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¿Por qué cuento esta historia? Por la carta de Graciela, por el collar de Ana Inés, por la humanidad de Martín, por la fortaleza de Mauricio, por las preguntas de Luana… Por los anónimos que la pelean

Mauricio y su hija Luana

 



El mundo habla de Maradona. La locura mediática te atraviesa y te transporta. Un impacto que no permite visualizar más allá. Hasta que percibimos que diariamente transitamos por la vida con otros héroes. Silenciosos y anónimos. Que tienen sueños como todos. Como vos, como yo, como los tuvo Maradona.

Un día me detuve. Me bajé del viaje mediático. Y percibí que muy cerca había un anónimo que la pelea. Que tiene una historia de superación digna de contar.

Mauricio fue atropellado por una ambulancia. El hueso de su tibia quedó tirado en la calle. Padeció ocho operaciones. Rogó para que no le cortaran la pierna porque es instructor de gimnasia. Hasta que una charla con su hijita de 10 años lo llevó a lo inevitable.

“Yo quería mi pie, no me importaba cómo iba a quedar, pero cuando mi hija me llamó y me dijo: “papi, ¿cuándo vengas a España vas a poder correr, saltar y jugar?, dije ¡qué estoy haciendo! Ahí me doy cuenta que el camino no era el correcto por la obsesión de tener mi pie…”.

El 13 de enero ocurrió lo tan temido. Mauricio Rodríguez perdió su pie. Un mes después volvió al club y entró caminando. No salió más. Allí está. De pie, y con orgullo de padre, dando clases en Defensores de Maroñas.

Esta es la historia de un anónimo. Y la cuento por los miles que la pelean desde el silencio.

 

El accidente 

Los chicos de Defensores de Maroñas de visita


Mediodía del 19 de diciembre de 2019. Mauricio subió a su moto y salió a hacer un mandado. Tomó Avenida Italia y al llegar al cruce con Mataojo percibió que un auto Mercedes frenó su marcha pese a que lo habilitaba la luz verde del semáforo. Mauricio siguió de largo sin percibir que una ambulancia se lanzaba a sirena abierta.

“Jamás sentí la sirena. Algo que hasta el día de hoy me sorprende”, expresó Mauricio a Que la cuenten como quieran.

La ambulancia lo impactó. La moto quedó incrustada en la camioneta. Mauricio voló por encima de un auto y al caer pegó contra el cordón con tanta mala fortuna que se le desprendió el hueso de su tibia. Nunca perdió el conocimiento. Recordó incluso que se sacó el casco porque la gente que corrió para asistirlo no pudo hacerlo.

“¡No te mires la pierna! ¡No te mires la pierna!, me decía un flaco que me fue a asistir”, rememoró Rodríguez. Pero, pese al pedido, fue lo primero que hizo. El pie estaba literalmente desgarrado. Miró atrás y vio su hueso tirado en la calle. Pidió un teléfono. El primer llamado fue a su hermano Gustavo. El segundo a una alumna de la clase de gimnasia funcional del club Defensores de Maroñas. “Por favor, podrás avisar que no puedo dar la clase porque tuve un accidente”, avisó. Deber de profesional.

Lo primero que le pidió a la doctora y a la enfermera que lo asistieron fue: ‘¡por favor, salvame la pierna! Soy profesor de gimnasia, salvame la pierna”.

Mauricio reveló a Que la cuenten como quieran que jamás sintió dolor. El crudo relato de Mauricio nos traslada a lo dramático de la situación.

“Lo único que sentía era un calor que me subía por la pierna. Y luego, en la sala de operaciones antes de que me durmieran me dijeron: ‘esto te va a doler un poco’. Fue lo que ocurrió cuando me movieron. Pero yo estaba preocupado en todo momento por mi pie. Cuando llegué a la sala preguntaba por mi hueso. Es más, el chofer de la ambulancia que me trasladó, me tranquilizaba y me mostraba que lo tenía en una bolsa”.

