Donó sangre la mañana previa a un partido para un colega paraguayo. Rechazó un cheque en blanco de la NBA. Y se escondió en una casa para evitar pedir pase para Peñarol y no traicionar a Stockolmo. Adesio Lombardo, el goleador olímpico. El flaco, un bohemio.
Foto: Twitter Stockolmo |
El
Flaco era distinto. Le encantaba andar a caballo. Para definir su humildad
basta saber que se disfrazaba de gaucho para pasar desapercibido. Adesio fue el
primer goleador uruguayo pero era un hombre humilde, sencillo y solidario. La
prueba más contundente de su espíritu la vivió su hijo, Carlos, cuando viajó a
jugar un campeonato a Asunción.
El
equipo que defendía el hijo del goleador tuvo fecha libre por lo que la mayoría
del plantel aprovechó para armar un paseo a las Cataratas. Sin embargo,
Lombardo, Zanandrea y Turcatti, optaron por no ir.
En
aquellos tiempos era complicado importar pelotas por lo que decidieron
aprovechar el día para salir a buscar buenos precios y traer balones para el
club.
Llegaron
a un supermercado grande, comprobaron que el precio de las pelotas era bueno,
pero se plantearon seguir buscando en procura de obtener una mejor oferta. En
eso apareció el dueño que les preguntó si eran uruguayos. “Yo les voy a hacer
un mejor precio, se las voy a dejar a precio de costo por una razón especial”,
dijo el dueño del comercio ante la atenta mirada de los tres compradores.
“Mi
hermano le debe mucho a Uruguay”, dijo el vendedor. Y agregó: “En el
Sudamericano de 1949 jugaba en la Selección paraguaya y no pudo seguir
compitiendo por una enfermedad. Necesitaba donantes de sangre para ser tratado.
Un jugador uruguayo se enteró del problema y antes de ir a un partido fue a
donar sangre. Y de noche fue a defender a su selección. Ustedes no se van a acordar,
pero ese jugador se llamaba Adesio Lombardo”, dijo el hombre sin imaginar que
estaba hablando con el hijo del gran goleador.
Los millones rechazados
Para
Adesio no existía otro club que no fuera Stockolmo. Ni el oro del mundo fue
capaz de conmoverlo para defender la camiseta de otro equipo. “Él no concebía
jugar al básquetbol en otro club que no fuera Stockolmo. Es más, siempre
embromaba diciendo que no tenía corazón, que en su lugar tenía una S. Ese era
mi padre”, contó su hijo en el libro Pequeñas grandes historias del básquetbol
uruguayo.
Lombardo
fue goleador olímpico de los Juegos de Londres en 1948. Su juego llamó la
atención y despertó el interés del exterior. Por aquellos años le llegó un
contrato para jugar en Estados Unidos, la meca del básquetbol. Una oferta
millonaria. Lombardo rechazó la carta. Pero los estadounidenses insistieron y
le mandaron un contrato en blanco para que firmara por el dinero que quisiera
ganar. El Flaco no aceptó. “Hoy yo sería millonario si él hubiese aceptado”, contó
entre risas su hijo Carlos.
El
extécnico y periodista Carlos Genta reveló lo que se vivió en el club cuando,
tras el recibimiento triunfal como goleador de los Juegos Olímpicos de Londres
1948, se conoció aquella noticia que denominó como “el susto del siglo”. Y
narró en una nota: “¡Se lo llevan los norteamericanos! En el club estábamos
todos de duelo, pero el egoísmo no perdía su esperanza de que se quedara. Y se
quedó nomás, despreciando dólares, prefiriendo amigos”.
Aquella
propuesta de Estados Unidos no fue la única. Otra vez apareció Peñarol en
escena. Los dirigentes lo llamaron y le ofrecieron una jugosa suma para que
pidiera pase para los aurinegros. Pero el Flaco solicitó mucha más plata de la
ofrecida. La vieja táctica de pedir una cifra desorbitada para que le dijeran
que no. Los dirigentes pidieron unos minutos para responder. La estrategia no
le resultó efectiva a Lombardo porque los directivos de Peñarol lo llamaron
para informarle que estaba aprobada su contraoferta. ¿Saben qué hizo el Flaco?
