación Uruguaya de Basketball (FUBB), Francisco Figueroa Serantes, había recibido una nota de la Confederación Argentina donde se solicitaba información sobre los periodistas uruguayos, que, en número no mayor de tres, concurrirían al torneo mundial, en vistas de que no se dispondría de comodidades para un número mayor de representantes de la prensa.

El presidente del Comité Organizador del torneo, Fernando Ayroles, explicó por teléfono que las razones obedecían a la limitada capacidad del local del Luna Park.

Al día siguiente, el Consejo Superior de la Federación Uruguaya se reunió para tratar el tema considerando que eran insuficientes una sola cabina para transmisiones radiotelefónicas y tres lugares en la bancada de los periodistas. Ante esto, la FUBB decidió elevar un pedido de ampliación de las comodidades prometidas. Incluso, fue un paso más allá anunciando que, si no se lograba una absoluta libertad para el trabajo informativo, las autoridades deportivas deberían abstenerse de participar en el campeonato solidarizándose con la situación de los periodistas.

Problemas políticos
¿Pero era aquel el verdadero problema que ponía en duda la presencia de Uruguay en el Mundial?

Algunos jugadores de la época afirmaron que se sacó provecho de una situación política para evitar que los celestes le arruinaran la fiesta en su propia casa a los argentinos. Como pasó meses antes con los brasileños en Maracaná.

“Se generó un conflicto muy traído de los pelos con el periodismo porque no le daban el lugar adecuado. Pero la verdad era que Argentina no quería enfrentarse a Uruguay”, comentó el olímpico Ebers Mera.

El reconocido capitán Héctor Costa dijo que el gobierno argentino, encabezado por Juan Domingo Perón, tenía problemas con dos emisoras uruguayas que eran críticas de su gestión.
Héctor Costa. Foto: El Diario


“Perón no dejaba transmitir a las radios La Voz del Aire y Radio Sport que eran las que por entonces se dedicaban a esa actividad. Los motivos esgrimidos fueron que en dichas emisoras radiales había periodistas que pregonaban contra su gobierno (ante influencia de exiliados en Uruguay)”, expresó Costa en una nota publicada en el portal Urubasket.

Y mientras las dudas se incrementaban, en Argentina seguían adelante con la organización del evento y se realizó el sorteo del calendario. Uruguay debutaría contra Egipto y, en caso de ganar, se cruzaría con España.

Idas y vueltas


Por aquellos años el relacionamiento entre los países vecinos no era el más adecuado. La Confederación Atlética del Uruguay había interrumpido sus relaciones con su par argentina.

Algunas federaciones hicieron causa común con el atletismo, lo que llevó al Comité Olímpico Uruguayo (COU) a poner en duda la intervención de los diversos deportistas uruguayos en los Juegos Panamericanos de Buenos Aires de 1951.

El presidente Héctor Payssé Reyes viajó a la capital argentina para intentar normalizar las relaciones. Además, su cometido era obtener seguridades del goce de la libertad de información para la prensa y radios uruguayas en los Panamericanos.

En el encuentro se exteriorizó el firme propósito de reanudar las relaciones deportivas. Los dirigentes argentinos ofrecieron seguridades de la más amplia libertad de información.

Ello se desprendió del texto redactado tras el encuentro de la junta directriz de la FUBB donde se expresó que: “Confiado en la palabra de tan altas autoridades del deporte argentino, el COU resolvió intervenir en los Juegos Panamericanos. Por su parte, entendiendo vigentes tales propósitos y seguridades hasta los citados juegos por lo menos, esta Federación resolvió también concurrir al Campeonato Mundial de Básquetbol”.

Pero el problema surgió cuando el tesorero de la FUBB, José Luis García Salvo, viajó a Buenos Aires a resolver los temas organizativos y se le informó que cada diario uruguayo podría disponer de tres entradas y que habría una sola cabina de transmisión de radio para cada país.

Y de las palabras se pasó a los hechos. El Comité Organizador del Mundial de Básquetbol de Argentina pidió que Uruguay acreditase solo tres periodistas para concurrir al torneo.

De inmediato, la Federación pidió aclaración. La respuesta fue que solo tres periodistas tendrían asiento en la bancada, aduciendo que esa limitación estaba impuesta por disponerse solamente de 60 metros en sector de prensa. Estalló la bomba. La Asociación Gráfica del Uruguay no acreditó a nadie.

En principio, dos habían sido las radioemisoras uruguayas interesadas en transmitir el campeonato. Esas radioemisoras y Andebu no aceptaron el tratamiento insistiendo en el principio de libertad absoluta de información.

Fue así que se hicieron gestiones ante el embajador argentino, Luis H. Irigoyen.  Pero se encontró como respuesta que al Comité Organizador no le era posible aumentar la bancada ya que tendría que hacerlo para todos por igual.


El problema se agravó cuando Andebu se enteró de que Brasil y Chile dispondrían de mayor número de transmisiones (tres y dos, respectivamente) según informes proporcionados a dicha Asociación por sus similares de Río de Janeiro y Santiago de Chile.

