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A Panchi lo esperaban Tracy MacGrady, Aaron Brooks, Luis Scola, Shane Battier, Yao Ming y Dikembe Mutombo para entrenar en los Rockets. Pero se negó a viajar. “Vos me estás jodiendo”, le dijo Osky Moglia. Argumentó que lo conocían y quería el contrato. Barrera y una asombrosa historia.

Foto: Fiba
 

Todo comenzó en el año 2000 en un viaje de Moglia a España. Osky quemaba sus últimos cartuchos en Welcome y todos los años viajaba al menos dos veces a territorio español a visitar a los amigos que había cosechado de su pasaje por el básquetbol de aquel país.

En uno de esos viajes lo acompañó el entonces presidente de Welcome, Lope González. Estando allá, un día Osky le pidió a Lope si lo acompañaba a saludar a unos amigos que tenía en el club Joventut de Badalona. Al final de la visita los invitaron a comer.

En determinado momento del almuerzo el presidente del club español, que era amigo de Osky, consultó si en Uruguay había surgido alguna figura nueva. Moglia respondió afirmativamente: “Sí, hay dos. Hay uno que es un talento y otro que recién empieza a jugar al básquetbol, pero es un animal, mide 2,08, un camión”. Osky, sin nombrarlos, hacía referencia a Panchi Barrera y Esteban Batista. Inesperadamente el técnico de Joventut expresó: “¡Qué vengan los dos!”.

Osky volvió a Montevideo y se reunió con los dos chicos que jugaban en las juveniles de Welcome que recientemente le había ganado la final del campeonato de la categoría a Biguá. “¿Quiéren ir a jugar a España?”, planteó Moglia. “Era como preguntarles si querían ir a la luna”, contó el representante en el libro Pequeñas grandes historias del básquetbol uruguayo.

Y allá se fueron. A poco de llegar a España, fueron a la primera práctica de Joventut, un club reconocido por formar jugadores en una Badalona que respira básquetbol.

Osky se sentó al lado del presidente y enseguida llegó el entrenador del equipo. Los jugadores terminaron el calentamiento y empezaron a realizar trabajos con Joan Plaza, uno de los asistentes. A los pocos minutos ponen a Panchi Barrera y arrancan a hacer básquetbol. Al técnico le cambió la cara. De pronto lo miró a Osky y le dijo: “Oye, ¿este chaval quién es?”. Al tiempo que también elogiaba a Batista. “Me los quedo a los dos”.


Acordado el pase, el club les dio un apartamento a los jugadores por lo que Moglia se disponía a volver a Montevideo. Sin embargo, el presidente Amador Pérez, le dijo: “Osky, ¿tú vas a dejar a estos dos chicos acá y te vas a volver a Uruguay dejando que los maneje cualquiera? Quién mejor que vos para manejar el futuro de ellos”. Fue el nacimiento del Moglia representante. Y, justamente, la primera prueba la tuvo con Joventut, con el que se iniciaron las negociaciones para firmar el contrato de Panchi. No había acuerdo. Pasó un mes y nada. Hasta que Moglia regresó a Uruguay.

En enero de 2001 jugó un importante torneo juvenil al que asisten los principales equipos de Europa. Salieron campeones y fue nombrado como el mejor jugador del torneo.

A los pocos días sonó el teléfono de Moglia y del otro lado lo saludó Jordi Queiroz, secretario general del club español: “Osky, vamos a ser concretos, mándame el contrato de estos chicos y vamos a firmarlo”.

Dos horas y media después volvió a sonar el teléfono en la casa del novel representante uruguayo. “¿Señor Moglia? Buen día soy Jesús Trueba de Real Madrid. Mucho gusto. Mire le estoy llamando por Panchi Barrera, estamos interesados...”, dijo el hombre cuando Osky lo paró. “No, mire hace dos o tres horas le di la palabra a Joventut”.


Conflicto por Panchi

Foto: Endesa basket

Barrera tenía contrato, era un jugador importante, pero existía un inconveniente: no tenía pasaporte comunitario por lo que las posibilidades de jugar eran escasas.

