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Hay una historia perdida y oculta en el básquetbol uruguayo. En 1989, por siete dólares de diferencia, los jugadores se plantaron y no concurrieron al Premundial. Uruguay fue sancionado dos años. Lo increíble fue que el valor mínimo de la multa costaba más caro que acordar el viático con el grupo seleccionado.

Fefo Ruiz y Carlos Peinado

Cansados de las condiciones de trabajo y las rídiculas situaciones a las que eran sometidos. En desacuerdo con los escasos viáticos que les pagaban. Sin dejarse influenciar por las amenazas de dirigentes que intentaban amedrentar expresando que la selección corría riesgo de quedar excluida de toda competencia internacional. Llegó un día en que los jugadores de la selección uruguaya de básquetbol dijeron basta. Hasta acá llegamos. Y reaccionaron ante lo que consideraban injusto.

Aquella “rebelión” es una historia que permanece perdida en el básquetbol local y de la que poco o nada se volvió a hablar. Ocurrió en 1989. Y quedó para siempre como un grito de rebeldía de aquellos que entran a la cancha a dejar todo por la camiseta de su país. Ese año, la incorporación de basquetbolistas extranjeros era tema de debate en el básquetbol uruguayo. La mayor parte de los dirigentes se negaba a aceptar que jugadores de otras tierras vinieran a defender a los equipos de Primera. Los jugadores no eran escuchados.

El periodista Jorge Pérez Manzione, en una columna de El Diario del 16 de mayo de 1989, lo dejaba en claro: “Estamos acostumbrados habitualmente a escuchar siempre la voz de los dirigentes, de los jueces, de los periodistas, de los aficionados, pero últimamente hemos notado que no siempre tiene su verdadero eco la voz de los jugadores. Después de todo, ellos son siempre los principales actores de un espectáculo y como dijo Luis Pierri desde Guayaquil (en oportunidad de jugarse el Campeonato Sudamericano): “los que ponemos la cara en la vitrina internacional somos nosotros y no los que votan...”.

A esta altura sería más que prudente que algunos clubes recapacitaran y dieran su visto bueno para dar paso a los extranjeros. Por eso lo del título: ¿por qué no se escucha de vez en cuando la voz de los jugadores?”.

Se crea la Mutual


Mientras estos temas se discutían en los escritorios, por las canchas, y en silencio, se ponía en marcha un movimiento. En momentos en que la selección iniciaba las tareas para jugar el Premundial de México, clasificatorio para el Mundial de Argentina 1990, los jugadores se agremiaron creando la Mutual Uruguaya de Basquetbolistas (MUB).

La agrupación no era extraña. Tiempo atrás había existido un antecedente similar, pero, al no tener demasiada actividad, se desarmó. En esta oportunidad la idea pasaba por otros parámetros.

Los jugadores aspiraban a aportar ideas y trabajar para el mejoramiento del básquetbol. Entendían que había temas que no eran tocados a fondo.

Fue entonces que la noche del 20 de mayo de 1989, en una reunión de la que participaron varios basquetbolistas, entre ellos muchos integrantes de la selección y otros que ya estaban alejados, se constituyó una mesa directriz que aprobó la idea de la creación de la gremial de jugadores.

El 28 de mayo quedó constituida la directiva. Aquel día, 55 jugadores entre los que figuraban los seleccionados Horacio Tato López y Carlos Peinado, formalizaron la MUB.

Edward “Vela” Yern fue elegido como presidente de la comisión directiva que integraron: Walter Pagani (vice), Daniel Mohama Wenzel (secretario), Horacio Perdomo (tesorero) y como vocales Sergio Hermida, Carlos Peinado, Álvaro Tito, Luis Larrosa y Luis Pierri.

La Comisión Fiscal quedó conformada por José Finito Guerra, Nelson Iglesia y Daniel Borroni; al tiempo que los suplentes de la directiva eran: Julio Pereira, Horacio Tato López, Gustavo Szczygielski, Alejandro Giordano, Sergio Somma, Milton Larralde, Pablo Cabot y Omar Las.

Siete dólares de diferencia



En 1989, antes de viajar a jugar el Sudamericano de Guayaquil, la Federación Uruguaya de Básquetbol tenía previsto realizar una gira por Lima donde se jugarían tres partidos internacionales. Los dirigentes también habían cerrado una gira por Canadá para el caso de que, como se preveía, la celeste clasificara al Premundial.

Antes de viajar se estableció un acuerdo con los jugadores por los viáticos a percibir. Fue entonces que se arregló, para el período de prácticas, una fórmula de viático diario para cada jugador en moneda nacional de alrededor de N$ 4.500. Y cuando el plantel se fuera al exterior, cada basquetbolista percibiría 10 dólares por día. El acuerdo sellado incluía la posible participación de Uruguay en el Premundial de México.

Los celestes fueron al Sudamericano de Ecuador donde terminaron terceros por detrás de Argentina y Brasil, lo que significó su clasificación al Premundial. Hasta ahí no había drama.