En la primera intervención le hicieron un injerto.

 

La calidez del doctor Martín Sosa





Cada dos o tres días a Mauricio lo ingresaban a sala. Totalizaron ocho operaciones en las cuales le iban limpiando las heridas. El problema radicó en que padeció una infección. “El hueso, debido a que quedó en la calle, recibió virus. Hasta la tercera o cuarta operación me sacaban pedregullo de la pierna. Y me decían que si la infección se disparaba mucho me tenían que amputar. No querían que la infección llegara a la rodilla”, expresó el profe de Defensores de Maroñas.

Mauricio sabía que no iba a tener movilidad en el tobillo y que su pie quedaba fijo. Cada vez perdía más sensibilidad.

Pero en la Médica Uruguaya se encontró con un profesional del que no duda en afirmar “que le debo la vida” como el traumatólogo Martín Sosa.

Cierto día el médico quedó mano a mano con su paciente.

“Mauri, vos llegaste en diciembre diciéndome quiero mi pierna. Todos me decían que te tenía que amputar y yo respondía que no podía hacer eso. ¿Sabés por qué? Porque primero soy humano”, expresó el doctor.

Mauricio escuchaba sin escuchar. “Me miraba y tenía todo el corte, se me veían los músculos, los tendones, todo”. Pero, pese a todo, en su fuero más íntimo quería su pierna.

El panorama no era muy alentador. En la charla el traumatólogo le explicó a su paciente de que, en caso de que todo saliera bien, le debían colocar un tornillo del talón a la rodilla. Que iba a pasar dos años para apoyar el pie y dos años más para volver caminar. Total: cuatro años. Y con la amputación siempre latente.

En ese período, el doctor Martín Sosa salió 10 días de licencia. Una mañana a Mauricio le sonó el teléfono. Era su hijita Luana desde España. “En determinado momento de la charla me pregunta: ‘papá, ¿cuándo vengas a España vas a poder correr, saltar y jugar?’. La interrogante marcó un antes y un después en la vida del profe.

“Cuando mi hija me preguntó eso me di cuenta de que el camino no era el correcto”. Esa misma tarde Mauricio llamó al doctor Sosa: “Martín, me quiero amputar”, le dijo convencido.

 

La amputación

A los pocos días de la amputación


Al otro día el doctor Sosa llegó a la Médica y mantuvo una charla con su paciente. “¿Vos estás seguro?”, fue lo primero que preguntó. Mauricio estaba convencido: “Sí, ampútame, no quiero seguir más”.

Pese a la dura decisión, el instructor de gimnasia jamás se quebró. Ni siquiera en la soledad de la noche.

Sus familiares no podían creer el momento. Mauricio había superado seis años de depresión. La separación con la madre de su hija y la muerte de su mamá al poco tiempo le habían pegado duro.

Pero en ese momento se dio cuenta que la vida le estaba pasando por delante. Y se plantó en un lugar de no reprocharse nada sino de salir adelante. Todo el club se enteró del estado de ánimo del profe a través de un audio del coordinador Sebastián Baranzano donde expresó que Mauricio quería ser un ejemplo para su hijita.



La amputación se programó para el 13 de enero de 2020. Las horas previas, por la mente de Mauricio desfilaron un montón de sensaciones  y sentimientos.

“Ahí sentí un poco de temor porque no sabés de que se va a tratar. No sabés a qué te vas a enfrentar. Lo primero es que tu vida no va a ser la de antes, por la cabeza se te cruzan un montón de cosas”, reveló. Pero enseguida tomó el celular y empezó a buscar cómo era la vida de un amputado, los procesos por los que pasa, y se percató de que era una vida normal con una prótesis.

Cuando lo trasladaban a la sala fue pensando en su hija. Lo invadió la intriga de saber cómo sería el despertar. En el trayecto se cruzó con dos de las enfermeras que estuvieron siempre: Ana Inés y Graciela. Le regalaron una carta y un collar que aún conserva como tesoros. 

