Una improvisada cancha en el patio de la cárcel. Presos parados al borde de la línea y otros gritando desde las celdas. Y de pronto se escucha un alarido: “¡Loncha, matá a uno así te venís a jugar para nosotros!”. Defensor jugando en el penal de Punta Carretas. Tan increíble como real. Allá por la década del 60 era habitual que los violetas concurrieran a jugar partidos a la cárcel donde hoy está el shopping.
Aquella
idea comenzó a gestarse entre los propios jugadores y a pedido de los presos.
“Si no tienen miedo, les hacemos un partido”, mandaban decir los detenidos a
través de conocidos del plantel violeta.
“Los
jugadores tomamos la iniciativa porque había gente conocida y había muchachos
presos que nos pedían, ‘che que tal si les hacemos un partido”, reveló Baudilio
Jauregui, exjugador de aquel Defensor a Que
la cuenten como quieran.
“Recuerdo
que nosotros íbamos caminando a Punta Carretas, porque estábamos al lado,
entonces ya íbamos calentando. A todos nos daba gusto concurrir a jugar al
penal. Es más, si había que jugar en una cancha llena de barro, nos
embarrábamos, no nos importaba”, recordó Dagoberto Fontes en charla con Que la cuenten como quieran.
¿Dónde
se jugaban los partidos? En medio de un patio que había en el Penal de Punta
Carretas. Fontes reveló que “se hacía como en el campito, se ponían unas
piedras o los buzos, y esos eran los arcos. El travesaño era imaginario, como
en el fútbol americano. Pero nada nos privaba de jugar”.
Jauregui
recordó que el campo de juego era pelado y que en muchos lugares tenía
pedregullo, por lo que caer era todo un tema.
Trasladar
aquella idea a estos tiempos resulta poco menos que impensado. Si bien se
dieron algunas exhibiciones, es poco probable que un plantel de fútbol se meta
a jugar en una cancha embarrada y contra los presos.
En
ese entonces, el primer equipo de Defensor era dirigido técnicamente por
Alejandro Morales que, según revelaron los jugadores, aceptaba sin reparos la
idea de jugar en la cárcel.
“Eran
otros tiempos. La mentalidad era otra. Hoy los valores económicos son otros.
Nosotros éramos más amateur que profesionales, ganábamos un sueldo, premio, y
alguna prima pero nada que ver con lo que pagan hoy en día. Estamos hablando
del año 69, muchos de aquellos jugadores de Defensor recién empezábamos y
estábamos dispuestos para que lo que viniera. De hecho, también fuimos a jugar
partidos al Vilardebó”, expresó Jauregui.
Dagoberto
Fontes comentó que los presos no se ponían complicados, por el contrario,
disfrutaban aquel instante en que salían del encierro.
“Todo
el que estaba ahí adentro había cometido un error, o no, pero nosotros no
hacíamos diferencia, el que quería jugar, jugaba. A veces llegamos a entreverar
los equipos para hacerlos más parejos”.
Fontes
recordó que alguna vez se quedaron a compartir unos refuerzos de pan con
mortadela, “que era el fiambre preferido ahí adentro. Era un momento muy
emotivo para nosotros y de esparcimiento para ellos”.
Pero
la anécdota más jugosa de aquellos duelos en la cárcel de Punta Carretas la narró
Luis Garisto, con su particular estilo, en una nota con el periodista Joselo
González.
“Cada
vez que voy al shopping Punta Carretas me acuerdo que ahí estaba la cárcel y
cuento aquel partido…”, comenzó diciendo Garisto.
“A
nuestro kinesiólogo, le bajaban tarros de plástico colgados de piolines desde
los pisos altos, y le pedían “¡meteme el alcohol que tengas!”, “¡linimento
también sirve!”, le decían. Lo pedían para chupetear, cualquier cosa que
tuviera alcohol o cualquier líquido tóxico que hubiera; les gritaban a los
presos de abajo que pusieran en los tarros cualquier alcohol que trajéramos. No
les poníamos nada, por supuesto”.
Garisto
agregó: “Abajo, alrededor del patio, había una multitud de presos rodeados de
guardias. Estaban en silencio pero era peor que si estuvieran gritando. Les
habíamos llevado camisetas y pelotas para un campeonato interno que estaban
organizando, pero por supuesto que igual nos querían ganar y en el patio, la
selección de ellos nos jugó un partido a muerte. Era ese partido que no se iba
a repetir. Para ellos y también para nosotros. Estuvo bravísimo con la hinchada
que tenían a los costados y en los pisos altos. Pero el Loncha Ibáñez, Abayubá Ibánez,
la rompía aunque lo mataban a patadas. Les hizo como cuatro goles, los apabulló,
en el último dribleó a cinco. Entonces se oyó un grito terrible desde el piso
más alto:
“¡Loncha,
matá a uno así te venís a jugar para nosotros!”.
Se
rieron. Ya estaba. Se habían entregado. El partido estaba ganado. Ya podíamos
salir de la cancha y volver a la joda”.
Muy buena anécdota Amigo Señoras.....y...fue así....el propio Alejandro Morales en las tertulias de la Cantina del Club Bohemios (del que era hincha) me lo contó, yo era muy adolescente , pero lo recuerdo ...hoy su nieto Daniel Morales ocupa un cargo en la FUBB....y su bisnieta Valentina fue una de las propulsoras del Básquetbol Femenino de Bohemios
ResponderEliminarLO DE JORGE LAS HISTORIAS SON TODAS NOTABLES UN GENIO
ResponderEliminarYo tuve oportunidad de jugar en Punta Carretas con el cuadro del Barrio , porque había un Amigo que estaba ahí. Es verdad los presos tenían buen equipo y eran muy correctos. Nosotros teníamos algunos brutos, pero se portaban bien.
ResponderEliminarEspectacular historia como siempre! Con u estilo que atrapa de principio a final.
ResponderEliminarExcelente como todas, da gusto poder leer estás crónicas. Gracias 👍
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