El hecho es que al regreso se cayó la gira prevista por Canadá y los jugadores solicitaron a los dirigentes renegociar el viático de cara al Premundial. En ese marco, los integrantes del grupo seleccionado plantearon elevar sus aspiraciones a un viático diario en el exterior de 35 dólares.

Mientras se discutía, el cuerpo técnico citó al estadounidense Jeff Granger para defender a la Selección.

Analizado el pedido de los jugadores, los neutrales entendieron que sus aspiraciones eran demasiado elevadas. Si bien estaban de acuerdo en aumentar el viático diario, consideraban excesiva la cifra pedida. Los basquetbolistas bajaron sus pretensiones de 35 a 30 dólares, mientras que los dirigentes ofrecieron 23 dólares diarios. Si se analizan los números, se llega a la conclusión de que la diferencia eran siete dólares. El viático inicial era de 10 dólares, los neutrales elevaron la oferta a 23 y los jugadores pedían 30.

El tema es que, en medio de las negociaciones, el plantel tuvo conocimiento de la solución económica encontrada para solventar los gastos del jugador Jeff Granger. Si bien en primera instancia no mereció reparos, ello sirvió para sostener la firme la postura de no ceder en su aspiración de percibir un viático de 30 dólares y no de 23 como habían ofrecido los dirigentes.

Aquella decisión de traer a Granger abrió aún más la herida, como lo explicó el periodista Pérez Manzione en su columna de El Diario. “A nadie le puede resultar ajeno que todo este problema se agravó aún más con la decisión de incorporar a Jeff Granger al plantel de la selección. Si bien la FUBB en este caso no hace ninguna erogación, el hecho de que hubo una solución externa para resolver el problema económico que sin duda planteó la traída del nacionalizado norteamericano, “avivó el fuego” para llegar a caminos de intransigencia que pueden derivar en hechos graves”.

En pocas palabras, los jugadores vieron que los dirigentes se movieron para conseguir el dinero para permitir la incorporación de Granger, pero no actuaron del mismo modo ni pusieron la misma vitalidad para resolver el problema de los viáticos.

Estalla la bomba



Los días pasaron. Las partes no se pusieron de acuerdo y el viaje se avecinaba. No había forma de destrabar el conflicto. No resultaron productivas ni las reuniones de los jugadores con el dirigente Dupuy, ni las posteriores con quienes se ofrecieron a actuar como mediadores.

La noche del 26 de mayo el presidente de la FUBB, Federico Slinger, decidió tomar el toro por las astas y se metió puertas adentro del vestuario de los jugadores en el frío Cilindro Municipal. Pensó que con su presencia –era un hombre de reconocida trayectoria a nivel internacional– y con cuatro gritos se terminaba el tema.

Dentro del vestuario tuvo lugar un tenso diálogo. Slinger habló hasta que, en un momento, al ver que los jugadores no cedían en su postura, pretendió presionar diciendo: “Muy bien señores, no vamos, pero sepan que Uruguay será suspendido”. Y los basquetbolistas, lejos de asustarse, se mantuvieron firmes en su postura y respondieron sin temores: “No vamos nada”.

Aquella noche, además de estallar el conflicto, fue histórica porque los dirigentes terminaron aprobando la incorporación de un jugador extranjero por equipo en Primera.

El hecho de no asistir al Premundial de México no era una decisión sencilla. Bajarse del torneo implicaba para Uruguay una multa de dos años de prohibición de participar en todo evento internacional.

Como consecuencia del conflicto, los jugadores decidieron no entrenar y se programó una nueva reunión para el otro día, un domingo, a la hora 11 en el Club Welcome.

El domingo no hubo acuerdo. Y si bien quedaba una última bala, que era la gestión que pensaban realizar los dirigentes de los clubes que tenían jugadores en la selección, a fin de interceder ante ellos, nada modificó la posición de los basquetbolistas.

Uruguay suspendido



Ante esta situación, la Federación Uruguaya de Básquetbol se vio resignada a emitir la comunicación a la FIBA que no participaría del Premundial que se jugaría del 8 al 19 de junio en México.

Uruguay se vio impedido de competir por dos años. Recién quedó habilitado para volver en el torneo Sudamericano de Lima 1991. Lo curioso del caso es que la Federación debió abonar una multa que superó las exigencias que en su momento habían planteado los jugadores.

Según la reglamentación, cuando un equipo clasificado comunicaba dentro de los 30 días previos a la iniciación del campeonato que no concurría, la multa iba desde un mínimo de 2.000 dólares hasta un máximo de 10.000.

Siguiendo el razonamiento de que a Uruguay le aplicaran en aquel entonces la pena mínima (2.000 dólares) se estaría en una cifra aproximada apenas superior a lo pedido por los jugadores. Insólito pero real. El conflicto fue por siete dólares y la multa costó más cara que arreglar las diferencias con el plantel.

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