Alguna que otra noche Carlitos lloró frustrado. Uno de sus muchachos se dejó atrapar por la droga. No bajó los brazos. La lucha siguió adelante. En un lugar inhóspito levantó un gimnasio de boxeo. La misión: sacar a los gurises de la droga y las calles de Marconi, Casavalle y Piedras Blancas. Esta es la obra silenciosa del exboxeador Carlos Ballestrino. A pulmón y recibiendo los golpes de la vida.
Carlos
Ballestrino fue boxeador entre 1988 y 2006. Fue citado a la selección en 1990 para
iniciar una preparación que tenía como objetivo los Juegos Olímpicos de
Barcelona 1992.
Pero
su carrera tuvo una particularidad tan extraña como real… renunció a la
selección. ¿Motivos? Se enteró que su técnico se había bajado del ring en una
pelea. Se negó a que lo dirigiera. Lo suspendieron.
“En
el 91 fui suspendido. Yo me había ido del Cilindro al club L'Avenir donde me
dirigían Nolberto Fleitas, el Canario y Tito Márquez como alterno. El tema es
que de la selección me querían tirar para afuera porque eran mayoría de Peñarol
y del Palermo. El técnico iba a ser el de Peñarol. Un técnico que tenía la
misma edad que yo en ese momento, 28, y tenía una pelea en la que se había
bajado del ring. Y yo decía como un técnico que se bajó del ring me va a
dirigir. Entonces tuvimos una discusión y me negué a ir al Panamericano y me
suspendieron un año”, rememoró Ballestrino en charla con Que la cuenten como
quieran.
Entre
pelea y pelea el tiempo fue pasando para Carlos. Un día, ya con más de 30 años,
lo llamó el doctor José Veloso que lo citó en el Centro Médico Deportivo. En el
camino Ballestrino se fue comiendo la cabeza pensando los motivos de la
citación. El médico lo había llamado para comunicarle que, por razones de edad,
no le podía dar la ficha médica para boxear.
Carlos
regresó caminando hasta su barrio Piedras Blancas. “Me vine llorando hasta
Teniente Rinaldi y Mendoza”, recordó sobre aquel amargo momento.
Ballestrino
expresó que le costó un montón asumir que dejaba de boxear, pero un llamado de
Ruben Villar fue determinante para empezar a resolver el problema. “Tengo un
gimnasio acá en casa, estoy cansado, y quiero que dirijas”, le expresó. Carlos
puso manos a la obra.
El sueño del gimnasio
Todas
las mañanas Carlos concurría a comprar el pan a una panadería ubicada en Teniente
Galeano y Mendoza. Cierto día se puso a hablar con el dueño, José Varela, al
que le contó parte de su historia y le dijo que no sabía qué hacer porque el
gimnasio al que asistía era para hacer pesas y aquello no le llamaba la
atención. A lo que Varela respondió: “tengo un lugar para hacer un gimnasio”.
Ballestrino,
que por entonces daba una mano en distintas obras sociales en la zona y
trabajaba en algunos boliches, fue sincero y le dijo al dueño de la panadería
que no tenía dinero para encarar la obra. Pero el hombre le quería proporcionar
todo, desde puertas a ventanas, además del portland para que construyera el
gimnasio.
Carlos
dudaba porque el lugar no era adecuado. “Yo venía desde niño y me acuerdo que
me bañaba acá porque esto era como un pantano, había agua. Y no me convencía”,
reveló.
Pasó
el tiempo hasta que un día se decidió. Se fue a la panadería a hablar con
Varela. Y al llegar recibió una noticia inesperada: el hombre había fallecido.
“Pah, me quedé con una pena… Varela ayudaba a mucha gente en el barrio”.
Lo
cierto es que un día que fue a comprar el pan, Carlos se encontró con la hija
de Varela que había venido de Buenos Aires. Le contó que su padre le había
cedido el terreno para hacer un gimnasio y la mujer respondió: “tomate tu
tiempo y levántalo que después arreglamos un alquiler”.
Y
puso manos a la obra. Se fue a la comisión del barrio Los Reyes y trajo gente
para construir el sueño. “Me junte con un amigo Pocho García, con Luis Reyes,
otro boxeador, y empezamos a construir esto. Primero con los jóvenes. Cuando
llegamos era tremendo esto. Había gente durmiendo. Se juntaba gente a dormir
acá. Me traje a los muchachos del Cerrito que eran de mi barrio a entrenar acá
y les dije vamos a construir un gimnasio para nosotros”.
Pero
empezaron los contratiempos. Cuando removieron la tierra para hacer un entrepiso
había vidrios por todos lados. Después que los sacaron apareció una persona que
le sugirió dejarlos “porque de esa forma no andan las ratas”, recordó que fue
el argumento. “Entramos todos los vidrios e hicimos un contrapiso liviano para
taparlos”. El problema fue que el piso era tan liviano que se pasaban cortando
con los vidrios. “Por eso la camiseta de nuestro club es verde, por la
esperanza, y roja por la sangre ya que todos nos cortamos con los vidrios”.
El
gimnasio José Varela Boxing Club se levantó a pulmón, con el aporte de los
propios alumnos que donaron cosas. Desde maderas, espejos, vidrios, hasta las
pesas.
