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Carcajada se plantó en la fiesta. Vestido de traje, empezó a gritar: “¡Traidor, vos no sos Danubio! ¡Yo soy Danubio!”. Así defendía al cuadro Carlos Correa. El día que lo llamé me contó entre lágrimas: “Danubio me dio de comer, sabe”. Hoy, con la franja en la B, quedó su legado y su orgullo de pararse en la puerta de la sede a que los viejos lo saludaran.


Los tiempos cambiaron. El súper profesionalismo dejó de lado los sentimientos. La semblanza de Carlos Carcajada Correa es un bálsamo para los danubianos que quedaron heridos por el descenso. No es para menos. El amor más puro de este hombre queda reflejado en una frase: “El solo hecho de ponerse aquella camisa de Danubio que era gruesa, que le sacaba la sangre y que me la llevaba a casa para lavarla yo, era un orgullo”.

El día que lo llamé a su Cerro Largo natal para el libro Son cosas del fútbol (Fin de Siglo) me sorprendí. “No, acá no vive, pero si usted me espera 10 minutos se lo llamo”, me dijo una señora que caminó media cuadra para ir a buscarlo. Mientras esperaba pensaba, pucha, qué injusto el fútbol. Este tipo jugó con José Nasazzi, Oscar Omar Míguez y Juan Alberto Schiaffino. Defendió a la selección uruguaya en las eliminatorias. Lo fracturaron. Y no tiene teléfono.

A los pocos minutos apareció Carcajada. En la charla no ocultaba su orgullo por la franja de Danubio que le tatuó el alma y por aquella primera vez que le dieron la camiseta de la selección.

Y enseguida de la presentación Carcajada se largó a hablar de manera imparable. “Jugar en la selección fue un orgullo. Me llevaba la ropa, aquella camiseta celeste… no me olvido más. Mi hijo tiene una. Don José me dijo una vez. ¿Sabe quién era don José?”, interroga Carcajada. “¡Don José Nasazzi! Bueno, él me dijo, cuando entrés a la cancha fijate que los adversarios no te miran a vos, miran la camisa, le tienen terror. Y era verdad, los brasileños te miraban el escudo, nos temían”.


Carlos Carcajada Correa comenzó a jugar al fútbol allá por 1951. Un año después arribó a Montevideo para jugar en el club que marcó su vida: Danubio. 

“Yo al cuadro lo llevo en el alma. Danubio me dio de comer, sabe. Viajé mucho, estuve en hoteles con alfombras que te hacían cosquillas en el pescuezo, me hizo conocer, y todo eso se lo debo al cuadro. Hoy hay mucho dinero. Yo estuve por ir a Nacional y no me llamó la atención ir a discutir el pase y me quedé feliz de la vida”, rememoró.

Personaje si los hay, Carcajada narraba el inicio de su carrera y solo de vez en cuando, cuando metía un punto, preguntaba: ‘¿No sé si quiere saber algo más?’. Pero la idea era escuchar, más que preguntar…

“Jugaba en el Armiño de Cerro Largo y un día vino Peñarol y me pidió prestado. Jugué y me querían llevar pero acá estaba Estavillo, un representante de Danubio, que se fue a hablar con mis padres. No me olvido más, me metieron dos pesos en el bolsillo, el tren costaba 1,70, y me mandaron a Montevideo. No sabía ni adónde iba y me bajé en la Estación Central con la insignia de Danubio. Me llevaron a la sede y me hicieron esperar. ¡Tenía un hambre pa’50! Y ahí arreglaron el contrato. Sí, arreglaron el contrato, porque te daban el papel y vos firmabas. Salía Omar Morales, el gerente, y llamaba. Me pagaban $ 100 por mes y me llevaron a la pensión donde pagaba $ 35 por mes de alquiler y me daban la comida y el café con leche”.

Luego de cuatro o cinco partidos en Tercera división lo mandaron derecho al Primero. Carcajada reveló que: “Entrenábamos todos los días y trabajaba en un frigorífico en Carrasco. Empezaba a las 5 de la mañana hasta la 1 de la tarde y de ahí al Forno (la vieja cancha que tenía Danubio sobre Camino Carrasco) a entrenar hasta las 6 de la tarde. Después me iba caminando hasta la Curva a tomarme unas grapitas con los amigos”.

Es que la sede de la franja pasó a ser la casa de Correa, y sus compañeros fueron los hermanos que le regaló el destino. Carcajada siempre reconoció en Julio Bardanca (papá del periodista Mario) “el mejor amigo que se puede encontrar en la vida”.

“La grapita costaba seis centavos. Si no tenías plata te la anotaban y te la descontaban del sueldo. El solo hecho de ponerse aquella camisa de Danubio que era gruesa, que le sacaba la sangre y que me la llevaba para lavarla yo, era un orgullo. ¡Qué tiempos! Perdía el cuadro y salía llorando de la cancha”.

