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Zapatillas rotas y ropa sucia. El menor de un hogar de gente pobre. En Colón le ofrecieron un reloj pero se fue a Racing por el valor de la palabra. El día que lo fueron a vender casi se agarra a trompadas. Era Cascarilla. El adiós a Julio César Morales, un jugador que fue ídolo en Nacional y Pelé en Austria.



Se fue Julio César Morales. Vaya paradoja, en la cancha parecía interminable con aquella camiseta de Nacional con el cuellito en tres colores y el escudo en el corazón.

Fue un hombre humilde. Silencioso. Alejado de las luces. Cascarilla nació y se crió en Brazo Oriental, “en una familia de gente pobre, con necesidades”, como él mismo dijo. Era el menor de siete hermanos, dos de los cuales - Walter y Ruben Ángel- llegaron a jugar en Divisiones Formativas de Nacional y en Rampla Juniors.

Su apodo nació justamente por ser el hermano de los “cascarillas”. Para que tengan una idea de los cascarrabias que eran, en la escuela “Estado de Israel” jugaban al fútbol en el recreo y como Julio era el menor de los siete hermanos, para poder jugar iba al arco. Cada vez que le anotaban un gol su hermano Hugo se enojaba al grado tal de convertir goles en contra.

Pero lo más curioso del caso es que Cascarilla aprendió con sus hermanos a ser disciplinado. “Ellos eran campeones de baile. Les gustaba la noche y eso los enterró”, comentó el expuntero.

En los campitos del barrio Cascarilla llamó rápidamente la atención. Fue entonces que Juan Carlos Macchiavelo le ofreció ir a probar suerte en Racing. Allí apareció el club Colón que movió fichas para llevarse al menor de los Morales. Un dirigente de apellido Sadrés le ofreció “el reloj que quiera de esta vidriera”. Pero Julio le había dado la palabra a Macchiavelo y se fue a Sayago.

Debutó en Racing en Quinta división y se hizo compinche y amigo de Ladislao Mazurkiewicz. El día de su debut apareció su padre. Lo primero que le dijo fue que para volver a jugar tenía que tomar mucha sopa. En Racing le consiguieron trabajo en una fábrica de pantasote.



Sus condiciones llamaron rápidamente la atención y cuando tenía 20 años surgió el interés de Rosario Central por su ficha.

Estaba todo acordado con el club argentino. Cascarilla fue a pedir pase a la AUF pero cuando los dirigentes de Racing le dijeron que no se hacían cargo del 20% que le correspondía por la transferencia, se pudrió todo. Cascarilla, haciendo honor a su apodo, estuvo a punto de agarrar a trompadas a los dirigentes en la sede de la AUF. Pero lo cierto es que se quedó en el club de Sayago hasta que, a fines de ese año 1965, apareció Nacional.

Su vida cambió para siempre, no sin antes decir que el pase casi se cae por el mismo motivo del anterior: el cobro del 20%. Allí debió intervenir su amigo Macchiavelo que lo convenció de que lo mejor era firmar.

El 30 de enero de 1966 debutó en un clásico por la Copa Libertadores donde Nacional ganó 4-0 y Cascarilla marcó el primer gol. Ese mismo año se consagró campeón uruguayo, título que repitió en 1969, 1970, 1971, 1972 y 1980. Además de ser campeón de América y del Mundo en dos oportunidades. Un ganador.

 

La espina del 66



En plena preparación para el Mundial de Inglaterra 1966, Julio César Morales fue convocado a la preselección uruguaya. Antes de iniciar las tareas, el técnico Ondino Viera dejó en claro que no toleraría actos de indisciplina. El que los cometiera, sería definitivamente separado del plantel.

Y Cascarilla pagó las consecuencias de su carácter… “Jugando un amistoso en el estadio contra West Bromwich, antes de salir de gira, Sasía me tiró una pelota larga y llegamos con el golero que me tiró y me pegó un codazo en la nuez. Me dejó sin aire. A él le causó gracia porque se reía y hablaba. Y yo, bien de chiquilín ingenuo, entré. Me le arrimé y le metí flor de piñazo en la mandíbula. Me echaron y me eliminaron de la selección”, contó Morales en Estrellas Deportivas.

En la selección disputó 25 partidos. Jugó el Mundial de 1970, donde en un hecho similar al de Luis Suárez lo operaron y jugó a los pocos días.

“Tenía un problema en la rodilla, pero no le decía nada al doctor Masliah por miedo a perderme otro Mundial. Al final, en un amistoso previo, se me trancó la rodilla y no hubo más remedio que operarme de los meniscos. Tenía tantas ganas de ir al Mundial que a los 15 días estaba jugando. Fue un récord para la época”, contó Morales.

 

Fue Pelé en Austria



En 1973, Cascarilla pasó al Austria Viena. A los pocos días de llegar sufrió un desgarro que generó desconfianza en los dirigentes. El uruguayo Alberto Martínez los tranquilizó diciéndoles que Julio era tremendo jugador. Y lo demostró. Cuando debutó, los austríacos quedaron enloquecidos con aquel puntero al que llamaron Pelinho, comparándolo con Pelé.

Cascarilla generó tanta idolatría que un hincha del club venía todos los años a Uruguay simplemente para verlo.

Luego de cinco temporadas en Austria Viena, Morales decidió que era tiempo de volver. Extrañaba a la familia. Cuando comunicó la decisión, el presidente del Austria lo llamó y le puso un cheque en blanco adelante. “Ponga lo que usted quiera”, le dijo en alusión al dinero que pretendía ganar para quedarse. Pero Cascarilla regresó a Nacional.

En los tricolores alcanzó nuevamente la gloria. Por su perfil bajo, Cascarilla siempre quedó a la sombra de Atilio García y Luis Artime, sin embargo, su nombre está en la historia grande de Nacional.



Es el jugador que más veces vistió la camiseta tricolor en la Copa Libertadores además de ser el máximo goleador con 30 goles.

Julio César Morales se retiró del fútbol en 1982. Se dedicó a la dirección técnica por poco tiempo. Volvió a su Racing. Y tiempo después Hugo De León lo devolvió a Nacional como uno de sus colaboradores. Con los años se alejó del ambiente y se refugió en su familia, pero llevó al club en el alma, como lo demostró en el homenaje a los campeones de 1971. Cuando le entregaron la camiseta número 11, Cascarilla la tomó con fuerza, cerró los puños y gritó emocionado: “¡Nacional nomá!”.

Comentarios

  1. Colgar los botines no le fue fácil. Lo primero que hizo luego de su retiro fue trabajar en Racing, que necesitaba un director técnico para las inferiores. “No quería plata, fui porque era mi club. Llevé mi experiencia a los chiquilines: les mostraba mi camino, que no era diferente del de ellos cuando arrancaron. Quería que se pusieran en mi lugar. Racing me dio todo. Fui a devolver eso, sin cobrar nada. Trabajé en inferiores porque primero tenés que conocer a los gurises para que ellos tengan confianza en vos y, a la vez, conozcan lo que hiciste. A los chiquilines tenés que mostrarles que el fútbol se disfruta y conseguir que les guste. Que hablen de fútbol, que lo vean, que lo comprendan. Así lo llevan. Hay que dedicarles tiempo. Quedarse después de la práctica, entrenar”. Obtenido en las redes. Genial semblanza, por real y humana.

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