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Con ansiedad rompió el sobre. Sacó la tarjeta y se le escaparon las lágrimas al ver el Ave. Su alma tembló. No quería ir por vivir pendiente de su señora ciega. Jamás ganó un torneo en el club pero la gente convirtió a Juan Machado en leyenda y lo inmortalizó como Tata.


 

En su casa se percibía el amor que tenía por el cuadro. El Ave Fénix estaba por todas partes. En las paredes, a través de banderines y fotos que te transportaban a otros tiempos.

Estábamos sentados en la humilde vivienda de Piedras Blancas cuando el Tata me pidió permiso. Se levantó de la silla y fue a buscar algo. Apareció con dos cajas de zapatos. Adentro estaba su tesoro: cientos de recortes de diarios y fotos que atesoraba de sus ocho temporadas en el club de Capurro entre 1960 y 1967.

Me miró a los ojos y me dijo: “Yo lo quiero a Fénix…”. Y antes de entregarme las cajas, me sugirió: “Loco, no me vayas a perder esto. Me lo junto mi señora. Ahora ella está enferma y la tengo que cuidar, por eso yo no salgo de casa más que a hacer los mandados”.

Después de deslumbrar por las canchas de su barrio, defendiendo a Nacional de Piedras Blancas, el Tata se fue a las formativas de Danubio y con 14 años salió campeón de Cuarta división.

Al poco tiempo pretendía irse pero el club de Maroñas no le daba el pase, por lo que tomó la decisión se irse a jugar a Oriental en Intermedia donde los dirigía su padre. Se fue junto con el Zurdo Schettini, otro gran jugador del barrio. Y allí es donde lo capta Fénix. Se los llevaron a ambos.

Impedido de jugar en el primer equipo, Machado jugó todo el año en la Reserva del club de Capurro. Fénix perdió la categoría por lo que el Tata debutó en el primer equipo en la B en un cuadro donde jugaban Chirola Dorado, Campanella, Kum, entre otros.

“Miren si tendría cuadro Fénix que ese año en la B lo pusieron de puntero izquierdo. Subieron a Primera al trote y recién allí lo pusieron de 8. El Tata era 8 pero hacía el juego del 10. Sinceramente, un maestro”, expresó su hermano Carlos Machado a Que la cuenten como quieran.

El Tata con Nacional de Piedras Blancas

Carlos tiene una espina en su alma. Al igual que su hermano jugó en Fénix “pero no llegué a jugar con el Tata en el primero porque me fracturé tibia y peroné a los 18 años y en aquel entonces, con una fractura, te echaban al diablo”, rememoró.

La bonhomía del Tata en la década del 60, siendo crack de Fénix, fundó el club Puerto Nuevo y cuando no jugaba con los albivioletas se ponía la blanca del cuadro de Piedras Blancas.

“Terrible jugador. Cabeza levantada, llenaba la cancha de fútbol. Exquisita persona. El Tata era un pan de Dios. Vivía de broma en broma. Un día uno se enojó y le tiró con una bocha”, rememoró Armando Señorans que fue rival de Machado en aquellos entreveros barriales.


Las finales con Wanderers

“Mi ídolo…”, dice el presidente de Fénix, Mario Sanseverino, y hace una pausa. “Lo que me quedó grabado en la mente fue la final por el descenso del año 1962 contra Wanderers”, comenzó a diciendo a Que la cuenten como quieran.

Aquellas dos finales para evitar el descenso quedaron marcadas a fuego en Capurro. Es que no se limitaron a dos partidos. La definición estuvo rodeada de un montón de condimentos.

Primero se generó una batalla política que duró un mes porque Fénix quería jugar antes de terminar el año y Wanderers quería dilatar la definición. El 27 de diciembre se reunió la asamblea de clubes para derogar el artículo 93, que impedía jugar en enero, pero no alcanzaron los votos, y el desempate se fijó para los días 25 de marzo y 1 de abril de 1962.


Esta situación derivó en que la dilucidación del descenso se desvirtuara porque la permanencia no la decidieron los mismos jugadores que habían competido en 1961 sino que podían actuar las incorporaciones para la temporada 1962.

Según se narra en el libro La leyenda de Fénix: “Hasta el 15 de febrero, Fénix había incorporado solamente a Nelson García, de Cerro, y a Ruben A. Martínez de Peñarol. Pero en la semana previa a la definición consiguió el concurso del piloto argentino de Talleres, Lucio León.

Por su parte, Wanderers se había reforzado muy bien. El 9 de marzo cerró el pase del zaguero brasileño Beico, Homero Víctor Guaglianone, Carlos Martínez y Nelson Floreal Leone, todos de Nacional, y Júpiter Crescio. Se trataba de jugadores destacados a nivel local e internacional.

Por si fuera poco, minutos antes del cierre del período de pases, llegó el campeón de América y del mundo, Ernesto Ledesma. El hombre se encontraba concentrado con Peñarol en Argentina jugando la Copa Libertadores, por lo que desembarcó en Montevideo en taxi aéreo desde Buenos Aires.

