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El tormento de Rodrigo Amaral. A los 10 años, cuando aún iba a la escuela, deslumbró y terminó en medio de una puja de contratistas. Tras ganar el Sudamericano Sub 20 volvió a ser rehén de intereses. En diciembre de 2020 se despidió de Nacional. Una historia de presiones que invita a reflexionar.

Foto gentileza: Diego Martínez

La cantidad de personajes que comenzaron a rondar las canchas en procura de lograr la representación de Rodrigo Amaral fue asombrosa. El chico, que se convirtió en una codiciada joya cuando apenas tenía 10 años, terminó en medio de una puja de empresarios.


La historia de Rodrigo Amaral podría ser una más de las tantas que viven los niños con talento. Gente desesperada atrás del chico; captadores intentando por todos los medios convencerlo para llevarlo a su club, empresarios conversando a los padres para que firmen un compromiso de representatividad. Nada que no hubiera vivido otro chico. Los casos abundan: Enzo Scorza, Nicolás Schiacappasse, Santiago González, entre otros.


Pero el niño, porque en definitiva por esos tiempos se ponía la moña para ir a la escuela, acabó en medio de una inaudita situación, como se narra en el libro La cara oculta del baby fútbol.


Rodrigo Amaral deslumbró desde pequeño. Pura potencia. Cuentan los que lo tuvieron enfrente que era un sufrimiento. Un chiquilín capaz de tomar la pelota en el medio de la cancha y eludir a medio cuadro rival para hacer el gol. Rompía los ojos.

Como habrá sido la cosa que, el propio Amaral, reveló que empezó a percibir lo que sucedía a su alrededor.


“Dos años antes de terminar el baby fútbol noté que los contratistas empezaban a hablar para llevarme a otros clubes. Me querían representar pero mis viejos se negaban”, comentó Amaral cuando lo entrevisté para el libro.


En el entorno del chico los conocidos, los que lo veían todos los fines de semana, se empezaron a sorprender por la cantidad de gente que comenzó a aparecer por la cancha en procura de la fruta deseada. Llegaron a afirmar que “las caras que caían no generaban confianza, es más, algunos metían miedo".


Como ocurre habitualmente en estos casos, las familias son abordadas por sorpresa, los padres de los chicos no están acostumbrados a tratar con gente que piensa en el niño como una futura inversión.


Un año antes de terminar el baby fútbol, el empresario Pablo Bentancur se transformó en su representante. “¿Qué me daba Bentancur? Una plata por mes y nada más. Un día le dije que no quería estar más con él”, reveló Amaral.

Foto gentileza Diego Martínez


El club Carabelas, donde militaba Amaral, juega en la Liga Palermo. Uno de sus tantos rivales es Rincón de Carrasco, El equipo fundado por el empresario Pablo Boselli. Y no pasó mucho tiempo para que llegara a oídos del contratista el nombre de aquel chiquilín que deslumbraba y marcaba la diferencia.


Entonces, cuando Rincón tuvo que jugar algún torneo importante en Argentina, pidió permiso para llevar a Rodrigo. De ahí a que el niño pasara a tener su segundo representante fue apenas un paso. La empresa GBG, propiedad del empresario Boselli, pasó a manejar los destinos del delantero cuando tenía 11 años.


El siguiente escalón fue llevarlo a las formativas de Nacional, ya que en Rincón trabaja el captador de los tricolores Daniel López, conocido popularmente como Pato.

“Con Pablo arranqué en Séptima división de Nacional. No me daba dinero pero me ayudaba en casa”, reveló Amaral.


Boselli afirma que lo acompañó a todos lados. Fueron seis años hasta que un día apareció otro empresario en escena y se desató la lucha de intereses. El niño quedó como rehén en el medio de la batalla.

A fines de 2011, el exfutbolista y hoy escritor Daniel Baldi fue invitado por el empresario Boselli para trabajar en GBG. A Daniel se le designó el área llamada Deporte y Cultura. El contacto con la empresa le permitió conocer de cerca algunos aspectos de la historia.


