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A la uruguaya: con camisetas desteñidas y sin saber quién era Jordan

Revista Podium


Los jugadores de la Selección uruguaya de básquetbol fueron citados en Santa Lucía, Canelones. La empresa de calzado deportivo Seral, que había ingresado en el mercado para competir contra los championes Charrúa de Funsa, realizó la presentación de la indumentaria deportiva con la que los celestes viajarían a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984.

A los jugadores les regalaron unos championes celestes. Hasta ahí todos contentos y locos de vida con la ropa. Pero, inesperadamente, el problema se presentó en el debut de Uruguay. ¡Los números de las camisetas se destiñeron!

¿Cómo? Sí, se destiñeron. Incluso el carismático entrenador Pirulo Etchamendi salió del paso diciendo con su particular estilo que aquello había sido una táctica para que los rivales no supieran quiénes eran los jugadores uruguayos.
La participación de Uruguay en aquellos Juegos Olímpicos dejó innumerables historias y anécdotas. Desde el desconocimiento de un tal Michael Jordan, que saltó por encima de la cabeza de Horacio Perdomo para hundir una pelota, hasta los memorables amistosos jugados en Perú. A la uruguaya, así fue Uruguay a los Juegos de Los Ángeles. Con una generación de basquetbolistas que dejaron su huella conquistando el sexto puesto en aquellos Juegos de 1984.

Todo comenzó con una gira previa. Horacio Perdomo contó que el equipo viajó a jugar amistosos a Perú y México. La delegación salió con ropa deportiva y championes celestes con vivos azules muy coquetos. El tema fue que el calzado era un poco duro por lo que, en pleno vuelo, la mayoría optó por descalzarse. Fue entonces cuando Hebert Núñez y Álvaro Tito, pese a sus casi dos metros de altura, recorrieron el pasillo del avión de rodillas para mezclar los championes. El lío se armó al arribar a Perú. 

Dentro del avión se generó un revuelo bárbaro porque nadie encontraba sus championes. A unos les quedaban chicos y a otros enormes. El técnico Pirulo Etchamendi  provocó la risa generalizada cuando bajó del avión con unos 48 que le quedaban como canoas.

Desde el punto de vista deportivo, la gira no fue demasiado productiva. De hecho, a los 10 minutos de cada partido los uruguayos sacaban 30 puntos de ventaja. Pero se le encontró el lado positivo por la unión del grupo.

Carlos Peinado expresó en nota con El Diario que sucedieron cosas buenas que terminaron consolidando al grupo, como el asado que fueron a comer a la casa del hermano de Mahoma Wenzel. Los partidos tenían determinadas particularidades. En la ciudad de Piura llegaron a la cancha y se encontraron con que había un tablero de madera y otro de acrílico. Allí no olvidan el polvo que flotó en el aire durante todo el juego.

En otro partido llegaron a la cancha y se encontraron con una orquesta. Los muchachos empezaron a tocar un rato antes de que empezara el encuentro. No estaban ensayando para entonar los himnos. Arrancaron y no pararon. Tocaron todo el partido.

Era tan amateur aquello que Pirulo Etchamendi contó a El Diario que, en algún encuentro, tuvieron que prestarle tres jugadores al rival de turno porque no tenía gente para armar un equipo.
Aquel plantel tenía las cosas claras. Se había formado bajo el ala de basquetbolistas de experiencia como Cuqui Barizo, Bandido Bianchi, Germán Haller y Mahoma Wenzel de quien destacaban siempre la palabra y el consejo justo.

¡A los Juegos!

Culminada la gira, la Selección uruguaya viajó a Los Ángeles, la ciudad de los Juegos Olímpicos de 1984.

Horacio Perdomo reveló tener imágenes que no olvida, como cuando llegaron a la Villa Olímpica en la Universidad de UCLA. Un lugar que por sus características le recordaba al Parque Posadas. “Vivían 10.000 personas y tenías que moverte ahí adentro, con los atletas de todos los países”. La Villa no era lujosa, pero se disponía de lo mínimo indispensable.

El desfile inaugural fue todo un tema. Los jugadores de aquel entonces revelaron que el Comité Olímpico Uruguayo les había dado unos zapatos que pesaban como medio kilo. Eran las condiciones de la época.
Twitter Carl Lewis


Allí se produjo un hecho inusual con Fefo Ruiz. Resulta que había un morocho de la delegación de Estados Unidos que le insistía con intercambiar los gorros. Fefo se negaba. Pero el muchacho insistía e insistía. Hasta que al final se lo cambió. El basquetbolista se llevó el gorrito. A los pocos días se le dio por mirarlo con detenimiento y le llamó la atención que atrás decía: C. Lewis. Ahí le cayó la ficha de que había intercambiado su gorro con el reconocido atleta Carl Lewis, medallista olímpico en la prueba de los 100 metros.

