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“Capurro… Yo amaba Capurro. Me gustaba el barrio. Era cruzando la vía. La cancha quedaba para abajo. Tenía tribunas bajitas y de madera. ¡Qué recuerdos, cuántos amigos!”. La memoria de este hombre viaja en el tiempo. No olvida la cantina del cuadro. Lucio León, el argentino que salvó a Fénix.



Para muchos, Lucio León es un desconocido. Para los viejos hinchas del club albivioleta, es el argentino que los salvó del descenso. No lo olvidan…

Todo comenzó en una charla de boliche. Café de por medio, un dirigente de la vieja guardia del club como Ovidio Cabal, rememoró la historia del año que se salvaron del descenso y se festejó como un campeonato.

El Campeonato Uruguayo de 1961 fue sufrido para Fénix. Apenas tres triunfos en 18 partidos llevaron al albivioleta a padecer una dramática definición, cargada de emociones, y pulseadas políticas.

El club de Capurro comenzó siendo dirigido por el profesor José Ricardo De León. Luego de once fechas sin victorias, se alejó del cargo por recomendación médica y asumió Juan “Nenín” Anselmo, el histórico futbolista que nació en el club y que fue campeón olímpico en 1928 y mundial en 1930 con Uruguay.

Pero poco y nada cambió. A falta de tres fechas, el equipo había ganado un solo partido cuando tuvieron que ir al Viera a jugar contra su rival directo: Wanderers. Los bohemios empujaron a Fénix a la B ganando 3-0. El resultado fue un duro golpe. Restaban dos fechas y el descenso parecía sentenciado. Había que vencer a Racing y Rampla.

Y el ave resurgió. Con cuatro goles del Tata Juan Machado golearon 5-0 a Racing y en el cierre vencieron 3-1 a Rampla. Estos resultados le permitieron igualar a Wanderers en la tabla del descenso. Debían jugar entre ellos para definir quién bajaba a la B.

 

Líos políticos

La definición por la permanencia en Primera se trasladó a los escritorios de la Asociación Uruguaya de Fútbol. Los clubes no se ponían de acuerdo. Mientras Fénix quería dirimir el descenso antes de terminar el año, Wanderers pretendía dilatarlo. ¿Motivos? En aquellos tiempos existía una ventana de 30 días para que las instituciones pudieran presentar reclamos sobre los partidos. Y si bien el plazo se redujo a ocho días, chocaron con otra reglamentación que impedía jugar en enero y febrero. En consecuencia, no se podía retomar la actividad hasta el 25 de marzo.

Fénix movió piezas y logró convocar a una asamblea de clubes para el 27 de diciembre con el fin de derogar el artículo 93, que impedía jugar en enero, pero no reunió los votos necesarios. En consecuencia, el desempate se fijó para los días 25 de marzo y 1º de abril de 1962.

 

Súper Wanderers

Pero claro, había otro detalle: como la temporada había finalizado, el descenso no lo decidirían los mismos jugadores que habían defendido a los equipos en 1961, sino que podían actuar las incorporaciones que habían realizado de cara a 1962.

Y Wanderers armó un súper equipo para salvarse del descenso. El 9 de marzo cerró el pase del zaguero brasileño Darcilio Vignoli “Beico”, que era pretendido por Cerro, pero llegó a los bohemios proveniente de Floriano de Novo Hamburgo a cambio de 135.000 pesos uruguayos.

Pero la bomba se produjo a cuatro minutos del cierre del período de pases cuando Wanderers confirmó la incorporación del campeón de América y del Mundo, Ernesto Ledesma, que estaba concentrado con Peñarol en Buenos Aires para jugar por la Libertadores. Ledesma llegó en taxi aéreo para firmar con los bohemios. A cambio del pase, Wanderers le cedió a Peñarol la ficha de Luis A. Recalde y le pagó $ 50.000 (equivalente a US$ 50.000) al jugador campeón del mundo, según informó El Diario.

Ledesma se sumaba entonces a Beico, Júpiter Crescio, Homero

Víctor Guaglianone, Carlos Martínez y Nelson Floreal Leone.

