Tres días después de cumplir 15 años Richard Huelmo despertó y se encontró con su familia amenazada a punta de revólver. “¡Dame la plata! gritaban hasta que uno apretó el gatillo. Richard se paró de escudo delante de su madre. La bala recorrió su cuerpo. Lo dejó en silla de ruedas. Internado, agarró una bacteria. Estuvo grave y se entregó. No quería vivir. Pero el deporte lo sacó a flote. Hoy es el capitán de la selección uruguaya de básquetbol de sillas de ruedas. Un ejemplo de fortaleza y sobreponerse a la adversidad.
Todo
comenzó un 3 de julio de 2005. Su mamá María había sido recientemente operada
de cáncer. Eran las 3 de la mañana en la vivienda de la casa del Cerro cuando
Richard despertó. Miró a su lado y no estaba su sobrino de 5 años. Se levantó
rápidamente para ir a buscar al niño y cuando llegó al comedor se encontró con
un panorama inesperado. Tres personas habían copado la casa y a punta de
revólver le pedían a su madre por la plata. El miedo lo invadió.
“Uno
estaba enceguecido con mi madre por la plata. Le querían disparar para salir de
la casa. Y cuando veo que le van a tirar atino a abrazarla”, reveló Richard a Que la cuenten como quieran sobre
aquella noche que cambió su vida para siempre.
El
malviviente apretó el gatillo y la bala le impactó a Richard. Le recorrió el
cuerpo. El proyectil entró de costado e iba directo al corazón pero se desvió
hacía la columna y le terminó afectando la médula y alojándose en el brazo
opuesto.
Un
frío intenso le invadió el cuerpo. Sintió que se moría. “Ahí hay un segundo que
no recuerdo y es cómo se fueron estas personas de casa, pero si me acuerdo
cuando caigo al piso y ya no sentía las piernas. Tenía mucho frio y le dije a
mi madre que me estaba muriendo”, expresó Huelmo a Que la cuenten como quieran.
Su madre lo abrazó, lo levantó y lo cargó para llevarlo a un centro de asistencia. Al día de hoy María no sabe cómo sacó fuerzas para levantar a Richard que es un hombre de físico grande. Instinto de madre. Lo cierto es que María empezó a correr con su hijo en brazos rumbo al Dispensario del Cerro.
Inválido, el día
más duro
Como
Huelmo no tenía sociedad lo trasladaron al Maciel. Durante aquellas primeras
horas de incertidumbre, la mamá de Richard peleaba para que no le dijeran a su
hijo que no volvería a caminar. “Yo preguntaba cuándo iba a ir al liceo”, rememoró
sobre aquel momento en el que estaba internado.
Richard
agregó que: “ahí no me caía la ficha de que no iba a caminar hasta que vino una
fisiatra que me dijo ahora vas a tener que trabajar los brazos porque no vas a
sentir las piernas”.
Con
15 años recién cumplidos a Richard Huelmo se le vino el mundo abajo. Empezaron
las preguntas y la incertidumbre.
“Me agarró en la edad de las primeras salidas, de los cumpleaños de 15, de los bailes, de la novia. Fue bravo... Curiosamente el día del accidente tenía un cumpleaños de 15, pero como me había peleado con mi novia no fui. Me quedé en casa y pasó lo que pasó. Estaba para mí”, asume resignado.
Bacteria
resistente
Por
ese entonces se vivía la problemática de la bacteria resistente, que como lo
dice su propia palabra, es una bacteria que resiste los antibióticos y continúa
causando infección.
Richard
reveló que había pasado mucho tiempo arriba de la tabla en la que lo
trasladaron y como consecuencia de ello se le formó una escara. Y la vida le
dio otro golpe: contrajo la bacteria resistente.
“Se
me complicó y me querían pasa al Clínicas para hacer una rehabilitación pero
con la bacteria hacia 40 de fiebre y mi madre tuvo que salir en la televisión a
pedir que no me mandaran a casa porque ella no sabía qué hacer conmigo”,
Huelmo
no pasó por bloc quirúrgico. La bala nunca la tocaron. La tiene en su cuerpo.
Es que el tema más importante pasó a ser la lucha contra la bacteria resistente
que ya había cobrado la vida de un joven.
Fue
en ese entonces que su mamá, que era limpiadora pero estaba certificada al ser
operada de cáncer, salió en los canales de televisión pidiendo que no le dieran
el alta.
Aquel
momento fue duro. Richard asumió en la charla con Que la cuenten como quieran, que se entregó. “Quedé internado en el
piso 8 porque estaba grave. Llegué a estar muy grave. Yo me entregué, es la
verdad. No comía, estaba muy flaco. Estaba mal. Era piel y hueso. No quería
saber nada”.
El deporte, la
salvación
¿Cómo
salió Richard de la dramática situación? El llamado desesperado de su madre a
través de la televisión encontró eco en Apri (Asociación Pro Recuperación del
Inválido). Huelmo reconoció la invalorable tarea de su coordinadora Graciela
Reiris que lo fue a buscar y le empezó a mostrar casos de otros chicos, que
incluso estaban en peor situación, y le hicieron entender que la vida
continuaba.
“Ver
otras cosas generó un cambio en mi cabeza. Costó, pero cambié. No recuerdo
cuando me dieron el alta definitiva porque yo salía, iba, venía. Viví como dos
o tres años en el Clínicas. Todo producto de la bacteria que se me alojó en un
hueso”, recordó Huelmo.