Las andanzas de Pirulo

Una vez en la competencia, comenzaron las andanzas y las anécdotas de un cuerpo técnico sumamente particular comandado por Ramón Pirulo Etchamendi y su asistente Víctor Hugo Berardi.

Pirulo era un hombre con un carisma especial. En Los Ángeles, cuando los deportistas salían de las competencias, iban a un  parking a esperar los ómnibus que los trasladaban a la Villa Olímpica. Era habitual que hubiera largas colas para abordar los ómnibus. Por si fuera poco, la demora era mayor porque los vehículos eran inspeccionados de arriba abajo, un claro síntoma de que el mundo comenzaba a cambiar tras los atentados contra la delegación de Israel en los Juegos de Múnich 1972.

“Te comías un plantón bárbaro porque revisaban de a uno. Un día Pirulo, que ya no aguantaba más todo aquello, encaró a uno de los milicos que tenían la particularidad de que eran todos grandotes. Y le empezó a decir enojado y con el dedo índice hacía arriba: “¡One horse! ¡One horse!, que estamos acá”. Jajaja, Pirulo le quería decir que llevaba una hora, pero le estaba diciendo caballo. ¡El tipo lo miraba con una cara!”, contó Perdomo sin poder resistir la risa recordando aquel momento.

El debut de Uruguay en los Juegos de 1984 fue ante Francia. Por aquellos años poco y nada se conocía del básquetbol galo. Un mes antes, el asistente técnico Víctor Berardi le hizo la cabeza a Pirulo Etchamendi que tenía un amigo en Francia que le iba a grabar los partidos para que pudieran estudiar los movimientos del rival antes de enfrentarlo. “Tranquilo, Pirulo, yo te consigo el casete”, le dijo Víctor al entrenador. Lo cierto es que pasaron los días y el casete no aparecía. Y nunca apareció.

El debut de Uruguay no era en un escenario más. Fue en el legendario estadio de Los Ángeles Lakers. Aquel día, los jugadores se aprestaban a salir a la cancha y Luis Eduardo Pierri rememoró la charla de Etchamendi: “Pirulo empezó a hablar y miraba para el banco de ellos. Entonces nos dice: ‘Bueno, muchachos, juega el número 4, el 5, el 11’, y mientras hablaba miraba a los franceses. ¡No teníamos ni idea de quiénes eran! Así jugamos el debut de los Juegos Olímpicos”.

Pierri no podía contener la risa al recordar aquel hecho. “En medio de la charla Pirulo se quedó sin argumentos y dijo que, si íbamos a pegar, no lo hiciéramos con la mano abierta. Y se pegó él mismo para mostrarnos como sonaba el golpe. Entonces nos dijo: ‘Hay que pegar con el canto de la mano que duele más y no hace ruido’. ¡A los 10 minutos estábamos todos a las trompadas!”.

Se destiñeron los números

Revista Podium

Pero lo más insólito, como se dijo al inicio, ocurrió en pleno partido. Los números de las camisetas del sponsor deportivo que vestía a Uruguay se destiñeron. “Parecían camisetas de dormir”, acotó Horacio Perdomo.

Los protagonistas de aquel partido revelaron que los árbitros cobraban falta y no sabían a quién se la habían pitado. “Esa quedó para la historia. La anécdota es que empezamos a calentar y cuando nos sacamos la remera el número de la camiseta había desaparecido, era una mancha amarilla”, contó Wilfredo Fefo Ruiz en el programa La Caja Negra de TV Ciudad.

Perdomo dijo que Uruguay fue vestido por tres marcas en aquellos Juegos. Es que al otro día del primer encuentro apareció Pony para proporcionar ropa a la Celeste. “Y para el tercer partido la ropa era Etoni. Fue increíble aquello, la verdad que nosotros íbamos a los Juegos Olímpicos de alpargatas. A lo indio”.

