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Fito, la leyenda del panameño con corazón uruguayo


(Foto Fepaba).


Llegó a Uruguay por una temporada. Se quedó 27 años. Defendió a la celeste y jugó hasta los 47 años. Guapo como pocos. Terminó viviendo en una pensión. El 12 de noviembre de 2018 su corazón dijo basta.


Primer partido del campeonato. Debut del cuerpo técnico de Biguá. Neptuno el rival. Fin del primer tiempo en la cancha del club de Villa Biarritz. Gana la visita. Los jugadores de Biguá van a la sala de sesiones para escuchar la charla técnica. Y antes de que el técnico Víctor Berardi comience a hablar, el panameño Fito Medrick pide la palabra.

Su actitud sorprendió porque Adolfo era justamente un hombre de hablar poco. Tosco en el trato. Un jugador que amedrentaba con el gesto serio de su cara.

“Antes de que empieces a hablar, ¿puedo decir una cosa?”, le dijo Fito al técnico ante la atención de todos sus compañeros. Le ceden la palabra y con la mirada fulminante que tenía, el pana arrancó: “A este... –dice Fito mirando a Suárez que jugaba en la base- tú tienes que darme la pelota a mí. Te has tirado tres y no le pegas a nada. Usted tiene que marcar y nada más. Cuando agarre la pelota me la da a mí o a este señor (por Álvaro Tito) porque si no me estás metiendo la mano en el bolsillo y te voy a mandar a cagar”.

Todos se sorprendieron. Pero Fito no paraba. Empezó a insultar. Y se armó tremendo revuelo. Los gritos se escuchaban de todos lados. “¡Bueno, bueno, pará, pará! Acá no vengas a insultar”, gritó el técnico Berardi para poner fin a la discusión.

La anécdota pinta de cuerpo entero a Adolfo Fito Medrick. Un ganador empedernido. Un hombre con un carácter especial, pero reconocido por todos por su don de buena gente.

El panameño vino a jugar una temporada a Uruguay. Se quedó 27 años. Terminó defendiendo a la Selección y se bañó de gloria a nivel de clubes.

Fito desembarcó por estas tierras un 27 de julio de 1979 traído por el entonces presidente de Sporting, José Pedro Damiani. El Contador contaba que cuando lo llevó a su casa una de sus hijas, que por entonces era chica, lo vio y se puso a llorar. Fito metía miedo.

Por aquellos años, pocos conocían los antecedentes de Medrick. Antes de venir al país había trabajado en las Fuerzas de Defensas de Panamá, conocidas como la Guardia Nacional. El hombre sabía pelear…

El excapitán de la Selección uruguaya, Carlos Peinado, recordó en una nota con Urubasket que cuando Adolfo llegó de Panamá, tenía por costumbre ser de los primeros en cambiarse abriendo el calentamiento haciendo fintas como un boxeador. “Era un espectáculo aparte ver a esa figura de ébano lanzado golpes al aire”, expresó Peinado.

Quienes jugaron con Medrick lo recuerdan como un hombre guapo, con una mentalidad ganadora a pruebas de balas. El Gato Horacio Perdomo lo vivió en carne propia. Llegó al plantel de aquel Biguá campeón de todo a fines de la década de los 80. La primera vez que jugaron juntos Fito lo tomó del brazo y le dijo: “Oye, ven acá. Tú no sabes nada, yo te voy a sacar campeón. Y cuando salgas campeón te voy a dar la mano y te voy a enseñar a dar la vuelta olímpica. Así que tú dame la pelota a mí”.

El Gato, que lo conocía poco, quedó perplejo ante la actitud de su nuevo compañero. Pero con el paso de los partidos comprobó que aquel hombre era cosa seria jugando. “¡Una personalidad! Jugaba con las dos rodillas rotas, pero no lo achicaba nada.


Los choques con Still


En aquel Biguá el panameño era figura. En 1989 el cuerpo técnico decidió traer al estadounidense Dennis Still. Un jugador con un físico privilegiado que tomaba muchos rebotes. Still era un tipo carismático, se tiraba al piso en procura de la pelota, gritaba, mostraba los músculos, cosa que no era del agrado de Fito.

El choque de personalidades fue inevitable. Y tanto se miraron de reojo que una noche se agarraron a trompadas en la pizzería Venecia que estaba ubicada frente al Parque Rodó de los niños. Dicen que, si aquella noche no estaba el dueño, el conocido exboxeador Jorge Pérez, todavía estaban peleando.

Otra vez, en plena práctica, se generaron roces con Gustavo Szczygielski y Hugo Vázquez. Los choques se daban en las cortinas, que son acciones de juego donde un jugador se pone delante del rival para impedirle que marque a su compañero y pueda lanzar al aro libre de marcas.

En determinado momento Fito le bajó una mano a Vázquez que le recriminó la acción. El panameño se le fue arriba y tuvo que intervenir Still para separar. En ese momento la práctica la conducía Cacho Perreta que mandó a Medrick al vestuario. El tema es que Vázquez lo fue a buscar y se agarraron a trompadas.