¿Y Fénix? El club de Capurro había incorporado solamente a Ruben Martínez de Peñarol y Nelson García proveniente de Cerro.

 

Un tal Lucio León



Ante la cantidad y la calidad de los jugadores que había incorporado Wanderers, los dirigentes de Fénix entendían que debían hacer algo para reforzar el equipo y evitar el descenso.

Quedaba una semana para la definición cuando el técnico Osiris Romero, que había asumido en lugar de Anselmo, el tesorero y el futbolista William Velázquez, un argentino que defendía al club, viajaron a Argentina.

“La idea era traer a un 9 de Boca, porque en el barrio vivía un tal García que era representante del club en Uruguay. Pero resulta que todo quedó en la nada”, rememoró el presidente Mario Sanseverino.

Y ahí apareció el nombre de un tal Lucio León por el que Fénix pagó 700.000 pesos argentinos (400.000 al club y 300.000 al jugador), cifra que equivalía a US$ 8.400 ($A 83,80 por dólar, el 1º de marzo de 1962).

Lucio León recuerda cada detalle del arreglo: “Yo le pedí 300 mil pesos argentinos. Era plata, pero me la pagaron en tres veces”.

Y de esa forma, el argentino llegó a Uruguay se fue directo a la sede de Fénix.

“Yo era el cantinero del club. Un día llego a la cantina y me dicen: ‘hay un muchacho ahí que dice que vino a entrenar’. Cuando lo miré dije por dentro, con este muchacho no vamos a hacer nada. Era bajito…”, rememoró el presidente Mario Sanseverino.

León se cambió y fue a entrenar. “Antes de fichar me hicieron jugar como cinco amistosos. En aquellos tiempos era común jugar partidos amistosos. Recuerdo uno que jugamos contra la Selección y les dimos una milonga. Empatamos 1 a 1 y el Tata (Machado) erró un penal que se lo atajó Taibo. Ese día Escalada empezó a pegar patadas y yo se las metía también. Yo nunca tuve miedo, me ponía dos vendas en cada pie, una canillera con algodón, y a la cancha”, expresó el argentino.

En ese entonces, Carlos Machado, hermano del Tata, jugaba en la Tercera de Fénix y entrenaba contra Lucio León. No lo olvida.

“¡Qué jugador! Mi sueño era jugar con ellos y con mi hermano, pero el tema fue que no se lesionaron nunca. Nunca se lesionaban y para colmo yo me fracturé”, recordó el hermano del Tata entre risas.

 

Los partidos del descenso



La tarde del 25 de marzo de 1962, 20 mil personas fueron al Estadio Centenario para ver el primero de los dos partidos que jugaron Wanderers y Fénix para salvarse del descenso.

Y ocurrió lo inesperado… El viejo club de Capurro, contra todo pronóstico, goleó a los bohemios por 4 a 0 con goles de Guevara (16’), Machado (63’ y 77’) y Torena (81’).

Aquella tarde, bajo la conducción del árbitro Esteban Marino, Fénix jugó con Mario Thul, Washington Alberro, Alejandro Majewski, William Velázquez, Ruben Dávila, Ruben Martínez, Beltrán Sosa, Juan Machado, Lucio León, Nelson Guevara, Pedro Torena.

Por su parte Wanderers, que era dirigido por Carlos Silva Cabrera, formó con: Nelson Novasco, Carlos Hermín, Dercilio Vignoli (“Beico”), Francisco Cámera, José Poy, Jorge Barbas, Júpiter Crescio, Ernesto Ledesma, Nelson Leone, Víctor Homero Guaglianone y Jorge Ferreri.

Una semana después, el 1º de abril, se jugó la revancha bajo una intensa lluvia en el Centenario. Y volvió a ganar Fénix, esta vez 3-2, con dos goles del porteño desconocido: Lucio León.

De esa forma el equipo albivioleta se salvó del descenso. Cinco meses después Fénix comenzaría a recorrer la histórica campaña de su primer

“título”.


