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“Me la mató a mi madre…”. El paso del tiempo le permite contarlo con naturalidad. Pero aquella noche, en el Parque Central, se le vino el mundo abajo. Arsenio Luzardo se subió al Fusca de un amigo y partió destruido a Treinta y Tres. Una camiseta de Nacional quedó como símbolo de aquella historia.

Luzardo con su hijo Rodrigo. Gentileza Luzardo


El Tola Luzardo la peleó desde siempre. Para que tengan idea, vivía en una casa con 8 hermanos y el día que salió campeón Sudamericano con la selección juvenil durmió en una pensión.

Su tarjeta de presentación en el fútbol grande fue la selección juvenil que en 1979 ganó el Sudamericano disputado en Montevideo. Ahí le echó el ojo Nacional. Estaba todo acordado. Pero un llamado de su Treinta y Tres natal casi tira todo por la borda.

¿Qué pasó? El día del partido final del Juvenil del 79, contra Paraguay, los jugadores salieron de la concentración de Los Aromos con todos los bolsos porque al finalizar el juego quedaban liberados.

Uruguay ganó 2 a 1 y en pleno festejo le hacieron saber al Tola que el técnico de Treinta y Tres, Edgard Birriel, quería contar con él al otro día para el decisivo partido que jugaba la selección ante Rocha por el campeonato del Este.

Al salir del Centenario, Luzardo se vio en medio a la locura. El pueblo futbolero invadido las calles de la ciudad celebrando la conquista de los celestes. El Tola arrancó caminando con su bolsito a cuestas.

“Crucé todo el Parque Batlle, pasé por el Obelisco y agarré todo 18 de Julio buscando una pensión para quedarme a dormir. La gente festejando, caravana, una alegría tremenda y yo por el medio de ellos con mi bolsito buscando un lugar donde pasar la noche”, recordó Luzardo a Que la cuenten como quieran.

Al otro día despertó temprano y se fue derecho a la Plaza Cagancha para tomarse la primera Onda (línea de ómnibus que recorría el país) rumbo a su ciudad. Apenas arribó lo llevaron al estadio Empleados de Comercio donde descansó en la concentración. A las pocas horas Treinta y Tres salió a la cancha con el Tola Luzardo en el equipo con la misión de ganar por tres goles para clasificar a la final.

Lo increíble del caso es que su pase a Nacional estaba prácticamente acordado. “Los dirigentes de Huracán (Treinta y Tres) y de Nacional me querían matar, pero yo quería jugar. Lo cierto es que sobre el final del partido tiran un centro al área y me tiro en palomita a buscar una pelota cuando el golero de Rocha salió y me pegó una patada en la cara. Me provocó fisura de mandíbula. Me quería morir. Pero de todos modos se firmaron los papeles del pase y me fui a Montevideo”, rememoró el Tola.


En el viejo Parque Central

Foto gentileza Arsenio Luzardo

Y de ese modo Arsenio Luzardo llegó a Nacional. Pasó a vivir en el viejo Parque Central donde había un paisano de cada pueblo porque allí se alojaban todos los juveniles que venían del interior.

“Yo dormía en aquellas habitaciones enormes con los techos a 15 metros de altura, había como 12 camas, aquello era un jolgorio. Había gurises de todos lados, de Salto, de Artigas, Wilmar (Cabrera) de Cerrillos… ¡qué tiempos!”.

El Tola reveló que, desde el primer momento en que pisó el Parque Central, tenía claro que debía salir adelante. “A mí no me quedaba otra que salir adelante con el fútbol. En mi casa éramos 8 hermanos, mi mamá era doméstica y mi padrastro jubilado de cuartel, por lo que ganaba dos pesos. Y las pasé, porque hubo tiempos duros en Nacional donde a veces no había para la comida”, recordó.


El día que mataron a su madre

Foto gentileza Arsenio Luzardo

Luzardo debutó en el primer equipo de Nacional en 1980. Un año después, jugando la Copa Libertadores, ocurrió algo inesperado que marcó su vida.

El día previo a un partido de Nacional por la Copa Libertadores se presentó un hombre en la sede a comunicar que había fallecido la madre del Tola.

“Fue un tema muy raro porque el tipo había pedido unas entradas y no se las habían dado. Y me la mató a mi madre. Les dijo a los funcionarios en la sede que la mamá de Luzardo había fallecido en Treinta y Tres”, contó el Tola en el programa Derechos Exclusivos de Radio Uruguay.

En aquellos tiempos las comunicaciones no eran como las actuales. “Yo para comunicarme con mi madre tenía que llamar a la Jefatura y avisarle que a tal hora la iba a llamar. Entonces llamaron para Treinta y Tres y fueron a buscar a mi madre, pero no la encontraron”, recordó Luzardo.

Y se generó la duda. El plantel concentraba esa noche. Una vez finalizado el movimiento, que se realizó en el gimnasio del Parque Central porque había llovido todo el día, el cuerpo técnico reunió al grupo.

“Juan Mugica y el profe Esteban Gesto me dieron la noticia. Yo quedé muerto, mis compañeros me abrazaban y me saludaban”, expresó Luzardo a Que la cuenten como quieran.

En ese momento Mugica se contactó con un amigo en común de Luzardo, Ignacio Ferrés, a los efectos de pedirle si podía llevar al jugador a su Treinta y Tres natal.