La FUBB, sin abandonar su principio de igualdad de tratamiento, gestionó con argumentos de vecindad y de la gran resonancia de la competencia entre uruguayos y argentinos, una contemplación lógica para Uruguay.

El embajador argentino en Uruguay se comprometió a realizar gestiones. Se logró acordar que, si bien se mantenía la limitación a solo tres lugares en la bancada, se dispondría además de cinco butacas –a costo de la entidad organizadora– para completar las necesarias para la prensa uruguaya.

Por otra parte, todos los cronistas que concurrieran a Buenos Aires, con comunicación de la Federación Uruguaya, dispondrían de localidades. De tal modo que la FUBB entendió solucionado ese aspecto.

Pero, del otro lado del río, jamás llegó la confirmación oficial del acuerdo verbal.

Las horas pasaron. La respuesta argentina no llegó. En consecuencia, se resolvió que el escribano Polcaro Etchegaray viajara a Buenos Aires antes de la partida de la delegación. Se dejó en claro que Uruguay concurriría al Mundial siempre y cuando se le asegurara el cumplimiento de libertad e igualdad de derechos en materia de información a la prensa.

La respuesta final dada al delegado uruguayo –aunque no en forma oficial por cuanto en ningún momento se logró obtener una declaración en cualquier sentido– fue que para Uruguay no transmitiría radio alguna. Fue el inicio del fin.

No suban al barco


El 7 de octubre Andebu (Asociación Nacional de Broadcasters Uruguayos) decidió no trasmitir el torneo y, además, propiciar ante la FUBB la no concurrencia de Uruguay al Campeonato Mundial. Insólito pero real.

Mientras todo esto ocurría, el plantel seleccionado continuaba con los entrenamientos. Y si bien se estaba al tanto de la situación, los jugadores intentaban concentrarse en lo suyo.

La prensa escrita se solidarizó con las radios y decidió no mandar a sus representantes a cubrir el campeonato.


La noche prevista para la partida de la delegación, mientras los jugadores esperaban en el puerto para abordar el vapor de la carrera, los dirigentes estaban reunidos en la Federación. La incertidumbre reinaba en el ambiente.

Los celestes habían realizado un trabajo apuntando a ganar el campeonato. Para que tengan idea, estuvieron 42 días concentrados en las instalaciones del Parque Central.

El barco partía a la hora 22. El plantel fue citado en el puerto de Montevideo tres horas antes. Pero en la Federación ocurrió lo inesperado: los dirigentes resolvieron solidarizarse con los periodistas y mandaron avisar de apuro a los jugadores que no subieran al barco. Uruguay no viajó. Los jugadores, vestidos para la ocasión y maleta en mano, volvieron a sus hogares.

De inmediato, la FUBB remitió un cable a William Jones, por entonces secretario de la FIBA (Federación Internacional de Básquetbol).

La nota cablegráfica expresaba textualmente: “Secretario de FIBA, Mr. William Jones. Ante incumplimiento obligaciones naturales comité organizador campeonato mundial, asegurando tratamiento broadcasting uruguayas no inferior a demás países participantes. Federación Uruguaya está imposibilitada concurrir.

Sometemos a resolución que corresponda ese caso no previsto, planteando la reclamación a que haya lugar por ausencia un equipo, provocada por dicho incumplimiento. Irá nota”.

Después de cinco meses de gestiones, Uruguay, que en ese entonces era la primera potencia basquetbolística de América de Sur, se bajaba del torneo.

Se derrumbaba la posibilidad de que en aquel año 1950, el pequeño país de los milagros, se pudiera consagrar campeón del mundo en fútbol y básquetbol.

Corte de relaciones
Como ya se dijo, las relaciones entre los gobiernos de Argentina y Uruguay no eran las más adecuadas. Y aquel año se terminaron de romper al punto tal que Perón prohibió el cruce del Río de la Plata.

En la web del Partido Colorado, el expresidente Julio Sanguinetti explicó que “el presidente uruguayo Luis Batlle Berres con Juan Domingo Perón, pese a que provenían de extracciones opuestas y representaban valores cívicos muy diferentes, intentó un acercamiento, con la famosa entrevista en el medio del Río de la Plata, frente a Nueva Palmira, como episodio resonante de esa aproximación. Vendrán luego tiempos difíciles, porque los argentinos que se radicaban en Uruguay huyendo de las persecuciones del peronismo, se expresaban libremente y Argentina aspiraba a silenciarlos. Ello generó un creciente enfrentamiento que se mantendría e incluso se iría agravando con los años, al punto que después de 1950, con Luis Batlle ya en el Consejo Nacional de Gobierno, se llegó prácticamente a un corte del tránsito de personas”.

Uruguayos muertos de hambre 


Los argentinos ganaron su Mundial. Eran tiempos donde Estados Unidos, que terminó segundo, no le daba mucha importancia al juego. De hecho, no mandó a su selección al campeonato sino que fueron representados por trabajadores de la empresa Caterpillar.

