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El jugo loco de Colonia y eche nafta pa’ llevar al Willy Gutiérrez a Montevideo


Foto: AUF


Año 1998. El jugo loco estaba preparado. El técnico de la selección de Colonia llamó a los jugadores para la charla. Nadie obedeció. Los nervios gobernaron la escena. El hombre llamó nuevamente. Pero nadie se movió. ¿Qué pasaba? El relator de la radio local no había llegado a la ciudad de Rosario. La cábala se rompía.

El ritual decía que, antes de salir a calentar, el relator debía hacerle una nota a Carlos Mederos y terminar la charla brindando con un vaso de jugo. Pero aquella vez el móvil de la radio se rompió en el camino y la cábala sufrió una pequeña modificación: se realizó minutos antes de que el cuadro entrara a la cancha.

Mederos brindó declaraciones, le dio la mano al hombre, y Omar, el kinesiólogo de aquella selección, le arrimó el vaso para brindar. Claro que nadie le avisó al relator que, en lugar del jugolín que siempre tomaba, le habían servido jugó loco. Un preparado que tomaban los jugadores antes de entrar a la cancha que, además del jugo, contenía Foslip.

El hecho es que los jugadores quemaron energías corriendo. ¡Pero el relator no! Al otro día el hombre llamó a Mederos: “Carlitos, ¿qué me dieron de tomar? Eran las 5 de la mañana y tuve que salir a caminar por las calles del pueblo porque no me podía dormir”. El jugo loco se hizo famoso en el interior al punto tal que, según reveló Mederos entre risas, “después lo tomaban todos”.

Que la cuenten como quieran se mete en el interior profundo. A buscar historias y cuentos. De cada pueblo. De cada rincón. Para que no se pierdan en el boca a boca.

Eche nafta pa’llevar al Willy


En 1997, el club Artesano había deslumbrado incorporando a William Gutiérrez.  ¿Lo recuerdan? Aquel delantero de gran parecido físico con Sylvester Stallone, lo que le valió el apodo de Rambo. 

Aquel año en Colonia jugaban futbolistas de renombre. Además de Rambo estaban el Flaco Fabiano Pereyra, de pasaje por varios clubes en el fútbol profesional, y Héctor Pirola Rinaldi, exjugador de Nacional. Los tres jugaban en la selección de Nueva Helvecia.

Aquel año el Willy, que había sido campeón Uruguayo con Defensor, se subía tres días a la semana a su Fiat Uno blanco para recorrer los 126 kilómetros que separan Montevideo de Nueva Helvecia. Antes de emprender el regreso, el delantero pasaba por la estación Esso de la entrada a la ciudad para llenar el tanque de combustible. Allí había una cuenta a nombre del presidente de entonces de Artesano, el doctor Ferrer.

Habitualmente Rambo iba con un compañero que estaba autorizado por el presidente para firmar la boleta en la estación de nafta.
“Darme el poder para firmar las boletas fue lo peor que pudo haber hecho el doctor Ferrer”, rememoró más de 20 años después Carlos Mederos, mientras largaba la carcajada.

El hecho es que, por motivos que se desconocen, el campeonato de aquel año se estiró más de la cuenta. Y Rambo abandonó. No fue más. Pero claro, la cuenta de la Esso estaba ahí… 

Colonia armó su selección para jugar el torneo del Litoral y en ella coincidieron el conocido Negro Carlos Mederos y Fabiano Pereyra. Y como Carlitos tenía "la llave" empezaron a concurrir a la estación. Dos por tres caían en el Ford Escort de Fabiano y con la excusa de “cargar nafta “pa’ llevar al Willy” llenaban el tanque para salir de parranda.
Se podrán imaginar, en ese entonces los jugadores rondaban los 20 años de edad.

Así fue durante enero, febrero y marzo. Llegaban a la estación y encaraban al pistero: “Alejandro, vamos a echar combustible pal’ Willy. Tenemos que llevarlo a Montevideo”, le decían al hombre pese a que el Rambo hacía como cuatro meses que no pisaba el pueblo.

Ferrer, al que los jugadores siempre le reconocieron su bonhomía, no se había percatado de la picardía.

Aquella selección de Colonia fue sorteando obstáculos en el campeonato del Litoral hasta llegar a la final con Paysandú. El primer partido se jugó en territorio sanducero. Y los rojos se llevaron un golpe tremendo: se comieron siete goles.

La revancha fue a cancha llena en el Parque Haberli de Nueva Helvecia. La roja ganó 2-1 forzando el tercer juego prevista para el 21 de marzo de 1998 en el Koster de Mercedes.

En la final definitiva, todo comenzó viento en popa para Colonia que a los 18 minutos se puso en ventaja con gol del recordado Oscar Torlacoff. Pero el Colorado Juan Carlos Reyes –aquel puntero que defendió a Paysandú Bella Vista en el fútbol profesional- marcó el empate sobre el cierre del primer tiempo.

Apenas se llevaban disputados cinco minutos del complemento cuando Baccaro puso en ventaja a los sanduceros y 15 minutos después aumentó Carlos Jaime. En el Koster se respiró la sensación de partido liquidado. Pero ocurrió el milagro: a los 70 descontó Torlacoff. Cinco minutos después lo empató Rodríguez y en la hora Torlacoff desató la locura de Colonia Interior marcando el definitivo 4-3. Vaya paradoja: heroico.


En medio de los festejos y a pesar de la locura que se vivía, el doctor Ferrer tenía una espina. Lo invadía una duda. Fue así que encaró a uno de los muchachos del plantel al que le preguntó si habían seguido echando combustible a pesar de que William Gutiérrez hacía cuatro meses que había abandonado. A lo que el jugador, muy suelto de cuerpo, respondió: “Gordo, salimos campeones, la deuda está saldada”.

(El espacio queda abierto. A todos quienes quieran aportar sus historias y cuentos del interior ponerse en contacto a través del mail pampanacho@gmail.com)

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