 

El después



Las horas posteriores a la amputación fueron un martirio. Mauricio afirmó a Que la cuenten como quieran que jamás en su vida había sufrido un dolor de similares características.

“Cuando desperté lo primero que sentí fue un dolor intenso. Recuerdo que salí como a las 12 de la noche y eran las 8 de la mañana  del día siguiente y seguía con un dolor gigantesco. Jamás en mi vida sentí tanto dolor, todo me molestaba. En sala estaba mi hermano, unos tíos y yo puteaba a todo el mundo. Lloraba de dolor, fue horrible. El peor dolor de mi vida”, rememoró Mauricio.

Cuando cedió el dolor lo primero que hizo fue levantar la sábana y mirarse. “Me miré y dije: es esto, ya está”. Y comenzó la etapa de recuperación. Estuvo una semana internado.

El profe admitió que en el proceso atravesó por etapas de bajón. “Me pasó, claro que sí. De decir no voy a poder. Hubo momentos que te pegan. Que te frustran porque hay cosas que no podés hacer. Yo no podía ni llevar la leche al microondas y de ahí a la mesa y te pones mal. Pero los límites están en la cabeza y está en vos si te quedás o no. Los límites no son físicos, son mentales”, expresó Rodríguez.

 

Aprender a caminar

Aprendiendo a caminar con la prótesis


El proceso no fue sencillo. Los trabajos de fisioterapia fueron intensos. Cuando se caía lo impulsaba la voz de la especialista de la Médica. “Dale Mauricio, vos sos profe, vos no te podés quedar”, le decía.

Tiempo después llegó la prótesis. “Ellos le llaman envase donde vos colocás tu muñón. El apoyo es en la rodilla. Al inicio sentís que se te va a partir”,  contó Rodríguez sobre sus sensaciones.



Al tercer día de colocada la prótesis salió a andar en bicicleta. Al quinto se fue desde la zona del aeropuerto, hasta el club. Fueron 11 kilómetros.

Aquel día no lo olvida. “Hablé con Sebastián (Baranzano, el coordinador) y le dije que necesitaba volver. Y debo reconocer que jamás me dijo que no, ni siquiera se cuestionó si yo podía llevar la clase adelante. Confió siempre y eso me ayudó”.

En Defensores de Maroñas con su grupo



Mauricio admitió que entre las cosas que más le dieron trabajar fue el aprender nuevamente a caminar.

“Es lo más difícil. Te vas de costado. Uno no se da cuenta pero el cuerpo pierde la marcha. Me resultó más sencillo subirme a la bicicleta que caminar. Que tu cerebro se vuelva a acordar que tiene una pierna. Aunque les resulte curioso, me pasa de que sigo sintiendo que, pese a que no la tengo, siento que me dan calambres, se le llaman síndrome del pie fantasma, todos lo que tienen una amputación lo padecen. Por ejemplo, a las horas de estar amputado sentía el dedo gordo”, contó.

En todo ese proceso admitió que su hija Luana lo volvió a marcar.

“Un día me llamó y me dijo: ‘Papá, ¿te puedo hacer tres preguntas? ¿Te da vergüenza que te falte una pierna? ¿Te gusta que te tengan lastima? ¿Cómo querés qué te traten?”.

Mauricio contestó: “como siempre quiero que me traten”. Y Luana respondió: “eso es lo que quería escuchar”.

Luana y Mauricio


El profe considera que ese es un punto vital. “Es importantísimo que las personas no te tengan lastima. Es difícil que no te tengan lástima. Pero mi hija con 10 años fue la persona que más supo entender. A pesar de estar lejos fue la que más me ayudó con cada mensaje que me transmitía con sus palabras”, reconoció.

La vida cambió para siempre. Hoy se la gana como instructor de gimnasia. La pelea.

¿Por qué conté esta historia? 