Bajo esas condiciones, Fénix llevaba las de perder. Pero, por las que duelen, apareció el Tata Machado en toda su dimensión.

“Si algo no me puedo olvidar en mi vida fue la final por el descenso con Wanderers en el Centenario…”, comenzó diciendo Carlos Piovanni, otro hombre que respira Capurro desde sus entrañas porque vivió en el altillo de la sede. Su mamá era limpiadora de la sede y su padre el cantinero.

Piovanni, recurriendo a su memoria, aportó a Que la cuenten como quieran: “Aquel fue un día lluvioso, muy lluvioso. Y no me puedo olvidar mientras viva que sacó Thul del área. La pelota viajó a la mitad de la cancha y ahí estaba Juan (Machado), paradito. No sé cómo hizo pero lo vio venir a Beico que era enorme. Juan no se movió, dejó pasar la pelota, y corrió a buscarla. Beico clavó los tapones contra el pasto y me parece escuchar en este momento el grito de asombro de la gente “ohhhhhhh” y el Tata se fue con la pelota rumbo al arco para marcar el gol. Inolvidable”.

Fénix ganó los dos partidos: 4 a 0 el primero y 3 a 2 la revancha, por lo que permaneció en Primera.

Casi cinco meses después de evitar el descenso, el elenco de Capurro inició el Uruguayo de 1962, un torneo que quedaría marcado en su historia porque se coronó como campeón de los chicos al terminar tercero en la tabla por detrás de los grandes.


Las mañas del Tata


Dicen aquellos que lo vieron jugar que el Tata era loco por convertir goles de calidad. Le gustaba entrar con la pelota adentro del arco y muchas veces fue blanco de las críticas de la tribuna por su actitud.

“No saben las calenturas que nos agarrábamos con el Tata porque había partidos que en lugar de meterla quería hacer el gol de calidad o de taco”, expresó Piovanni. Y Sanseverino acotó: “Llegaba al Estadio y decía ‘hoy tengo ganas de hacer un gol de taco’, y de repente tenía para hacer un gol simple y buscaba hacerlo de taco. ¡Le gritaban de todo!”.

Ya retirado de la actividad, el Tata se dedicó a manejar un ómnibus de Cutcsa. Sanseverino recordó que, cada vez que Machado pasaba por la sede de Fénix, lo hacía tocando bocina.

“Un día subo un ómnibus y el chofer me grita sorprendido: ¡Carlitos! Era el Tata. Nos pusimos a charlar. Juan era sencillo, era su forma de ser. Un loco de barrio, de allá de Piedras Blancas”, rememoró Piovanni.


“Machado está ligado a la historia de Fénix. Vos hablás con cualquier hincha del club y te habla de Machado. Ahí nacía el fútbol en Fénix”, expresó con orgullo.

El mismo orgullo con el que el Tata contaba que en el camión de su viejo había llevado tierra para rellenar el talud de la cancha de Fénix.

En ese mismo camión se apareció un día para trasladar a todos los jugadores de Fénix a la cancha de Rampla. El plantel llegó con el Tata al volante.

Su nombre quedó grabado a fuego. Juan Machado, el Tata o Machadito, disputó 131 partidos y marcó 37 goles con la camiseta de Fénix.

Gustaf, Mateo y Machado

Es el único jugador en la historia del club albivioleta que convirtió cuatro goles en un partido. Ocurrió el 26 de noviembre de 1961 ante Racing en el Capurro.

En 2016, en oportunidad del centenario del club, los dirigentes le mandaron la invitación a Machado. Enterados de que no quería concurrir, por no dejar sola a su señora que había perdido la vista, los dirigentes se apersonaron en su casa. En el encuentro el Tata le regaló al presidente una vieja bandera bordada que había recibido de manos de Adela, una reconocida hincha que era la madrina del club.

“Fénix era su vida. Seguro. Para él fue su vida”, expresó su hermano Carlos. Y retomó diciendo que en su foto de perfil está el Tata con la camiseta de Fénix. “Porque el Tata no era mi hermano. Era más que eso...  Perdón, perdón…”. Se produce un silencio y se larga a llorar.

El Tata con su nieto Mateo y Martín Ligüera

Aquel año 2016, después de varias charlas, al Tata finalmente lo convencieron. Fue al homenaje de Fénix con su nieto Mateo que comprobó lo que significaba su abuelo en el club. Aquella noche Machadito se emocionó. Unos años después el Ave Fénix se lo llevó. La despedida fue como quería el Tata y como pidió Mateo: con la bandera de Fénix en su féretro.

Comentarios

  1. Excelente y entretenida historia! Muchas gracias por compartirla. Como siempre el periodista-escritor le brinda un toque de distinción.

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  2. Yo, Néstor Pallares, lo ví jugar. Un fenómeno. Integró alguna selección uruguaya. Los cuatro goles se los hlizo a Danubio en Jardines. Hermoso y merecido recuerdo

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