“Era un situación complicada. Siempre pidiendo dinero, dinero, dinero y dinero y estaba claro que cuando llegara un dinero mayor no iba a importar nada. Pablo le pagó muchas veces un montón de cosas los padres pero fue una situación compleja. Familia dividida, papá por un lado, mamá por otro. Y era obvio que llegó alguien con dinero y ya está. Se fue”, dijo Baldi en La cara oculta del baby fútbol.


El tema era sumamente intrincado. Es que en determinado momento apareció un documento firmado por los padres del chico. Como la disputa de los grupos empresariales no tenía fin, un conocido de la familia pidió el documento y se lo llevó a un abogado para que asesorara en el tema. El profesional llegó a la conclusión de que el documento en cuestión no tenía valor.

 

Aparece Fonseca



Fue entonces cuando el empresario Daniel Fonseca apareció en escena para pulsear por la futura joya del fútbol uruguayo. Dicen que el tira y afloje fue tremendo. Propuestas, ofrecimientos al padre y a la madre. Charlas, reuniones y Amaral en medio de dos fuegos. Y finalmente la familia terminó optando por Fonseca.


“¿Qué pasó? Yo te puedo decir lo que pasó. No quiero lastimar a nadie, porque es hablar de la mamá, del papá, de los hermanos. Lo quiero muchísimo a Rodrigo. Pero te hablo con datos de la realidad: tuvimos a un chico durante seis, siete años aquí, le proporcionamos asistencia odontológica, nutricionista, exámenes médicos. Como un hijo lo tratamos. Un día vino otra gente –él con contrato firmado conmigo–, le ofreció otra cosa y los padres decidieron cambiar. Ese es un dato de la realidad. No puedo hablar más nada porque puedo lastimar a alguien y no quiero”, expresó Pablo Boselli al ser entrevistado en su momento para el libro.

Amaral y Zidane


Boselli reveló que para él era muy sencillo poner dinero, pero que no estaba de acuerdo en hacerlo y por eso perdió a una de las mejores promesas futbolísticas de Uruguay.

“No tengo nada que decir de Rodrigo. Llegó a un acuerdo comercial con Daniel Fonseca, que no respetó, y yo perdí a un jugador por no acceder a comprar… quizás un par de autos, o algo así. Es clarísimo”, agregó Boselli.


Cuando consulte a Amaral prefirió no hablar del tema y mucho menos salir a responder a su exrepresentante. “Me fui… No me gusta hablar de esos temas. Me fui por un tema de vinculación”.


La situación vivida por Rodrigo invita a muchas reflexiones. El lector sacará sus propias conclusiones sobre la presión que tuvo que cargar el chico desde los 10 años.


Queda hasta la sensación de que Rodrigo debió pagar un alto precio por sus condiciones futbolísticas. Todo por algo que debiera ser tan simple para un niño: jugar.

El tiempo pasó. Mucha agua corrió bajo el puente. Rodrigo fue campeón sudamericano con la selección Sub 20 de Uruguay en 2017. Antes del Mundial fue rehén de otra puja entre su representante y el cuerpo de la selección que conducía Fabián Coito. A fines de diciembre de 2020 terminó su vinculación con Nacional.

Foto gentileza Diego Martínez


“En este mundo en el que vivimos a los botijas desde chiquitos les meten el tema de los empresarios y eso no tiene que pasar. Yo sigo siendo un niño, me encanta jugar y no meterme en todos esos problemas”, decía Amaral para el libro.


Su pensamiento coincide con una carta de un niño que aparece en varios medios de Latinoamérica. En una parte de la misiva, el chiquilín se dirige a sus padres y amigos pidiendo: “No planifiquen tanto con mi vida, ni con mi persona. Déjenme vivir la edad que tengo, pues solo pasa una vez por mi vida”.

 

(En base al libro La cara oculta del baby fútbol, Jorge Señorans, Fin de Siglo)

Comentarios

  1. Historia de nunca acabar amigo, pero vaya a saber lo que será en un futuro próximo la vida de esos gurises que hoy son promesas, en medio de este caos pandémico....
    Salú amigo.

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  2. Si bien son realidades más que conocidas, cuando se conocen detalles y nombres la verdad es que da muchísima pena. Al final ese niño dijo lo mas sensato!!

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