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Alfredo Amarillo, el uruguayo que deslumbró a Rinus Michels, el DT de la Naranja Mecánica. Fue comprado por Barcelona, jugó con Cruyff y Neskens. En 1978, Kubala lo convocó para defender a España en el Mundial de Argentina, pero no pudo jugar por una disposición reglamentaria.


 

En Barcelona era una personalidad pero jamás perdió su esencia y cuando venía a Uruguay jugaba al fútbol en el Tacuary. Hoy reside en San Luis donde se la rebusca cortando pasto, arreglando jardines, pintando y dando una mano con la Sub 17 del club.

Alfredo volvió loco de la vida al rancho de los viejos. Dejó el bolso arriba de una silla y se encaminó a su cuarto cuando la voz de su padre lo hizo cambiar de rumbo.

“Vamos para la azotea que tengo que hablar contigo”, le dijo el viejo con esa tonada de exigencia que tanto lo caracterizaba. No en vano, su padre era su principal crítico. En el trayecto al techo Alfredo se iba comiendo la cabeza. ¿Qué hice mal?, pensaba. Y por su mente empezó a rebobinar el casete de la memoria. Me acosté temprano, dormí bien, me alimenté correctamente, me fui al Estadio, entré, corrí cuatro veces por la banda y tiré tres centros que terminaron en goles de Artime. No había motivos para ningún reto. Había sido factor preponderante de un nuevo triunfo de Nacional.

Cuando quedaron cara a cara, su padre rompió el hielo e inició el diálogo.

“Sabés una cosa, te tenés que ir”, comenzó diciendo el dueño de casa.

Alfredo quedó duro pensando que el viejo lo estaba echando.

“¿Para dónde me tengo que ir?”.

“A España”, expresó su padre.

¡¿A España?!”, respondió sorprendido y de inmediato preguntó: “¿Qué voy a ir a hacer a España?”.

“¿Vos sos médico o arquitecto? ¡A jugar al fútbol te vas a ir!”, le dijo su padre dando fin a la conversación.

Aquella charla en la azotea fue el preámbulo de la historia que comenzó a escribir Alfredo Amarillo, el jugador uruguayo que jugó en Barcelona con el mejor del mundo antes de que Luis Suárez lo hiciera con Lionel Messi.

Un niño en la Extra

Alfredo en La Rinconada

Todo comenzó en el barrio Buceo. Ahí donde empezó a correr detrás de la pelota en el club La Rinconada. Cuando terminó aquella etapa de los sueños en el baby fútbol lo fueron a buscar para defender al Unión Vecinal en la Extra. Tenía 14 años. Aquella divisional era pesada. Al punto tal que los amigos de su padre le decían que lo sacara de ahí que lo iban a matar al botija.

El día del debut entró a la sede del Unión Vecinal y le avisaron: “Mirá que vamos a jugar contra el Marconi en la cancha de La Luz”. Alfredo recuerda cada instante de aquella tarde tan especial. “Yo no tenía zapatos de fútbol, jugaba con zapatillas Charrúa, eran más cómodas. Entonces entré al vestuario y dieron vuelta una bolsa de zapatos y ahí había que elegir. El tema es que no había de mi número porque yo calzaba 36. Me tuve que poner tres pares de media”, reveló cuando lo llamé para la revista Túnel.


El Pulpa lo descubrió

Con el Profe Santos

En el Unión Vecinal jugó seis o siete partidos hasta que un día lo vio el Pulpa Washington Etchamendi y no lo dudó, se lo llevó para las divisiones formativas de Nacional.

Amarillo recordó que se iba caminando desde Ramón Anador y Estivado al viejo Parque Central. Ahí se subía a la camioneta de Mautone, que era el encargado de llevar la ropa a la cancha. “Yo me iba con él porque, bien cosas de chiquilín, aprovechaba para meterme en los vestuarios a ver los jugadores. Entonces ahí ayudaba al Pelado Walter Haynes a arrollar las vendas y siempre con la esperanza de que un día iba a faltar uno y me iban a llamar para jugar en la Tercera”, rememoró.

Hasta que un día aquella ilusión se hizo realidad. Alfredo estaba sentado en la platea y le tocaron el hombro: “¿Vos estás en la Cuarta verdad. Andá al vestuario que Aníbal Paz quiere hablar contigo”.