Una obra social
Ballestrino
trabaja con niños, adolescentes y jóvenes de Casavalle, Piedras Blancas y
Marconi. Ofrece apoyo a personas con problemas de adicciones.
“No
solo boxeo hacemos nosotros, tratamos de conseguirle laburo a los botijas,
hablo con los que están sin trabajo y a lo que trabajan les pido laburo para
los demás. Acá les cobramos barato y lo recaudado es para pagar el alquiler y
el agua”, contó Ballestrino.
A
su lado, el presidente Alejandro García acotó: “Acá vienen madres solteras, hay
gente de las volquetas. Nosotros no tenemos obligación de dar de comer ni
albergar a nadie, esto no es un albergue, acá se les da un tratamiento
psicológico barato porque ni psicólogos somos, sino que les habla como
adultos”.
Carlos
revela que han sacado a muchos gurises de la calle. “Siempre le digo lo mismo a
los muchachos: no hay médico, no hay psicólogo, no hay nada para traer acá, acá
están un rato, dos horas y nosotros teníamos un botija que quería venir a
practicar temprano para irse para la esquina y yo trataba de hacer al revés, de
hacerlo venir más tarde para que no fuera para la esquina. Por suerte a algunos
los pudimos enderezar”.
La
tarea es titánica. Los dolores de cabeza están a la vuelta de la esquina.
Con
dolor, Ballestrino recordó el caso de un chico que actualmente está preso.
Tenía 11 años cuando llegó al gimnasio y con 15 empezó a hacer guantes. Pero
todo se vino abajo…
“Un
tío le empezó a hacer la cabeza y arrancó para la droga. El problema fue que el
tío, que estaba preso todavía, lo había convencido de que era el jefe de la
cárcel. La madre me decía Carlitos hable usted con él porque a usted te hace
caso”, reveló Ballestrino.
El
hombre hizo lo que pudo. “El botija me decía estoy mal. Yo le pedía que viniera
a entrenar más tarde para luego encerrarse, que no fuera a la esquina. La madre
trabajaba de noche en la salud y lo dejaba cuidando al hermano chiquito que
ahora viene a practicar acá con 10 años. Cuando se dormía el hermano se
escapaba”.
Pero
lo que más golpeó a Carlos de aquel caso fue cuando vio al chico fumando con su
padre en la plaza del barrio. Ballestrino no anduvo con vueltas, lo fue a
encarar: “Vo hacemos un trabajo acá y vos no ayudás nada. Nos hizo llorar. Ese
botija nos hizo llorar”, expresó con un dejo de nostalgia.
Carlos
recordó otro caso de un chico que ya era mayor y al que llevó a trabajar al
boliche. “Fue un error”, asume con el paso del tiempo. “Pero le dije, mirá ahí
hay de todo en el trabajo. La noche es complicada. El loco venía y me decía que
llevaba 81 días limpios, 90 días, hasta que allá por fin de año me dice: ‘bo
Carlos mirá, caí’. ¿Cómo qué caíste? Y me dice, sí trajeron una torta de cannabis.
Y no pude, le tuve que salir. Y te mata, la verdad, él venía a ayudar y para
limpiarse él. Pero no pudo”.
Pero
nada manda al hombre a la lona. Carlos sigue adelante con su lucha. “Tenemos
muchos chicos con adicciones, ellos vienen acá como si esto fuera una familia.
Acá somos todos hermanos”.
Hace
poco el club cumplió 10 años. Ahora esperan terminar una pequeña tribuna para
organizar espectáculos. La humildad se respira por cada rincón del lugar. La
obra de Carlos, silenciosa, con escaso respaldo, es de un valor incalculable.
Tal vez el paso del tiempo sea capaz de otorgarle el justo reconocimiento.
Gracias Jorge por hacer visible una obra silenciosa y humana...
ResponderEliminarQue gran historia de vida.
ResponderEliminarDesde Porto Alegre les comento !! Soy amigo de infancia de Carlos . Juntos vendiamos agua ,juntamos huesos ,vidrios ,chatarra, etc . El siempre fue y sera de un corazon enorme lleno de amor para dar !! Orgulloso de ser amigo de Carlos ballestrino . Si alguien de ai pueda ayudar ayuden realmente precisa !!
ResponderEliminarGracias no hay palabras para dichas obras soy alumna y pertenezco a la comicion estoy desde los inicios y no hay palabras para la grandeza de carlos y como se involucra con cada uno para mi un padre !! Gracias y no alcanza palabras para cada acto de bondad no solo con el gimnasio en otros aportes en barrio reyes y con otras actitudes una enorme persona que pocos valoran .
ResponderEliminarLa Verdad Una Persona Y Un Gran Profesor siempre sacandonos adelante y apoyandolo en la familia como en el club siempre para delante y un hombre y profesor de gran corazon vale oro soy alumna del y el siempre dandonos para delante con el corazon👏👏👏👏
ResponderEliminarConozco personalmente a Carlitos. Una gran valor, una gran persona que siempre ayudo a todo el mundo. Algún día llegara ese reconocimiento que tanto se merece. Salu Carlitos!
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