A los uruguayos les había quedado la sangre en el ojo. Pero los eternos rivales no se volvieron a cruzar hasta los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952.

“Nos volvimos a ver las caras con prácticamente los mismos jugadores en 1952 en un histórico juego donde Uruguay le ganó la medalla de bronce con cuatro hombres en cancha contra cinco de Argentina”, rememoró Ebers Mera.

Recién en 1955 se reanudaron las relaciones basquetbolísticas entre uruguayos y argentinos interrumpidas en 1950. Para la oportunidad, las federaciones acordaron jugar dos partidos. Se puso en juego la Copa Marcelo Etchegaray, en honor al destacado dirigente argentino.

Uruguay fue local en el primer partido en el Palacio Peñarol y ganó 65 a 52.

Pero acaso el resultado es anecdótico ante lo sucedido en la revancha jugada en un Luna Park colmado de aficionados clamando “venganza” por la deshonra de Helsinki, donde los uruguayos habían ganado con cuatro jugadores.

Por ese entonces, el gobierno argentino había realizado una entrega de carne a Uruguay y era tal la bronca que había con el equipo celeste que los hinchas argentinos le tiraban trozos de carne a los jugadores y les gritaban: “¡Uruguayos muertos de hambre!”. A pesar de la hostilidad, Uruguay volvió a vencer a Argentina 51 a 50.
Ebers Mera jugó el partido donde les tiraban carne. Foto: Camilo Dos Santos (Referí)


Comentarios

  1. Excelente, me encantó, una historia que no conocía, espectacular.
    Me servirá para trabajar con los alumnos.
    Qué pena , pudimos tener un mundial entre nosotros.!!!
    Muchas gracias.

    ResponderEliminar
  2. La verdad no tenía ni idea que esto había pasado en el 50. El fútbol opaco todo. Muy buen relato.
    Felipe

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

  Conoció el dolor a un grado que no se lo desea a nadie. La morfina no le hacía efecto. Fue sometido a 40 intervenciones. Su mamá imploró para que no le amputaran la pierna. Fue inevitable. Le costó aceptarse. Hoy juega en Plaza Colonia de amputados y tiene el sueño de jugar los Paralímpicos. El 5 de diciembre de 2010 Cristian Butin se subió a la moto y partió rumbo al tambo donde trabajaba. Iba mal dormido. A la altura del kilómetro 190 de la ruta 21 el cansancio le pasó factura. Fue un instante. La moto se fue de la ruta. Con el codo tocó un cartel y cuando reaccionó pretendió salvar la situación. Intuitivamente atinó a mover la rodilla derecha que impactó contra un pilar del Puente San Pedro. Voló por el aire. Como estaba consciente atinó a llamar a su padre Miguel Ángel. “En el momento no percibí la gravedad del accidente. Para que tengan una idea cuando llegó mi viejo le pedí que llamara al trabajo para avisar que me iba tomar el día libre”, recordó Cristian. Pero el supues
Ortiz, el Loco Gatti de Wanderers que iba a entrenar a caballo Foto: Twitter de Wanderers "El Loco Ortiz… ¡Qué personaje…! Melena larga y rubia. Jugaba de bermudas y se le daba por ir a entrenar a caballo. Le gustaba cantar, y como vivía en Las Piedras, se aparecía por la radio a entonar unos tangos. Cuando se fue terminó vendiendo mechones de pelo entre los hinchas". La introducción del desaparecido Aníbal Maño Ruiz, exentrenador de reconocida trayectoria y que fue compañero del Loco, despertó la curiosidad. ¿Quién fue aquel golero que defendió el arco de Wanderers? Corría la década del 70 cuando los bohemios sorprendían a todos contratando a un golero distinto. Para unos, un imitador de Hugo Orlando Gatti. Para otros, un personaje con brillo propio. Miguel Ángel Ortiz, el Loco, estuvo poco tiempo, pero dejó su huella en el Prado. En tiempos donde los goleros vestían con buzos de colores oscuros, el Loco se dejaba la melena larga y rubia que sostenía
El yankee que jugaba cuando aparecía Espert y el pase de Manzana López por un pool: Cyssam historias de un sentimiento   La Federación Uruguaya de Básquetbol había dado el ultimátum. El club que no tenía tablero electrónico no podía jugar en Segunda. Por la calle Marcos Sastre cundió el pánico. Era viernes. El equipo debutaba el martes. No había tablero. No había dinero... El cuadro se había gastado los pocos pesos que le quedaban en la incorporación de Fernando López. El pase del Manzana fue histórico. Lo pagaron con la venta de una mesa de pool. Pero aquella tarde un par de jugadores rascaron los bolsillos y lograron adquirir un tablero sencillo y a bajo costo. Claro, el tema era dónde ubicar y cómo levantar aquella pesada estructura. No había forma. Entonces a uno se le ocurrió salir a comprar dos puntales de eucaliptus para levantar el tablero y de esa forma poder arrancar el campeonato de ascenso. El tema es que, como la cancha era abierta, había que sacarlo