Allí Paz lo sorprendió: “Vístase que no llegó Oribe Maciel y va a entrar”. Y el sueño se cumplió. Amarillo jugó en el Centenario con la camiseta de Nacional. Fue de ese modo que empezó a alternar con la Reserva, lo que le permitió pasar a entrenar con el primer equipo.

Alfredo no lo podía creer. Para que tengan una idea, no tenía ni para los zapatos de fútbol. Se los regalaba Nacho Prieto, el jugador chileno que por entonces defendía a los tricolores.

 

El debut en Primera

En la convivencia con los jugadores del plantel de Primera, Amarillo pasó a ser el Zurdo. Un día llegó el llamado del Pulpa Etchamendi. “Vas a concentrar”, le dijo el entrenador principal de Nacional.

“No me olvido más, jugamos contra Cerro. El partido iba a 0 a 0, termina el primer tiempo y me dice: ‘venga, cuando vayan 15 minutos del segundo tiempo vaya donde estoy yo -él se sentabas en la tribuna Olímpica- que va a entrar’. Yo estaba en la tribuna al lado del Pelado Haynes y no le quería decir nada, pero yo miraba el reloj a cada rato. Cuando llegaron los 15 minutos no me animé a ir porque iban 0 a 0. Me quedé. Entonces le digo al Pelado que el Pulpa me había dicho que a los 15 fuera para entrar. ¡Andá, ya van 17 minutos!, me dijo Haynes. Abrí el portón de la platea y salí corriendo. Iba con los zapatos en la mano. Cuando llegué el Pulpa me miró y me dijo: ¿Usted no fue a la escuela? Van 17 minutos… Va a entrar ahora”.

Alfredo registra todo en la memoria. Nacional atacaba para el arco de la Colombes. Entró como half izquierdo, como se decía en la época.

“Faltando poco arranqué por la banda, llegué al fondo levanté el centro y el Viejo Artime se elevó y golazo. Salí corriendo. Ganamos 2 a 0. Jugué cuatro o cinco partidos en Nacional hasta que me llevaron a España”.

Lo curioso del caso es que Amarillo se podía haber ido antes a España según reveló en el programa Derechos Exclusivos de Radio Uruguay.

“El Pulpa no me dejó. Dijo que era muy joven, y jugué en Nacional en un mal momento. El club tenía problemas económicos, estaban atrasados en los sueldos”.

 

¡No fue a la primera práctica!

Valladolid

Un día llegó al Estadio, Cacho Endériz, que había jugado en España y era emisario, y lo recomendó al Valladolid. Así fue como en 1973 Alfredo desembarcó en la Segunda división española. Sin otros zapatos que los eternos Parabiago.

“Cuando los españoles vieron mis zapatos los miraban y me preguntaban: Indio, porque a mí allá me decían Indio, ¿qué zapatos son esos?  Pero allá te daban todo. Yo lo único que pedía era un camperón de cuero porque nevaba y hacía un frío espantoso”, expresó Amarillo.

Y contó una anécdota vinculada justamente al frío. Apenas pisó territorio vallisoletano lo sorprendió una nevada terrible. Mientras el equipo iniciaba la pretemporada, Alfredo era alojado en un hotel. Al otro día debía presentarse a entrenar. Alfredo se levantó y miró por la habitación de su hotel. Imposible pensó. Nevaba y hacía un frío tenebroso. Se acostó a dormir. Al segundo día pasó lo mismo. Afuera nevaba, se acostó a dormir.

Al tercer día le suena el teléfono de la habitación. “Señor Amarillo lo buscan en la recepción”. Alfredo se puso las zapatillas y bajó. “Llego y había un tipo parado ahí. Yo no lo conocía. Se me presentó como Gustavo Biosca. ¡Era el entrenador! Un exjugador de Barcelona que puedo decir que fue mi padre en el fútbol español, y me pregunta: ‘¿Usted es Alfredo Amarillo? ¿Cuándo va a ir a entrenar? Y yo le dije cuando pare esta nieve. Biosa me miró y me dijo: “no mi amigo, acá salvo que se caiga el mundo se entrena igual”. 