Los españoles, viendo las condiciones de Panchi, apostaron todo por una vieja fórmula. Cuando un deportista es destacado, el propio Gobierno español le facilita el pasaporte con la condición de que juegue por la Selección española, según reveló Moglia.

El club agotó todos los esfuerzos y al final se consiguió el objetivo de que Panchi dispusiera de su pasaporte. Cuando se lo entregaron le hicieron firmar un compromiso de que, en caso de ser citado, jugaría por España.

Enterado de la situación, el entonces presidente de la Federación Uruguaya de Básquetbol, Ney Castillo, elevó una denuncia a la FIBA.

No era un tema sencillo. No había muchos antecedentes en Uruguay de experiencias de ese tipo. Pero Castillo le encontró la vuelta y logró que la Federación Internacional le diera la razón a Uruguay. Pese a ello, en junio de 2005, Panchi fue citado para entrenar con la Selección Juvenil de España. El propio Barrera confirmaba en Básquet Caliente: “Tengo que presentarme a los entrenamientos con la Selección Juvenil española y es lo que voy a hacer”. Lo curioso del caso es que Panchi había sido convocado para presentarse el 20 de junio a entrenar con la Selección uruguaya en Montevideo. La situación provocó un conflicto de intereses. Barrera quedó en medio de los dos países y pasó más de dos años sin poder competir. “Y su cabeza explotó”, comentó su representante, Osky Moglia.

En las vacaciones el jugador viajó a Uruguay a visitar familiares y amigos. Por esos años Welcome luchaba por volver a Primera. A Moglia se le encendió la lamparita y, sabedor de que Panchi no jugaba en España, le propuso venir a jugar el Metro por la W. Barrera aceptó gustoso. Pero el tema eran los dirigentes de Joventut.

“Osky, si le llega a pasar algo y se lesiona vamos todos presos”, le dijeron los españoles. Y Moglia respondió: “Si vos les pedís un seguro a Welcome no te puede firmar ni el seguro de una moto”. ¿Cuál fue la solución? Firmar un documento a través del cual se dejaba constancia de que, si Panchi se lesionaba, los meses que estuviera inactivo los españoles no abonaban su salario. Panchi jugó en Welcome.


Houston al habla



Barrera terminó la temporada 2006 consagrándose campeón del Metro con Welcome. Culminada esa etapa regresó a España. Hasta que, un día de 2008, Moglia recibió un sugestivo llamado. Un amigo que vive en Houston y está vinculado a los Rockets le preguntó por Barrera. La pregunta fue sencilla y sin muchos rodeos. “Osky, ¿el Panchi es tan bueno?”. La respuesta también fue corta y clara: “Juega en la NBA”. Ante esto, el hombre concluyó: “Bueno, vamos a conseguirle una prueba acá en Houston Rockets”.

A los pocos días el agente cumplió y envió a Moglia la foto con la invitación de los Rockets para jugar la liga de verano. La fecha era cercana al Sudamericano que se iba a jugar en Puerto Montt, Chile.

Antes de que el jugador viajara con la Selección, Moglia lo fue a ver y le comentó: “Panchi, si andás bien en el Sudamericano, te doy mi palabra de que vamos a hacer una prueba a la NBA”. Barrera no se lo tomó en serio. “Dejate de embromar”, respondió, desconociendo que Moglia ya tenía en su poder la invitación. Uruguay terminó segundo en el torneo. Perdió la final contra Argentina 100 a 95. Panchi jugó en gran nivel.

A su regreso lo esperaba una sorpresa. Moglia le mostró la invitación de Houston Rockets. No lo podía creer. Y allá se embarcó, a una nueva aventura.

Luego de una semana de entrenamiento, el equipo se trasladó a Las Vegas, ciudad que albergaba ese año el torneo de verano. Un campeonato que tiene como objetivo observar nuevos jugadores. Junto a Panchi jugó el base Aroon Brooks que entre 2007 y 2011 fue una de las figuras de los Rockets. Barrera llamó rápidamente la atención por sus condiciones.