“Esas me las comía siempre yo”, contó entre risas Perreta quien recordó que el técnico Berardi lo mandaba a hablar con Fito cuando el panameño se ponía rebelde.

Miren si metería miedo el panameño que Perreta tenía en su casa un perro cimarrón. Cada vez que entraba una persona a su domicilio el perro le hacía fiestas. Pero cuando la puerta la traspasaba Fito, el cimarrón se ponía como loco.

Quienes lo trataron y lo conocieron en profundidad, hablan con admiración de Adolfo. Destacaron que era un hombre que en el trato era duro, porque era su forma de ser, pero con el paso del tiempo se descubría a una persona con un corazón enorme. Capaz de cualquier cosa por defender a sus compañeros.

 

Contra todos los venezolanos

Por aquellos tiempos en los que Medrick defendió a la Selección uruguaya, los choques con Venezuela estaban cargados de un clima particular. Se generó una rivalidad infernal. La mayoría de los partidos terminaba en problemas.

En los Juegos Panamericanos de Indianápolis 1987, a falta de pocos minutos para el final del encuentro, Uruguay vencía con comodidad a los venezolanos. Fito Medrick sentado en el banco. Mirando el partido con tranquilidad.

En eso se genera un tumulto en la cancha. El venezolano Gabriel Estaba le había pegado a Nazar Rodríguez. Adolfo se paró y tranquilizó a su compañero.

Terminó el partido, los equipos se fueron por un playón grande donde entraban los ómnibus que trasladaban a las delegaciones. Por allí se ingresaba a los dos vestuarios. Fito salió del grupo y pidió a sus compañeros: “Que nadie se meta”. Y encaró rumbo al lugar donde estaban los venezolanos. Cuando divisó al agresor de Nazar lo desafió: “Estaba, vos y yo”, le dijo haciendo señas con las manos e invitándolo a pelear. Dicen que el venezolano, conocido como El Jabao, se metió en el vestuario y no salió más.

Otra batalla que se recuerda fue la ocurrida en el Preolímpico de Montevideo de 1988. Luego de una serie de incidencias, Medrick le pegó a un venezolano y se armó revuelo. Aquella noche no había forma de pararlo al panameño.

Adolfo era un hombre de personalidad fuerte. En los entrenamientos, cuando el técnico ordenaba tirar al aro en parejas para ir entrando en calor, Fito lo hacía solo. Cuando le llamaban la atención él decía con su voz que metía miedo: “Yo tiro solo. Yo nací solo, yo vivo solo, tiro solo”.



Osky Moglia fue protagonista de un cuento que lo pinta en cuerpo y alma al panameño. Resulta que ambos jugadores llegaron juntos a la Selección. En ese entonces se estilaba darles un “recibimiento” a los nuevos. Inesperadamente, una tarde, luego del almuerzo, un grupo de jugadores le tiró abajo la puerta de la habitación a Moglia. Entraron y se le tiraron arriba, le pegaron con las almohadas, le tiraron toda la ropa encima. Pero faltaba el bautismo. Cortarle el pelo. Osky, que era jovencito, se bancó todo como un duque.

A su lado, Fito miraba todo, acostado y sin inmutarse. Consumado el hecho con Moglia, los jugadores se retiraban cuando Osky los llamó: “Muchachos, el hombre también está debutando”, les dijo señalando a Medrick. “A mí no me gusta joder”, dijo el panameño. No lo tocó nadie.

Un día, el plantel de Biguá estaba concentrado en el Parque Hotel. Los jugadores se dispusieron a comer y el mozo pasó sirviendo entrecot. El hombre, sin darse cuenta, omitió darle la porción de carne a Medrick. ¡Para qué! Fito lo miró y lo encaró sin pelos en la lengua: “Oye, ¿tú tienes problemas con los negros?”. El mozo quedó pálido. Apenas atinó a responder que no cuando el panameño le recriminó: “Bueno, ya van dos días que me salteas”.

Moglia apuntó que a simple vista Fito no era un hombre simpático. “El problema era que, cuando había mucha gente, era retraído”.

Pero el enorme corazón de Fito quedó reflejado en una historia familiar. En 1996 falleció uno de sus hermanos que tenía un hijito de siete meses llamado Rogelio. Adolfo viajó a Panamá para asistir al velorio. El niño apenas lo vio se le tiró en sus brazos. Probablemente pensando que era su papá recientemente fallecido. Como la mamá del chico estaba pasando por un momento económico delicado, Fito se trajo al niño a Uruguay.

En 1997, ya retirado, los técnicos Víctor Berardi y Enrique Perreta fueron a buscar a Medrick al bar Sporting. Fito comía unos panchos y se tomaba una cerveza cuando los entrenadores le plantearon la posibilidad de volver a la Selección que se preparaba para jugar el Sudamericano.

Mientras se comía su segundo pancho, el panameño le dijo a los técnicos que lo iba a pensar. Berardi y Perreta lo miraron y siguieron hablando en procura de ablandar al panameño. A Fito no se le movía un pelo. Cuando terminó de almorzar los miró y les dijo: “Ya lo pensé, juego”.