Te quiere Rinus Michels

Foto gentileza Alfredo Amarillo


Por aquellos años el club de Amarillo comenzó a organizar el cuadrangular de verano Trofeo Ciudad de Valladolid.  Y fue justamente ahí, en el conocido estadio José Zorrilla, donde una tarde se apareció el reconocido técnico del Barcelona, el holandés Rinus Michels, con su señora. El gestor de la reconocida Naranja Mecánica, llegó y se acomodó en el Palco con la misión de observar a Julio Cardeñosa y Jesús Landáburu.

“No me iban a ver a mi pero yo en mi fuero interno quería ir al Barcelona. Un día estaba mirando un partido del Barcelona en la tele en blanco y negro y veía las banderas, la cantidad de gente, la camiseta, y me llamó la atención todo aquello. Y le dije a la madre de mis hijos, un día voy a jugar ahí. Mi señora me miró y me dijo: ‘te están haciendo mal las pastillas”.

Lo cierto es que aquella tarde Alfredo jugó tremendo partido contra el Málaga. Al otro día, entrenamiento de Valladolid, y aparece un delegado en la cancha. “Amarillo, he venido expresamente a decirte que el presidente quiere hablar contigo”

El presidente del club era dueño de una agencia de viajes y allí lo esperaba. Una vez sentado frente al hombre se le movió al piso cuando le dijo: “Lo llamé por lo siguiente, vino Michels y me dijo que lo quiere a usted. Lo quiere comprar el Barcelona y vamos a hablar de la plata”. “Pah, cuando me dijo eso me tembló todo. Yo de plata no tenía ni idea. Nunca jugué por plata”, expresó Amarillo.

Se pacta una reunión para acordar el pase. Las partes acuerdan la transferencia, pero, ocurrió lo inesperado, como contó el propio Alfredo.

“Me dicen un dinero, por ejemplo vas a ganar 3 pesetas por año y yo dije, no, no, yo quiero 5. Y me dicen, si te ponés así tenemos que cerrar el libro de pase y nos vamos. Y le digo, cierre el libro. Me levanté y cuando me iba a retirar me paran. Al final no fueron ni 3 ni 5, fueron 2 y medio como siempre pasa. Los directivos se sacan cartel con los que más necesidad tienen”.

En 1976 el Barça oficializó el fichaje del uruguayo Amarillo a cambio de 12 millones de pesetas y los servicios de los jugadores Moré y Rusky, sumado al entrenador Aloy.

 

Ser jugador de Barcelona

Foto gentileza Alfredo Amarillo


Alfredo Amarillo era jugador del Barcelona. Y aquel no era cualquier Barcelona, era el cuadro de Johan Cruyff, el holandés que en ese entonces era considerado el mejor jugador del mundo.

Pero además, estaban Johan Neskens, el peruano Hugo “Cholo” Sotil, el argentino Juan Carlos “Milonga” Heredia, y varios jugadores que en ese entonces formaban parte de la selección española como Ramos, Asensi, Migueli, Arreya, y Carles Rexach, el hombre que fichó a Lionel Messi en el club culé. “Jugar en el Barcelona fue ser una personalidad”.

Alfredo contó una anécdota al respecto. “Yo vivía debajo de un restaurante llamado Canfusté, que significa casa de comidas. Cuando yo iba a comer ponían un biombo. Entraba por la cocina, llegaba a la mesa y me sentaban, Luego que terminaba de cenar, ahí sacaban el biombo. En cuanto la gente te veía aparecían con la servilleta a pedir autógrafos”.

 

Jugar con Cruyff

Mora, Ramos, Neskens, Amarillo, Costas, Migueli, Rechax, Asensi, Cruyff, Sotil y Clares


“¿Qué te pedía Cruyff? Jugar sencillo. Tan simple como eso”, comenzó diciendo Amarillo cuando lo llamé para Túnel sobre aquella experiencia de jugar con el holandés.

Y agregó: “En esa época Cruyff era el número uno. Él te decía, para jugar al fútbol tenés que hacer la parte más difícil que hay, que es jugar fácil. Al fútbol se juega a un toque. ¡Pero él hacía todo al revés! La agarraba y encaraba. En la cancha parecía una Ferrari, tenía ocho cambios”, comentó entre risas.