Se escondió en una casa que tenía su familia en Parque del Plata para que no lo
encontraran y expirara el tiempo para pedir pase. “La plata le resbalaba, no le
daba pelota al dinero. Le decían 100.000 dólares o un amigo y mi viejo decía el
amigo”, contó su hijo.
Adesio
era un jugador con una puntería asombrosa. Pero lo curioso es que, según
quienes lo vieron, no era producto del entrenamiento, sino que era algo innato.
Tenía un físico privilegiado. Medía 1,90 metros, pero si alzaba los brazos
alcanzaba casi los dos metros. Su puntería era tal que desafiaba a sus amigos a
lanzar libres. Pero con una extraña particularidad.
La vieja cancha de Stockolmo |
Tito
Márquez, un histórico del club del Prado, contó que en la época en la que
atendía la cantina de Stockolmo, el Flaco paraba ahí. Un día estaban tirando
libres y llegó Lombardo que los desafió a todos. La barra se negaba a jugarle.
“Estás loco, Flaco, ¡qué vamos a tirar libres contigo!”, le dijeron con
admiración. Pero el ídolo de Stockolmo los entusiasmó con una inusual
propuesta: “Muchachos, yo tiro de espaldas”. Todos se miraron, como diciendo es
imposible que nos gane, y aceptaron el reto. Lombardo metió más que el resto y
ganó la apuesta.
Su
hijo, Caio, reveló que otra de sus habilidades habituales era pararse en la
punta de la cancha, sacar el brazo fuera del límite y decirles a los presentes:
“Les tiro de acá. ¡Y la embocaba!”.
No
en vano fue goleador olímpico en Londres 1948, máximo anotador en los
Sudamericanos de 1947 y 1949. Perdió un solo clásico contra Argentina. Y fue
Campeón Federal con el club de su vida, Stockolmo.
De puño y letra
La
admiración y el respeto de Stockolmo por la figura de Adesio está fuera de toda
discusión. En julio de 1977 el extécnico de la institución, Carlos Genta, le
dedicó una sentida nota al Flaco en la revista Sport.
El
exentrenador comenzó revelando datos de su infancia pobre, que lo llevaban a
esconderse y permanecer encerrado en un cuartito de la sede, desde dos horas
antes del partido, para escapar a la revisión de los fiscales y de esa forma
ver jugar a Lombardo. O buscar algún agujerito en el tejido circundante de otra
cancha para intentar agregarse a los “colados”.
“Mis
recuerdos arrancan del 43, cuando el equipo de la S terminaba de subir de
Tercera de ascenso y quería de corrido llegar a Primera. Yo no voy a salir de
mis recuerdos, me voy a quedar en ellos, porque esa parte grande de mi vida fue
llenada permanentemente de emoción por la figura inconmensurable del Flaco
Lombardo.
Me
ubico entonces en el año 43 y llego al Parque Central en un tranvía. Final por
el ascenso a Primera entre Stockolmo y Montevideo, un equipo que dictaba
cátedra en materia técnica. El Montevideo de Eidlin, Demarco, Mario García, el
Ñato Allen, Galarza, Pose, Lucía. Ganó Stockolmo 47 a 44”.
Después
contó que, cuando el cuadro estaba a punto de coronarse Campeón del Federal de
1953, Lombardo se quebró una muñeca. Tres meses de yeso para el Flaco.
Stockolmo terminó segundo.