En aquel Sudamericano se recuerda una anécdota que tuvo como protagonista a Diego Losada. Antes de un partido, los jugadores llegaron al vestuario y empezaron a cambiarse para salir a calentar. En eso, Losada se percató de que se había olvidado de las medias. Y empezó a maldecir. Hasta que, resignado, pegó el grito para saber si a algún compañero le sobraba un par de medias para prestarle.

Fito le lanzó unas medias. Esa noche Losada fue de los mejores jugadores de la cancha. Al finalizar el juego los celestes volvieron al vestuario y, antes de entrar a las duchas, Diego se arrimó a Adolfo para devolverle las medias. Fito, con su vozarrón y el acento panameño que siempre conservó, lo miró y le dijo: “Mano, yo no te las presté, te las regalé. Eso sí, si vas a jugar como hoy, póntelas todos los juegos así ganamos”. Dicen que Losada le hizo caso. Uruguay revalidó el título.

Medrick cerró su carrera con 47 años jugando en Tercera con Larre Borges y se radicó en Uruguay. Trabajó en las formativas de Larre donde aplicaba su particular psicología: andaba con un palito en la mano y golpeaba la baranda cuando marcaba algún ejercicio.

Cuentan que les daba una botellita de agua a los chiquilines que la tenían que llevar y andar con ella durante el tiempo que duraba el movimiento. Aquel que no la llevaba tenía que correr alrededor de la cancha.

El paso de los años le pasó factura a Fito. Sin sustento económico, terminó viviendo en una pensión en la calle San Martín hasta que, un buen día, lo mandaron buscar desde Panamá porque su situación era crítica.

Foto: @jborrazas

Las últimas noticias que llegaron desde su tierra datan del año 2009. En una nota en el diario La Republique, Adolfo Medrick reveló que se había quedado sin trabajo. «Estaba yo trabajando en la Lotería Nacional, estaba ahí de eventual, con sueldo de 300 dólares, que no me alcanzaba y, bueno, siempre con la promesa de que me iban a dar el permanente y el aumento. Eso nunca se dio. Por mi experiencia trabajando en el básquetbol llevé mi currículo como entrenador al Instituto Nacional de Deportes. Pero nunca me llamaron y siempre dijeron que no había presupuesto. Ahora mismo estoy viendo para ver cómo subsisto y cómo vivo”.

El 12 de noviembre de 2018, con 62 años, sufrió un infarto. Su corazón no toleró tanta amargura y se paralizó para siempre. La fecha de la Liga Uruguaya del 26 de octubre de 2017 llevó su nombre. Fito se convirtió en leyenda.

(En base al libro Pequeñas grandes historias del básquetbol uruguayo, Ediciones B)

Comentarios

  1. Fito fue un jugador extraordinario y formó parte de esa generación fantástica que dio el Básquetbol Panameño que hicieron época a fines de los 70 y durante los 80....el Mago Gálvez, Reggie Grenald, Rolando Frazer, Mario Butler y Ernesto Tito Malcolm, la mayoría de ellos jugaron en Uruguay...importados por el Cr. Damiani, el "Hernandarias" del Basquet uruguayo.
    Lo del Sudamericano del 97, fue otra jugada maestra de Berardi sabiendo que el "parto venía de nalga" con los venezolanos como bien contaste y que además en el 91 en los Panamericanos de Cuba, Olivares y Estaba fueron a buscar a Álvaro Tito y lo agredieron como revancha de la "piñata" del 88 en el Cilindro..
    Berardi y Perreta llevan a Medrick a Maracaibo, Uruguay campeón y ningún venezolano se atrevió a meterse con los uruguayos...

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    1. Cosa seria esa generacion de panameños. Sera la nostalgia o esa clase de jugadores ya no se ven mas en nuedtras canchas ?

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  2. Viví algo parecido a la anécdota de Damiani con su hija.... No recuerdo el año, me había tomado un año sabático con las trasmisiones y voy al Palacio Peñarol a ver la final del Federal con la menor de mis hijas que tendría 4 o 5 años a la Platea alta y veo a Fito sentado con su sobrinito haciéndome seña para que me sentara a su lado. Si el sobrino a quien apodaban "Chuky" era fatal, mi hija Valeria era la "reina del desparpajo y el inoportunismo..." Lo empieza a mirar y yo a hacerme "cruces" para que no metiera la pata, pero se veía venir... y le pregunta: porqué sos tan negro... ? y él mostrando su sonrisa poco frecuente y con ese tono de voz extremadamente grave le responde: " y tú porqué sos tan blanca...?

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    1. Fito un tipo muy especial sin dudas . De pocas palabras , seco. Si o no. Increible como un crack de este tamaño , habiendo jugado y brindandose en tantos equipos, no se hayan juntado para conseguirle un trabajo decente o unos ingresos. Mucho bla bla pero lo dejaron tirado.

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  3. Un ganador empedernido!! Excelente jugador. Noble persona!!!

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  4. Muy buen trabajo. No solo informativo sino que también- por su calidad - emocionante.

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