Un día un veterano dirigente de la franquicia llamó al jugador y su representante a una reunión. “Bueno, señores –empezó la charla con toda formalidad–, quiero decirles que estoy muy contento con lo que vi, un jugador con un talento muy grande, pero tenemos un problema en la NBA y es el presupuesto”. Moglia y Panchi escuchaban con atención. El hombre siguió adelante con el discurso. “Tenemos el plantel completo y a Steve Francis, que es un jugador histórico de la franquicia, al que le queda un año de contrato. Si nosotros logramos que Francis no juegue este año y lo metemos en el cuerpo técnico, ese cupo es tuyo. Si él quiere jugar vos vas a tener que esperar hasta el año que viene”. Francis se quedó en el equipo. Panchi volvió a Montevideo. Arregló contrato con Atenas. Y en diciembre se enteró que Francis había tomado la decisión de no jugar más. “Me quería morir... En algún momento la vida me va a poner frente a Francis y le voy a poder decir, me cagaste la vida, jajaja”, contó Panchi para el libro con su particular sentido del humor.


El segundo llamado de Houston



A los pocos meses Panchi viajó con la Selección al Premundial de San Juan, Puerto Rico 2009. Antes de un partido que la celeste jugaba sobre el mediodía, su representante Moglia se encontró con Gerson Rosas, el mánager colombiano que había sugerido el nombre de Panchi a los Houston Rockets.

Una noche Osky miraba la televisión en el hotel cuando sonó el teléfono de su habitación. Del otro lado la inconfundible tonada del colombiano Gerson Rosas le comunicaba: “Escucha, Panchi tiene un pasaje San Juan-Miami; Miami-Houston. Está invitado a realizar la pretemporada con los Rockets”. Moglia no lo podía creer. Esta vez no era un campamento de verano. Esta vez era para entrenar con todos los monstruos de Houston. Su representado era esperado en el reconocido equipo de la NBA donde sería compañero de MacGrady, Brooks, Scola, Battier, Yao Ming, Mutombo, entre otros.

Osky partió rumbo al hotel de la Selección a comunicarle la noticia más importante de la carrera deportiva de Gustavo Barrera.  Cuando llegó le dijeron que debía esperar porque el plantel estaba cenando.

A los pocos minutos ve venir a Panchi Barrera caminando tranquilo, como siempre, con las manos en los bolsillos del pantaloncito corto. Tras el saludo de rigor, Moglia le dijo a su representado: “Panchi, estás invitado a la pretemporada con los Houston Rockets”.

Se hizo un silencio. Los dos quedaron inmóviles. Parados frente a frente. Osky esperando el abrazo y destapar la botella para brindar. Pero Gustavo Barrera lo dejó sin palabras al responder: “No voy”. Osky lo miró extrañado. Levantó las cejas y preguntó: “¿Cómo qué no vas?”.

“No, no voy. Ya me conocen, si me quieren, que me hagan un contrato”, le dijo Panchi a su representante que no podía creer y atinó a decirle: “Me estás jodiendo...”.

Osky no sabía cómo explicarle a Barrera lo que significaba aquella oportunidad. “Panchi, te están invitando a hacer una pretemporada con el equipo, hay mucho camino recorrido, ya estás ahí, ¿entendés?”. Pero no había forma de convencerlo. “Ya me conocen Osky. Si me quieren, que me manden un contrato”, respondió.

Barrera reveló que aquella noche su estado de ánimo no era el mejor debido a que había perdido una pelota fundamental para definir el clásico contra Argentina.

Al otro día Moglia llamó al representante de Houston para comunicarle que el jugador no quería viajar. Rosas tampoco lo podía creer.

“Y no fue...”, comentó Osky resignado. Sentados en una mesa del bar Tinkal, Moglia cerró la increíble historia: “Si vos le preguntás al Panchi hoy, si lo sentás acá y le preguntás, te va a decir que si lo querían tanto le tenían que haber mandado el contrato. Pero es lo mismo que mañana a cualquier jugador de Nacional lo inviten a la pretemporada de Barcelona. ¿Qué tiene qué hacer? ¡Agarrar la valija y salir corriendo! Panchi no fue. Y jugaba... Panchi jugaba en la NBA”.

Comentarios

  1. Espectacular y por demás entretenida historia, la cual no conocía.
    El periodista escritor, como siempre, le brinda su toque de distinción. Muchas gracias!

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  2. Pa que historia no la conocía como la vida de los deportistas no es sólo talento

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