En
su nota, Genta trasladó a los lectores a lo vivido cuando lo fueron a buscar en
procura de devolver al cuadro a Primera. Y citó un gesto de Adesio que le quedó
grabado para toda la vida. “Años después, la amargura de un descenso, cuando el
Flaco se había retirado y hubo que volverlo a buscar de apuro. Nos hizo ganar
varios partidos, pero no alcanzó. Y de esa amargura surgió un Lombardo
desconocido para mí y para todos. Con 35 años se decide al reintegro para
colaborar con el ascenso, pero no tiene cabida como titular. Y el Flaco se
sienta humildemente en el banco de los suplentes. El goleador inigualado, el
scorer olímpico, el codiciado por el básquetbol norteamericano, el ídolo del
básquetbol nacional, está de suplente, calladito la boca… Sigue siendo nada más
que el Flaco, para todo el mundo. Para mí también sigue siendo el Flaco, el que
durante esos 20 años me hizo gritar, cantar y lagrimear miles de veces. El que
me dio la verdadera dimensión de lo que es un crac auténtico”.
Pero
hay hechos que conmueven más que mil palabras como el de Victorio Cieslinskas,
su rival de mil batallas.
Carlos
Lombardo rememoró el acto de amistad de don Victorio para con su padre. “Cieslinskas
lo acompañó al viejo hasta el último minuto que vivió. Formaban parte de un
grupo de la Selección donde eran como hermanos. Victorio estuvo todos los días
con papá. Lo acompañó siempre, no se despegó. De noche se iba para su casa y a
la mañana siguiente volvía. Hasta el minuto final lo acompañó”.
Victorio Cieslinskas |
Con
el paso del tiempo, Carlos Lombardo empezó a comprender aquello que cuando era
chico le despertaba curiosidad. Cuando iba de la mano de su padre no entendía
los motivos por los cuales la gente lo saludada y su figura despertaba tanta
admiración. “El viejo no se daba cuenta quién era, nunca tomó la real dimensión”,
expresó Caio.
De
su padre heredó enseñanzas y el legado de un apellido histórico. Los Juegos
Olímpicos terminaron convirtiéndose en eventos multimillonarios que son
televisados a todo el planeta. Generan incalculables cifras de dinero. En ellos
compiten los profesionales mejores pagos del mundo. Se abonan entradas a
precios de oro para ver una carrera como los 100 metros llanos que duran un
suspiro.
El particular mundo olímpico, ese que es capaz de organizar ceremonias de apertura y cierre de una magnitud imponente. Que cuenta con una increíble ceremonia de encendido del pebetero con una antorcha que recorre el mundo. Ese mundo olímpico, desconoce que, en una pared de una casa de Estación Capurro, al lado de un poncho que el hombre se ponía para disfrazarse e intentar pasar desapercibido cuando salía a andar a caballo, hay una camiseta colgada. Es celeste y está desteñida por el paso del tiempo. Tiene el número 6 bordado en lana. Es la del goleador olímpico. La del Flaco.
Tengo 90 años vivo en el prado desde la edad de 11 años y desde entonces soy hincha d STOCKOLMO, confirmo todo lo expresado sobre el "Flaco" incluso fui compañero d trabajo en el ministerio d economía. Sin duda Adesio "El flaco" fue un grande como persona y como deportista. Ruben
ResponderEliminarInolvidable admirado y querido Adesio Lombardo.
EliminarLo vi entrenar luego jugar y por fin ser su compañero.
Siempre genuino y hasta compañero de Selección y Pieza en el Mundial de Rio con que inauguraban Maracanazinho. El más grand
El mas grande y querido
EliminarArriba Flaco!!!!
Gracias Jorge. Por un tema de edad al Flaco lo vi jugar ya mayor . Pero era un placer charlar con el y admirar su perfil bajo. Que contrastaba con su altura. Nunca una actitud soberbia y nunca una fanfarronada. Todo un Crack
ResponderEliminarGran anécdota estimado Amigo
ResponderEliminarcreo recordar (no estoy seguro) de haberlo visto enfrentando a Welcome junto a los hermanos Mera y otro jugador Tabarez (o algo parecido).
ResponderEliminarImpresionante historia!!!
ResponderEliminarMuchas gracias por compartirla!
Muy buen material vamos Stockolmo siempre para adelante !!
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