Richard reconoció que el clic en su cabeza fue cuando en Apri programaron un viaje a Piriápolis y lo fueron a buscar. “Yo estaba acostado cuando apareció Graciela en casa y me dijo hoy te vas con nosotros. Y me fui como una semana. Pah fue todo nuevo, conviví con gente que jugaba al básquetbol y me hablaban y me aconsejaban como si me conocieran de toda la vida. Ahí me hizo clic la cabeza”, reconoció.
La silla que lo
marcó
A
lo largo del trayecto a Richard le llevaron muchas sillas de ruedas. Pero las
rechazaba. “No era que me negaba, pero la verdad es que prefería estar
acostado”.
Sin
embargo, un día se le apareció una señora con una silla que era de su marido
recientemente fallecido. “Una silla azul, moderna, cuando la miré dije me
quiero sentar en esa. Le agarré amor”, reconoció.
Todo
le costó a Richard. No era para menos. “Un día disfrutaba mis compañeros de
liceo que me paseaban en la silla y al otro quería hacer un pozo y enterrarme”,
admitió.
Se
negaba a concurrir al liceo. No quería volver. Todo le pegaba. “En la entrada
tenía una rampa y la subía pero para ir a clase ya tenía escalera. Para ir al
baño necesitaba de otro y todo como me pegaba. Dejé. Luego retomé e hice hasta
tercero de liceo. Sentía que lo tenía que hacer”.
Uno
de los días de mayor felicidad fue cuando sus amigos programaban concurrir a un
recital de No Te Va a Gustar. A Richard lo invadió un extraño sentimiento. “Por
dentro yo decía, pensar que yo puedo estar ahí…”. Jamás imaginó que cuando
llegó la hora de partir sus amigos lo fueran a buscar y se lo llevaran al
toque.
Y
lentamente comenzó a encontrar en el deporte el espacio para salir adelante y
darse cuenta de que la vida continuaba.
“Cuando un discapacitado hace deporte te baja el escalón como si nada. El deporte me ayudó. El manejo de silla es diferente. Te das cuenta quién hace deportes porque tiene la silla cortada. No le gusta que lo lleven, que lo empujen. Eso te molesta”, comentó Richard.
Capitán de la
selección
Y
aquello que parecía imposible, cuando se entregó en la cama de un hospital,
cuando no quería comer, cuando su vida se apagaba y se negaba a salir de su
casa, lo transformó en una increíble historia de superación.
Huelmo
empezó a jugar al básquetbol en sillas de ruedas. Se transformó en líder y
capitán del equipo. “Richard llegó muy jovencito. Su historia la contó en una
charla con otra gente. Fue muy natural, más de lo que la gente piensa. Es que del
otro lado hay una persona mucho más fuerte de lo que todos piensan”, comentó su
técnico Miguel Acosta Cidade a Que la
cuenten como quieran.
“Hoy
me toca aconsejar a mí. En el grupo tenemos a Axel de 13 años y trato de
hacerle entender que hay una vida, que puede hacer lo mismo que cualquiera, ir
a bailar, lo puede hacer, de manera diferente, pero lo puede hacer. La barrera
se la pone uno, está en la cabeza”, expresó Huelmo.
El
tiempo ha pasado. Las personas que entraron a su casa aquella madrugada de 2005
fueron atrapadas. Y aunque parezca mentira, Richard no siente rencor. “Muchos
me dicen si siento odio, rencor, y a veces me preguntan si volvería todo para
atrás. Y sabés una cosa: lo tengo que poner en la balanza, porque he vivido
cosas feas pero también cosas hermosas”.
Hoy
Richard vive con su pareja. Tiene una hija de 9 meses, Joaquina. Pudo entrar al parto y
ponerle las medias. “Una recompensa de la vida”, dice emocionado.
Y
vuelve atrás para recordar una charla con su madre… “Cuando quedás en sillas de
ruedas tenés siempre el signo de pregunta en la cabeza. El día que me dieron el
alta, llegué a mi casa y tuve una charla con mi madre. Le pregunté ¿por qué a
mi mamá? Me abrazó y lloró. Se siente culpable. No te lo dice, pero lo sabés,
lo sentís. Yo me puse de escudo para que no le pegaran el tiro”. Pasaron los
años y un día María le preguntó a su hijo si sabía por qué le había tocado a él.
Richard la miró y respondió emocionado: “Porque hoy te tengo acá”.
Ufff otro maravilloso golpe de gracia!! Por que estas historias realmente golpean!! Directo al punto neuralgico donde la razón y la emoción comparten un pedacito. Me emocione muchísimo, gracias Richard por compartir tu vivencia. Jorge por estar donde realmente se necesita!! Conozco el trabajo de Apri. Saludar a todas las personas que allí trabajan. Un escudo sencillamente protege!! Y quien protege a otro ser no es posible que anide en el un sentimiento de rencor. El tiempo luego coloca en su lugar las cosas.
ResponderEliminarImpresionante historia, más que emotiva y que también indigna el saber que para los delincuentes nada importa. Un ejemplo de vida y de sobreponerse, también un bálsamo al alma por la gente buena qué aún queda. Mejor título imposible.
ResponderEliminarMuchas gracias por compartirla.
La Vida te muestra muchos casos que te generan una lágrima , aunque la quieras esconder...
ResponderEliminarMaravillosa historia de vida Jorge , como nos tenes acostumbrado, ejemplos a seguir el de Richard,un abrazo a ambos
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