Las locuras de Pirulo eran tales que un día a Uruguay le tocó un árbitro egipcio. El técnico celeste estaba molesto con el arbitraje y empezó a insultarlo. Pero, como el egipcio no entendía, el juego seguía su curso. Hasta que en determinado momento a Pirulo no se le ocurrió mejor idea que, para hacerse entender, gritarle “Tutankamón”. El hombre lo miró con una cara...

¿Quién marca a Jordan?

Twitter Jordan (@Jumpman23)

A Uruguay le tocó en su serie enfrentar a la selección local, Estados Unidos. Un equipo que estaba conformado por algunos jugadores que militaban en la NBA. Allí había un muchacho flaquito, poco visto. Se llamaba Michael Jordan.

“Cuando jugamos contra Estados Unidos no sabíamos ni quiénes eran”, reveló el Gato Perdomo.
Luego de la charla final y de que los celestes rompieran filas, los jugadores empezaron a mirar al banco rival para repartirse las marcas. Fue entonces cuando Fefo Ruiz dijo: “Yo voy a marcar a ese que debe ser el peor”. Era Jordan.

A lo largo del partido le cambiaron la marca. Pero no hubo forma de pararlo. En pleno juego Pirulo Etchamendi le pidió a Perdomo que se parara en la llave buscando el foul de ataque. El Gato cumplió. Se paró en la llave. Pero Jordan le saltó por arriba, limpito. “Hay un video que hay tres goles en los que yo intenté defenderlo abajo. Como me dijo Pirulo, me quedé quietito y atiné a cerrar los ojos. Cuando los abrí vi un champión que pasaba cerca de mi oreja. ¡Había saltado por arriba mío! La hundió hasta las narices. Una bestia”, acotó Perdomo.

Para el recuerdo quedó que al inicio del juego Uruguay se puso en ventaja 23 a 22 lo que llevó al técnico de Estados Unidos a pedir tiempo.
Revista Podium


Todos coincidieron en que Horacio Tato López jugó un torneo inolvidable. Sus números fueron elocuentes. Fue el goleador olímpico con 199 puntos, a un promedio de 24,8 puntos por partido. Tato, como contó en sus libros, vivía un momento especial por la situación política de Uruguay. Aprovechaba cada ocasión ante la prensa internacional para hablar de que el país vivía en dictadura. Cierta vez se puso una remera que decía: “No USA soldiers in Nicaragua”. Y se paseó con ella por la Villa Olímpica.

El plantel que compitió en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 logró sacar a Uruguay de la oscuridad. Habían pasado 20 años de ausencia en las Olimpiadas. La última gran actuación celeste databa de Melbourne 1956.
El grupo seleccionado que integraban Horacio López, Wilfredo Ruiz, Carlos Peinado, Hebert Núñez, Luis Larrosa, Walter Pagani, Luis Eduardo Pierri, Álvaro Tito, Horacio Perdomo, Julio Pereira, Juan Carlos Mignone y Jorge Frattini, terminó sexto en la tabla general.

Lo increíble del caso es que aquel grupo se desarmó de cara a los Juegos de Seúl 1988. “Nosotros pensábamos que Seúl 88 iba a ser nuestra olimpíada. Tato jugando en Italia y yo en Argentina. ¿El Preolímpico dónde se hace? En Uruguay. Y ni Tato ni yo fuimos citados. Se te cae media ilusión de tu vida”, contó Fefo Ruiz en nota con Montevideo Portal.

¿Qué pasó? Fefo jugaba en Bahía Blanca y su equipo, Estudiantes, pretendía que durante el tiempo que el jugador estuviera al servicio de la Selección, la Federación Uruguaya se hiciera cargo de su salario. Se entró en un tira y afloje que terminó con Fefo fuera del combinado. Uruguay se dio incluso el lujo de no llevarlo al Mundial de 1986.

A Fefo le quedó una herida en su alma. “El presidente de la Federación entendió que yo quería cobrar por jugar en la Selección, cuando jugué toda mi vida gratis, más de 20 años en la Selección. El problema era que las cosas habían cambiado, que yo tenía una familia y vivía de eso, y si no me pagaban mi salario... alguien me lo tenía que pagar”.

(En base al libro Pequeñas grandes historias del básquetbol uruguayo, Ediciones B, Jorge Señorans)

Comentarios

  1. Muy buenas anécdotas, apenas una pequeña muestra de lo que desarrollas en el libro que mencionas.
    Muy buenos aportes como siempre.
    Saludos Nacho.

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  2. Difícil repetir una hazaña como esa y lograr tener al goleador del torneo. Gracias por compartir estás anécdotas. Abrazo.

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