Por la carta de Graciela. Por el collar de Ana Inés. Por la humanidad de Martín. Por la fortaleza de Mauricio. Por las tres preguntas de la chiquita Luana. La conté por los anónimos que la pelean.



Comentarios

  1. Hermosa historia . Para tomar de ejemplo. No hay que rendirse jamás siempre hay algo por que luchar , superarnos y salir adelante . Abrazo grande Mauricio seguí así.

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  2. Gracias a Mauricio que me enseñó la fortaleza qué da el amor y que,cómo le escribí en la carta ;somos más qué 1 pierna;somos luz iluminando a otros y la luz de Mauricio me lleno el corazón!!Gracias por haber escrito tan sentido testimonio!!!

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  3. Sin palabras .... no puedo comentar nada ... solo decir que los héroes existen ...

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  4. Sos un ser de luz y de amor sos una persona que siempre transmite muy buenos sentimientos. Que nos enseña a nunca bajar los brazos por más difícil que sea el camino. Te quiero mucho

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  5. Es un buen elemplo d lucha y progreso asii t queria ver Mauricio vaamoo arribaa q se puedeee me alegra muchoo verte recuperado y andar bn abrasoo grandeee

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  6. Una historia impresionante. Un papa valiente, iniguable y un narrador que de las mejores Plumas del Uruguay. El Observador, sus directores deberian ver este material y dsrse cuenta que se equivocaron como algún colega que se lavó las manos.

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  7. Un luchador!!! Muy contenta con tu progreso y esfuerzo. Arriba Mauri. 🤗

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  8. El cronista empezó hablando de Maradona que se roba todas las miradas. Mauricio dice que lástima no se le debe tener a nadie. Grande profe tremenda cabeza, hermosa hija señalando lo esencial y el comunicador acudiendo una vez más al llamado, una gran y silenciosa historia merece ser contada como dijo otro profe con una pluma que es manejada desde el corazón !!! Volver a lo esencial, valorar lo que tenemos y a veces no vemos. Cada ves que respiramos, luchar por esa bocanada!! Gracias Mauricio por compartir tremenda experiencia traumatica transformándola casi en poesía.

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  9. Mauricio te felicito y me alegro muchísimo x tu recuperación, no cabía duda q así iba a ser !! Tuve el gusto de conocerte ya q mi esposo Geza estaba en la cama de al lado,supe de tú sufrimiento voy tú valentía, y de ese AMOR de padre q te llevó a tomar una decisión muy acertada !! Sos un gran ser humano y una persona admirable de fé voy coraje, te mando un abrazo apretado y mi corazón sexslegra de verte tan bien !! ❤️

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  10. Grande Maurício! Y grande Jorge que siempre me hace lagrimear

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  11. Ejemplo de ser humano,muchas veces nos quejamos por tonteras.Solo desearle lo mejor en la vida,porque se lo merece.

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  12. Directo al corazón esta historia de vida, emocionante!

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  13. Gracias por difundir estos ejemplos de Vida. En el Boxeo hay un dicho , cuando caes, hay que levantarse y seguir...Persevera y triunfarán...



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  14. Jorge imponentes tus historias te mando saludos desde Sarandí del Yi . Leo todas tus blogs a partir que escuche en Derechos
    Exclusivos y tengo el libro que escribistes junto a Rivas sobre Carrasco

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  15. Grande mi profe de funcional!!! Excelente instructor de funcional pero mejor persona y un ejemplo del "si se puede" !!!!!!! Siempre así!!!!!!

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  16. Soy hija de Graciela, la enfermera que nombra Mauricio, supe de él desde que ingresó a la Médica. Como hija me llena de orgullo saber que mi madre lo marcó tan gratamente, como enfermera espero poder brindar esa misma contención y apoyo, como persona no puedo más que sentir mucha admiración y respeto por Mauricio. Gracias por esta historia, por enseñarnos que no hay que bajar los brazos.

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