Alfredo no olvida una situación que vivió con Cruyff que lo marcó. Resulta que el holandés era ídolo de la hinchada. Y cuando Johan levantaba los brazos el Camp Nou se venía abajo.

“Era problemático porque donde vos fallaras en la conducción de la pelota o erraras el pase, él te levantaba los brazos y se venía el estadio abajo”, recordó.

En un partido, el uruguayo se equivocó y Johan realizó su gesto característico. Amarillo quería que se lo tragara la tierra, pero se juramento que el holandés nunca más levantaría los brazos. ¿Qué hizo? ¿Lo fue a encarar para recriminarle su actitud? No, lejos estaba de eso. Se preocupó por aprender.

“¿Qué hacía? En los hoteles me leía en los diarios quién jugaba de lateral derecho en el rival y yo sabía si era lento, si tenía marca, si subía y no volvía. Y luego veía quien era el back derecho a ver si estaba acostumbrado a cerrar. Nunca más Johan me levantó las manos”, comentó.

Alfredo reveló que después de mucho tiempo Cruyff le dijo: “ahora me gusta jugar al lado tuyo. Era figura mundial. Es como hoy en día es Messi”.

El primer año en el cuadro culé Amarillo tuvo un rendimiento espectacular y los viejos hinchas recuerdan un golazo que marcó al Valencia que fue considerado el mejor de la temporada en Europa.

 

La citación de Kubala

Gentileza Alfredo Amarillo


Un detalle que pocos conocen es Amarillo fue convocado por el entonces técnico de la selección española, el húngaro Ladislao Kubala, para jugar el Mundial de Argentina 1978.

El día que lo citaron, el uruguayo salió de su casa con el bolso, se fue a subir al auto para ir al aeropuerto a tomarse el avión para Madrid pero lo pararon. ¿Qué pasó? Amarillo había defendido a la selección uruguaya en un torneo Preolímpico en Colombia.

Con apenas 30 años volvió a Uruguay. A su regreso, cumplió con el deseo del compañero de su mamá que era hincha de Danubio y se puso la franja. Después se dedicó a jugar en canchas de barrio. El Zurdo admite que sus dos amores deportivos son La Rinconada y Barcelona.


Alfredo, el jardinero

Foto Graciela Leva Revista Túnel


Amarillo expresó que cuando jugó en Barcelona no se ganaba ni por asomo lo que cobran hoy los jugadores de fútbol. “No daba para ahorrar, no es que hice malas inversiones, lo que hacés lo hiciste y no pedís explicaciones”, expresó.

Su corazón bondadoso lo llevó a ayudar a mucha gente. “Hoy podés estar arrastrándote, estar en la miseria, pero no tenés que reclamar nada de lo que diste. Yo estaba acá conversando con alguien que estaba mal y lo ayudaba”, reveló.

¿Qué hace Alfredo Amarillo en la actualidad? Corta pasto y vive en la casa de un amigo. “Ojalá me duré esta juventud. Tengo 68 años”, dice con orgullo. “Estoy en San Luis y la casa donde vivo es prestada, es de un amigo que conocés después que pasó todo lo del fútbol y me brindó una mano tremenda. Y acá me quedé. Estoy cortando pasto ahora. Hago jardines, revestimiento, si hay que pintar, pinto, y me siento bien. La cabeza acá afuera es otra. Estoy a 70 metros de la playa. Y estoy con de los botijas la sub 17 del club”, a los nunca les dijo quién era ni dónde jugó.

Parece mentira, que un hombre que se brindó el lujo de jugar con el mejor del mundo, con el holandés que cambió la historia de Barcelona, sea tan simple y sencillo.

“¿Qué me queda? Me queda la experiencia de haber vivido y haber jugado con toda clase de jugadores. Estuve 9 años jugando y tuve 12 entrenadores. Todos dicen jugaste con Johan Cruyff y yo les digo, sabés una cosa: cuando tenía 14 años jugué con Ruben González. Estaba retirado Ruben, ¡pero qué jugador!”, concluye con admiración.

Comentarios

  1. Qué impresionante historia que desconocía! Qué humildad la de este hombre y no puedo evitar pensar si eso hubiera sido hoy en día. Qué bueno que sea feliz y disfrute lo que tiene en la actualidad!
    Muchas gracias por compartir la historia estimado!

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