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Lío en Defensor. El Charro no quería concentrar. Hugo Bagnulo no lo quería poner, pero a pedido de los dirigentes accedió. Llegó al mediodía, luego de una noche de farra, y fue derecho al Estadio. Esa tarde fue sensacional. José Manuel Moreno, un privilegio de la historia de la viola.

Foto Twitter AFA

 

El rey de la garufa. Vivía en Bulevar y Rivera y de noche se iba al cabaret y a los clubes de milonga a entrenar. Solía decir que no había mejor entrenamiento que bailar. Para definir a aquel porteño que vino a jugar a Defensor bastaría con decir que fue Maradona antes que Maradona y que Walter Gómez lo consideró mejor que Pelé.

Corría el año 1952 cuando José Manuel Moreno llegó a la viola. El hombre venía precedido de tremendos antecedentes. Campeón de América con Argentina, y con más de 20 títulos en su carrera, había sido integrante de la conocida Máquina de River Plate, una ofensiva conformada por Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Ángel Labruna y Félix Loustau.

Pero claro, su fama chocaba con la forma de conducirse del técnico del Defensor de entonces: Hugo Bagnulo, un hombre adepto al orden y la disciplina. Cuando le dijeron que el Charro, como se lo conocía a Moreno, desembarcaba en Punta Carretas, don Hugo pidió que hiciera una prueba física.

“Para saber cómo andaba atléticamente, porque entiéndase bien que futbolísticamente nadie puede hoy, ni ayer, discutir a Moreno o atreverse a pedir pruebas. Moreno como jugador fue un fenómeno”, reveló Bagnulo en Estrellas Deportivas de El Diario. Lo cierto es que el hombre se sometió a la prueba, la superó, y los dirigentes se decidieron a contratarlo.

Antes de radicarse en Montevideo, Moreno regresó a Buenos Aires para arreglar asuntos personales. Defensor debutaba el sábado contra Nacional. Pasó el jueves y el Charro no llegó. El viernes ni noticias. ¡Apareció el día del partido!

Bagnulo no lo quería poner, pero los dirigentes intercedieron para que hiciera una excepción. ¡Era  Moreno!

Luis Ernesto Castro, el popular Mandrake, fue su compañero aquella tarde en el Centenario. “Resulta que Moreno no quería concentrarse por nada del mundo. Claro, ¡quería la farra!”, expresó el exjugador de Nacional en setiembre de 1978 recordando al Charro.

Moreno llegó en el Vapor del mediodía y se fue derecho a la cancha. Para colmo de males, el campo de juego era un barrial, lo que incrementó las dudas sobre si podría jugar en su nivel. El Charro se puso la viola y salió a la cancha. Esa tarde fue sensacional. Ganó Defensor 3 a 2.

“A partir de ese día Moreno cumplió como el mejor y no faltó a ningún entrenamiento. Es más, se entrenaba más que nadie. De lo que pasaba de noche, de lo que hacía afuera de la cancha, no puedo hablar. Yo solo digo que como futbolista cumplió totalmente”, expresó Bagnulo.

“Como jugador era brillante, como persona era discutido, incluso los compañeros que con él integraron la famosa Máquina de River, le decían “El Fanfa” porque era un tipo avasallante, porteño típico, aunque como jugador nadie puede poner en tela de juicio su calidad que fue excepcional”, lo recordó Luis Ernesto Castro.

El propio Moreno contó en una nota con El Gráfico: “¡Qué tiempos! Me acuerdo que íbamos a sacar en el comienzo del partido y yo le preguntaba a Adolfo (Pedernera) o al pobre Ramos... ‘Che..., ¿dónde nos vemos esta noche?’. Pero eran otros tiempos, ¿te das cuenta? Había otros berretines...”.

Moreno vino solo a Uruguay y los dirigentes de la viola lo alojaron en una pensión por Bulevar y Rivera. Luego de entrenar, entrada la noche, el Charro se internaba en su mundo: el cabaret.

“Pero era insólito, porque al día siguiente, en el entrenamiento, era un espectáculo. Me acuerdo que en las prácticas se llenaba de ropa, nylon, goma y empezaba a moverse. Nosotros terminábamos y Moreno seguía dos horas más. Cuando finalizaba, su cuerpo era una laguna. Nadie le podía decir nada, porque él cumplía como el mejor. Pero llegaba la noche y allá se iba a recuperar lo que había perdido. Todo eso lo pudo hacer porque era un ser privilegiado. Tenía una salud de hierro, con un físico que parecía un luchador. Una cintura chiquita y un tórax impresionante con unas piernas fuertes y una potencia bárbara”, recordó Mandrake en El Diario. 

Nunca fui borracho



Sus historias y anécdotas son innumerables. Como habrá sido la cosa que cierta vez sus compañeros de River se declararon en huelga porque lo habían suspendido.