“Me acuerdo que Nacho tenía un Volkswagen Fusca y arrancamos para Treinta y Tres. Yo destrozado. Demoramos como siete horas en llegar porque la ruta 8 de entonces no es la de ahora. Entonces cuando pasamos por Pirarajá nos para un control policial y nos piden los documentos. Y en ese momento me devolvieron el alma al cuerpo porque me dicen: ‘¿usted es Luzardo? Su madre apareció”, contó el Tola.

¿Qué había sucedido? En aquellos tiempos la mamá de Luzardo, Sonia Eloisa, era bagayera. Viajaba seguido a Yaguarón en busca de mercadería para vender. Y aquel día que la fueron a buscar se había ido en tren a la frontera con Brasil.

“Ahí Nacho Ferrés me dice, vamos a seguir hasta Treinta y Tres, te quedás a ver a tú mamá, descansas y al otro día volvés a la concentración para jugar. Y así pasó, al otro día a las 5.30 de la mañana salimos de regreso en el Fusca. Llegamos a la una de la tarde, me recibieron mis compañeros, almorcé, me acosté a dormir y de noche Juan me puso de titular”, recordó el Tola.


La simbólica camiseta

Foto gentileza Arsenio Luzardo

Nacional fue avanzando y superando etapas en aquella Copa Libertadores hasta llegar a la final con Inter de Porto Alegre. El partido de ida en el Beira Rio terminó 0 a 0. En la revancha, que se jugó el 6 de agosto en un Centenario colmado de aficionados y en una cancha embarrada, Nacional no dejó pasar la oportunidad y ganó con gol de Waldemar Victorino.

Finalizado el partido, Luzardo sintió la obligación de ir a la casa de Ferrés, el muchacho que lo había llevado a Treinta y Tres. Tocó timbre y le entregó en sus manos la camiseta número 17, toda embarrada, con la que había ganado la final.

Pasado el tiempo, Ferrés se fue a vivir a Treinta y Tres donde se cruzaba seguido con Luzardo. Un buen día el hombre lo fue a visitar a su casa y le dijo: “Tolita no lo vayas a tomar a mal pero te quiero devolver la camiseta porque me queda poco y en tus manos va a estar bien cuidada”. El hombre la estaba peleando contra una dura enfermedad y antes de morir le devolvió aquella mística casaca tricolor a Luzardo. “Ese fue un gesto maravilloso”, recordó el Tola.

En 1985, Luzardo emigró a Recreativo Huelva de España donde se terminó convirtiendo en ídolo. “Siete años jugué y eso es lo que la gente me valora porque a mí se me terminaba el primer contrato de 3 años y me quiso llevar el Deportivo, pero no fui”, contó el exjugador en Derechos Exclusivos.

Luzardo volvió a Huelva en 2019, invitado para celebrar el aniversario del club.

En un reconocimiento que le hicieron, el Tola se puso a charlar con un viejo conocido, el presidente de la Asociación de la prensa deportiva, José Luis Camacho. En la charla, Camacho le comentó que iban a hacer una exposición mundial de camisetas de fútbol. Y el olimareño contó la historia de aquella casaca tricolor número 17.

Foto gentileza Arsenio Luzardo

“Vender no la vendo, pero voy a colaborar con el museo”, le dijo Luzardo al español.

Y esa camiseta, que se codeó con la muerte por aquel anunció del fallecimiento de su madre, que se la terminó regalando a Ferrés en agradecimiento por llevarlo a velar a su mamá, y que volvió a sus manos cuando su amigo se estaba muriendo, esa camiseta está más viva que nunca un museo en Madrid cumpliendo con el mandato de su amigo: “Tomá Tolita, te la devuelvo porque me queda poco, la tenés que mantener viva”.

Comentarios

  1. Hermosa historia!👏🏼👏🏼👏🏼

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  2. Muy buena nota!! Es inimaginable el sentimiento de asumir una muerte tan terrible y luego descubrir que era una falsa alarma. La fantasía hecha realidad, ese querer despertar de una pesadilla.

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  3. Es un ídolo en Huelva, grandísimo jugador y mejor aun como persona. Aquí dejo una huella imborrable, junto a Alzugaray y con Víctor Esparrago de entrenador. Saludos Tola desde Huelva

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  4. Tremenda historia, gracias por compartir.!!!

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  5. Los jugadores y la hinchada lo mejor del fútbol!!

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  6. La realidad supera la ficción... Hermosa historia.

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  7. Hermosa historia. Vi jugar a Luzardo en aquel increíble Nacional de 1980. Increíble porque empezó estando casi "muerto", le ganó la Liguilla a Peñarol y terminó Campeón. Vi esa final y grité el gol de Victorino hasta quedar ronco.

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  8. Gestos del fútbol, sin más valor que las mejores intenciones de gratitud y valores casi perdidos hoy en día.
    Espectacular como siempre amigo.
    Salú.

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  9. Hermosa y muy emotiva historia. Muchas gracias por compartirla estimado!

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  10. NO ME ESTRAÑA NADA , CONOCIENDO AL TOLA , LO QUE FUE COMO JUGADOR Y LO QUE ES COMO PERSONA , TIENE A LOS QUE MUCHOS LES FALTA HUMILDAD , Y NO SE OLVIDA DE SUS REICES POR SER COMO ES TODO EL MUNDO LO QUIERE, SI TENDRÁN QUE APRENDER LAS NUEVAS GENERACIONES. GRACIAS QUERIDO TOLA POR TODO LO QUE NOS DISTE

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