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Las luces del Estadio se apagaron. La fama quedó a un lado. Su vida sufrió un vuelco. Quedó sin trabajo y pensó en salir a robar y hasta en matarse. “Se me pasó por la cabeza, es un segundo”. El conmovedor relato de Carlos Tierno De León que no duda en afirmar: “yo reinicié mi vida después de viejo” y que hoy cuenta su experiencia, a través de clínicas, para que sirva de ejemplo a otros.



En diciembre de 2006 Carlitos De León me contó su dura realidad. Atrás había quedado el fútbol. Las luces del campeonato Uruguayo conquistado con Bella Vista en 1990 se habían apagado. Aquellos que revoloteaban a su alrededor desaparecieron. Se percató de que muchos fueron amigos del éxito.

Cuando lo llamé para que me narrara su historia me encontré con un hombre feliz, lejos de aquel al que se le había pasado por la mente sacar el revólver del ropero para cometer locuras.

“Yo reinicié mi vida después de viejo. Salí de aquel momento de locura que no se lo deseo a nadie”, me contó De León cuando lo entrevisté para el libro Son cosas del fútbol.

Su duro testimonio vale. No es ni más ni menos que el de un hombre que alcanzó la gloria deportiva, se quedó sin nada, pensó en lo peor, y volvió a salir de la mano del trabajo.

Aquella, su etapa de gloria con Bella Vista, había quedado lejana en el tiempo. En 1996, aburrido por el entorno, decidió que era tiempo de dejar el fútbol. “A los 33 años decidí no jugar más. Me peleaba con los dirigentes porque no nos pagaban”, reveló a Que la cuenten como quieran.

Meses después, en enero de 1997, Julio Ribas lo llamó para sumarse a su cuerpo técnico y dirigir al equipo de Séptima división de Bella Vista. Formó parte de aquel proceso espectacular de los papales que determinó que, en 1999, ese grupo de entrenadores fuera contratado por Peñarol.

La vida de Carlitos era pura felicidad. Pero todo se derrumbó cuando el periodista Ricardo Gabito denunció que De León trabajaba con un título de entrenador falsificado y su vida cambió radicalmente. Se le vino el mundo abajo.

“El tema del título es muy complejo pero yo asumí mi error y salí a pelear nuevamente. No tengo rencor contra nadie, Gabito cumplió con su trabajo. Yo me equivoqué como le puede pasar a todos en la vida”, expresó.

“Pasé dos años sin trabajo, dos años muy jodidos, donde mis viejos y mi hermano me dieron una mano enorme. Yo pensaba que tenía caparazón gruesa pero no creía que esto iba a ser tan duro. Me quedé sin nada, pero sin nada, sin nada, y mi error lo pagaron mis hijos”, contó De León.


El exdefensa, que salió de Cerro y que es conocido en el ambiente como el  “Tierno”, siguió adelante con su historia de vida.

“Tenía lo puesto, no tenía para pagar la luz, no tenía ni para comer, no le podía comprar una bolsita de caramelos a mi hija. Un día el Armenio Daniel, que tiene una pizzería en el Cerro, me llamó enojado porque no le había avisado nada sobre mi situación y me dio una mano al permitirme trabajar en su local. Hasta el perro comía pizza en casa”.

Aquella etapa le sirvió para identificar bien a sus verdaderos amigos, no los de la fama. Esos se alejaron.

“Muchos me fallaron, no doy nombres porque tengo códigos. Hubo una persona que me llamó y me pidió que fuera a su oficina en Pocitos pero yo no tenía ni plata para el ómnibus. Me hizo ir cinco veces y resulta que después desapareció. Conocí a mucha gente, todo lo que viví me sirvió para reconocer a mis verdaderos amigos”.

En aquellos tiempos de malaria hubo gestos que lo conmovieron. “Un día realicé una nota en la televisión contando lo que me pasaba. Fue una nota dura pero realista. Entonces me llamó un señor de apellido Pateta para ofrecerme trabajo. Yo no lo conocía y ese fue un gesto que no olvido”.

Un amigo lo hizo reaccionar


Pero llegó un momento en que Carlitos perdió la cordura. “Quería hacer cualquier locura. ¿Qué locura? Al grado que jamás podrán imaginar. Salir con un chumbo a robar o matarme. Nunca lo hice, pero lo llegué a pensar, son momentos en los que se te cierra el bocho. Muchos dicen que es fácil, pero es lo más difícil. Matar o salir a robar no es para nada sencillo. Aquella vez me di cuenta de que yo no era guapo”, contó en el libro.

Fue un amigo el que le sacó aquella de la idea de la cabeza. “Me preguntó si tenía el revólver porque tenía un almacén y lo robaban seguido. Y yo le dije, sí, justo andaba con ganas de usarlo. Vino a casa y me pegó unos cachetazos que me hicieron reaccionar”, reveló De León.

Carlitos golpeó muchas puertas pidiendo trabajo hasta que un día se encontró con el doctor Guillermo Elordi que le brindó la posibilidad de volver a tener una actividad.

Tiempo después el exfutbolista comenzó a trabajar en el Laboratorio Biogénesis Bagó donde compartía la actividad con su hijo siendo encargado de expedición. Hace un tiempo volvió a quedar desempleado.


Pero Carlos no baja los brazos. “Me compré una camioneta, hice un reparto de fiambres y quesos hasta que se me cayó con esto de la pandemia”, expresó.

Por estos tiempos De León, un luchador de la vida, brinda clínicas de fútbol brindando charlas en clubes de baby fútbol.

“Hablo para los niños y los padres obsesivos. Trato con padres que venden los ojos de sus hijos y se piensan que lo van a llevar al Real Madrid. Todos piensan que la fama pasa por el dinero, y para mí el ejemplo es la experiencia vivida. Parece que todo pasa por la fama y el dinero y no es así. Yo les hablo y me pongo en primera persona. Fui jugador de fútbol y cuando terminé de jugar miré para atrás y tenía a mi exmujer y dos hijos y no tenía estudios, entonces, ¿saben qué tienen que hacer? Jugar al fútbol, andar en patines, o ser murguistas, pero estudiar”.


La lucha de Carlitos continúa. Dice que lo que más le cuesta es encontrar trabajo. Pero no se rinde. Sigue adelante con un propósito claro: ayudar a los más chiquitos, como lo reveló en una foto donde se lo puede observar rodeado de niños y un texto donde expresa: “Como dice la murga: ‘Yo soy el error de la sociedad. Soy el plan perfecto que ha salido mal’. Trabajemos en formar niños no solo para ser futbolistas, sino para la vida, el resto vendrá o no”. 

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