Ocurrió en 1939, cuando la dirigencia de River, cansada de su vida nocturna, lo obligó a una estricta vida sana en la previa de un partido contra Independiente. La orden fue clara, nada de cabaret, mujeres ni alcohol. Ese domingo Moreno jugó uno de sus peores partidos. Los dirigentes, molestos, lo suspendieron y eso disparó una huelga organizada por sus propios compañeros.

El Charro contó la anécdota con lujo de detalles el 13 de diciembre de 1971 en la revista Siete Días Ilustrados

“A mí siempre me gustó la noche y como mi físico aguantaba, me daba el gusto; pero nunca fui borracho, aunque siempre me gustó tomar una copita; es más, me hacía bien. Una sola vez me comprometí a no tomar una gota de alcohol y estuve toda una semana a leche. Cuando llegó el domingo y entré a jugar, a los 15 minutos ya estaba sin aire; la hinchada me quería matar, y para colmo perdimos (el partido era con Independiente) tres a uno. Me suspendieron por bajo rendimiento. Mis compañeros, solidarios conmigo, hicieron huelga; entró a jugar la reserva e hizo un campañón; además, casi nos rajan a todos. Desde entonces, al que me dice que la leche es mejor que el vino lo miro torcido”.

Salió y no volvió



Si hasta defendiendo a la selección de Argentina se mandó de las suyas...

Sudamericano de 1947 en Guayaquil, Ecuador. Sábado de tarde, vísperas del partido que Argentina jugaría contra Paraguay. El cantante Leo Marini, que por ese entonces cantaba un bolero de moda llamado “La última noche que pasé contigo” cayó en el hotel donde se hospedaba el plantel albiceleste a buscar a Moreno. “Voy a salir por media hora”, le dijo el Charro al técnico Guillermo Stábile.

A la noche, ni noticias de Moreno. Recién se presentó en el hotel al otro día a las 10 de la mañana. Cuando el DT lo vio llegar, le dijo visiblemente molesto: “Vaya a dormir que ya le designé suplente. Después hablamos…”.

“No Guillermo… yo juego esta tarde”, respondió el Charro.

Moreno subió a su habitación, durmió tres o cuatro horas, se levantó, se duchó y se peinó para salir a la cancha. Cuando se encontró con el utilero  le pidió su ropa. Fue titular y fue un fenómeno.

De su pasó por México se recuerda la noche que discutió por una vedette con un parroquiano en un cabaret y salió a la calle a pelear. En el camino le advirtieron que su rival era ni más ni menos que Kid Azteca, un boxeador profesional. Pero el Charro se fajó sin complejos.


Mejor que Pelé y Maradona

Moreno tenía una particularidad: no quería por nada del mundo que la sanidad ingresara al campo de juego a atenderlo.

En 1947, en pleno partido contra Tigre, le pegaron una pedrada en la cabeza. Cuando la sanidad de River entró para atenderlo, enojado la rechazó. “¿Para qué me voy a hacer atender antes? ¿Para darles el gusto a esos y después canten por ahí que se la dieron a Moreno? ¡No viejo! Cuando me atiendan en la cancha, es porque me van a sacar en camilla”.

Aquel año que defendió a la viola, Defensor peleó el descenso. “Nos salvamos en la última fecha ganándole a Cerro en el Viejo Parque Santa Rosa por 1 a 0 con gol del turco Schert, otro argentino que había jugado en Boca y Vélez”, recordó Bagnulo.

Moreno fue un genio. Pancho Varallo llegó a expresar que si el Charro se hubiese entrenado y cuidado como un profesional, podía haber sido superior a Maradona. Otra vieja gloria del fútbol como Walter Gómez llegó a expresar: “El más grande, mejor que Pelé, era Moreno”.

Footo: web Deportivo Merlo

Quedan pocos testigos de aquel pasaje de Moreno por Defensor, entre ellos el expresidente Eduardo Arsuaga que reveló a Que la cuenten como quiera: “Tuve el privilegio de verlo jugar en Defensor. Un jugador extraordinario, pero un bohemio, como muchos en aquellos tiempos. Me acuerdo que los domingos de noche la gente lo acompañaba al puerto a tomar el Vapor para viajar a Argentina”.

Arsuaga agregó: “Por esos tiempos vinieron varios al club, por ejemplo Vaca y Marante dos exjugadores de Boca. ¡Masantonio! Por favor, otro gran jugador. Estrada, un golero de Boca que fue un caballero que estuvo siempre ligado a Defensor y mandaba cartas. Qué cuadros…”. Y luego de hacer una pausa concluyó con un dejo de nostalgia. “Pensar que en Defensor jugó Moreno, una de las glorias de Argentina…”.

José Manuel Moreno terminó viviendo en la localidad de Merlo donde llegó a convertirse en técnico del Deportivo Merlo en la divisional C. El 26 de agosto de 1978 falleció y se convirtió en leyenda. El estadio del club fue bautizado con su nombre, y desde entonces, el equipo comenzó a conocerse para siempre como “Los Charros”.

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