Carcajada, apodo que lleva por su clásica risa, rememoraba: “Una vez Danubio jugaba en el Estadio contra Peñarol y yo me tomé el 106 desde lo de mi abuelo. Me bajé en 8 de Octubre y Garibaldi y de ahí caminando hasta el Estadio. Me insultaban todo los hinchas de Peñarol. Llegaba a la puerta y no me dejaban entrar hasta que llegara el gerente. Se da cuenta”.


Tal era el amor de Correa por la franja que en la fiesta de los 75 años del club, en el Hipódromo de Maroñas, se puso como loco cuando Ruben Sosa subió para ser premiado. Carcajada, de traje impecable, gritaba desde abajo del estrado: “¡Traidor, vos no sos Danubio! ¡Yo soy Danubio!”. Para Carcajada, el hecho de que Sosita no volviera a la franja a su regreso de Europa, fue un acto de traición. Así lo sentía. A su modo. “En Danubio había que meter pata porque si no la hinchada lo esperaba afuera. Yo me iba a la sede y pedía perdón”, recordó.

“Jugué con cada jugadores… Romerito (Carlos Romero) fue el mejor de la historia de Danubio. Nosotros, los defensas, lo buscábamos con la vista porque se la dabas y te resolvía todos los problemas. Yo nunca vi a ninguno más como él, y mire que jugué en España con Di Stéfano, Puskas y Koscis. Otro era Urbano Rivera, jugaba de memoria con él. Otro señor jugador era Raúl Bentancor. Mire si tendría cuadro Danubio que el Cumba (Burgueño) era suplente y fue campeón del mundo con Uruguay. Con eso le digo todo”.

Además de Danubio, Correa jugó en Lanús de Argentina. “Me vino a buscar el presidente para suplantar a (José Manuel) Ramos Delgado. Y luego Santamaría (exjugador de Real Madrid) me llevó a España. Allá todavía le pegaban con las púas, eran espantosos. Y en vez de tomar grapa pase a tomar Chivas. Me daba la gran vida jajaja”.


Alfombras que hacían cosquillas en el pescuezo

En 1956 Carcajada fue convocado a la selección uruguaya para un partido contra Argentina en Buenos Aires. “Fuimos en barco con todos los famosos: Schiaffino, Míguez, Máspoli, Ambrois. Nos alojaron en un hotel bacanazo, con alfombras que te hacían cosquillas en el pescuezo. En la selección el técnico era Lorenzo Fernández. ¡Qué técnico, por favor! Uno hacía caso con aquellos tipos. Yo le hacía caso al Gallego (Fernández), al Mariscal Nasazzi. La mañana del partido Lorenzo (Fernández, el técnico) nos invitó a tomar un aperitivo en el bar del hotel. Entonces ordenó una Chizotti (grapa). El mozo le respondió que ellos no servían grapa y el Gallego gritó: ‘¿Cómo? ¡Entonces al once con nosotros!’. Ese día jugamos en la Boca y empatamos 3 a 3. Con ellos (los argentinos) estaban Rossi, Labruna, Tucho Méndez. A muerte fue. Las patadas iban de regalo…”.


Hacen un viaje al Cerro y están cansados

En aquella charla de marzo de 2011 Carcajada me decía que iba poco al fútbol “porque no puedo tolerar los pases horizontales, la pelota para atrás. Hacen 10 pases y no llegan al medio. Hay que jugar para adelante. El fútbol de antes era más vistoso, era otra cosa, ahora viven nada más que para el fútbol y siempre están cansados. Hacen un viajecito al Cerro y están cansados”.

La frase de Carcajada en el túnel de Jardines

Carlos Carcajada Correa vivió los últimos años de su vida en la casa de Melo donde nació y de vez en cuando viajaba a Montevideo para ver a los hijos y a sus nietos. “Por ser campeón de América un político me sacó una pensión y con eso vivo y es lo que me salva”, me dijo antes de morir.

“El fútbol me dejó muchas satisfacciones, amigos, buenos amigos, y muy buenos recuerdos. Vivo con la pensión y no tengo ni teléfono. Mis hijos y mis nietos me dicen que me tengo que comprar un celular, ¿para qué? Si no lo sé manejar”.

Carcajada falleció en 2013. Se fue como campeón sudamericano con la selección y con el reconocimiento de haber sido votado dos veces como mejor zaguero de América. Pero ese no fue su máximo logro. El mayor orgullo de este hombre era pararse en la puerta de la sede de su Danubio y que los viejos lo saludarán. “Eso para mí valía más que cualquier dinero”.

Comentarios

  1. Hermoso!!! Gracias por rescatar estas historias Jorge.

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  2. Que emoción como hincha del Danu, sentir expresarse de esta manera a un ex jugador, y bien gritado lo de traidor.

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  3. Que emoción leer esto de mi querido abuelo! Se lo haré llegar al resto de mi familia ❤

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    Respuestas
    1. Emociona leer esta nota, un crack tu abuelo. Vamo arriba el Danu carajo!!

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  4. Qué hermoso encontrarme con esto. Danubio es su gente que la hizo grande. ¡Salú, Carcajada querido! Un abrazo al cielo franjeado.

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