Campeón de los chicos



En 1962, Fénix realizó una gran campaña con Lucio León como protagonista del Campeonato Uruguayo. El argentino tiene todo presente. En su casa conservar un albúm con recortes. En la charla, comenzó a pasar las páginas y a revivir cada partido. “Fénix tenía un equipo bárbaro”, dice y empieza a recitar la formación de memoria.

“Le quitamos el invicto a Peñarol que venía de ser campeón del mundo. Ellos fueron a jugar contra Benfica en Lisboa y en la revancha golearon. Después de esos partidos tenían que jugar contra nosotros. Me acuerdo que empecé a sacar cuentas: si le hicieron 5 goles al cuadro de Eusebio, le ganaron a Nacional, y venían invictos, que nos hicieran cuatro goles estaba bien. ¡Pero les ganamos 2 a 1! En el bar del club Fénix hay un cuadro de ese partido. ¿Todavía está el bar del Fénix?”, preguntó.

De su pasaje por Uruguay, León no olvida un cruce que tuvo con el zaguero William Martínez. “Resulta que en un partido tuve un problema con Martínez que era grandote y yo sabía que sacándolo del área le costaba volver, entonces mi idea era que cada vez que me acercaba sin la pelota, le encajaba un puntazo en los tobillos y rajaba. Y me empezó a gritar: ‘¡León cuando termine el partido te mato!’. Cuando terminó el partido lo veo venir y dije, ahora me mata. Pero se acercó y me dijo: ‘León, sos un gran jugador, pero que hijo de p… que sos para jugar’. Y yo le dije hdp en la cancha somos todos, me abrazo, y no pasó nada”.

La memoria de León es increíble. Se acuerda hasta de la lata con 10 kilos de yerba que por aquel entonces le entregaban al autor del último gol. Tiene en su mesita de luz un reconocimiento de la gremial de árbitros.

En aquella temporada de 1962, Lucio León jugó 17 de los 18 partidos del Campeonato Uruguayo y marcó 5 goles. Entre los más recordados figuran el que le hizo a Peñarol, al cual Fénix le sacó el invicto ante 30 mil personas en el Centenario.

Al año siguiente, el delantero argentino pasó a Nacional, donde jugó con futbolistas de la talla de Sosa, Manicera, Douksas y Domingo Pérez, entre otros. Posteriormente emigró a Ecuador donde defendió a Barcelona de Guayaquil.

En Capurro, desde que se fue, jamás se supo de la vida de Lucio León. Se le perdió el rastro. Pese a ello, quedó vivo en el recuerdo de los viejos hinchas de Fénix.

“¿El Porteño?”, preguntó Carlos Piovanni, un viejo habitante de Capurro que vivió en la sede del club, para luego dar paso a su memoria: “De los mejores 9 que tuvo Fénix junto con el Canario Vera. Como persona era espectacular, muy educado. Guapo, y adentro el área se aburrió de hacer goles”, expresó y pasó a recitar de memoria… “Beltrán, Machado, Guevara, (después Gambassi), León y Torena”.

“Ese loco cayó en Capurro como si lo hubieran elegido. Un fenómeno. Humilde. Recuerdo que venía a casa porque los jugadores hacían asados. Era amigazo de mi hermano el Tata”, rememoró Juan Machado.

Otro que lo recuerda es el presidente Mario Sanseverino que no dudó en afirmar: “Vino a salvar a Fénix y lo salvó. Tengo entendido que una vez anduvo por la sede, nadie lo conoció, y se fue. No supimos nunca más de él. Desapareció”. Y acto seguido preguntó: “¿Vive Lucio? ¡Cómo nos gustaría encontrarlo!”.

Lucio León vive en barrio Barrio Obrero, municipio de Lanús, al otro lado del Puente Pompeya en la Provincia de Buenos Aires. Tiene 85 años y es jubilado. Cuando se enteró del recuerdo que dejó en Fénix expreso con humildad: “Cómo me gustaría volver a Capurro. Yo amaba Capurro. Pero yo no los salvé, lo salvamos todos a Fénix”.

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