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Hanna llegó al mundo sin una manito. El síndrome de bridas amnióticas se la amputó en la pancita de su mamá. A los 6 años la niña empezó a nadar. En el último torneo de natación la descalificaron. Su papá le escribió una carta: “nunca dejes que nadie te ponga tus limitaciones”. Hanna, la historia de resiliencia de una niña deportista.



Martín y Alhomay vivían en la sala de partos los nervios propios del nacimiento de su primera hija. Esperaban a Hanna. La chiquita llegó al mundo llorando. De pronto, lo inesperado. “Mamá, ¿vos tenés las ecografías de la niña?”, preguntó la doctora al ver que la bebé había nacido con una deformación. “En ese momento, tomado de la mano de mi señora que estaba en la camilla, se me vino el mundo abajo”, reveló su papá Martín.

De inmediato la doctora preguntó si querían ver a la niña. “Por supuesto. Me doy vuelta y la veo desnudita en la balanza y vi que le faltaba una manito, pero no vi lo deforme. Entonces la miro a mi mujer y le digo: ‘Negra, es una gorda hermosa, le falta la manito que vamos a hacer...”, expresó el papá de Hanna.

¿Qué había pasado? Cuando los padres de la niña fueron a la ecografía estructural el aparato estaba roto, y se fueron. En las ecografías de rutina nunca se notó que a la niña le faltara la mano.

Una vez que nació, la chiquita fue sometida a estudios para descartar otra cosa. Los médicos informaron a los padres que en la placenta la niña tenía bridas amnióticas. ¿De qué se trata? El síndrome de bridas amnióticas (SBA) comprende un amplio espectro de alteraciones congénitas que se caracterizan por anillos de constricción, pseudosindactilia, amputación y otras alteraciones más graves.

“Esas bridas se le enlazaron en la manito y se la amputaron cuando tenía 7 u 8 centímetros, según nos dijeron los médicos. Además, Hanna tiene un montón de cicatrices del lado izquierdo de su cuerpo, pero ya casi no se le notan”, comentó su papá.

Martín y Alhomay, que eran padres primerizos, lejos de quedarse en el problema, dijeron “vamos para adelante”. Y a pesar de que fueron invadidos por algunos temores, como el bullying o las culpas, todo quedó de lado rápidamente porque Hanna jamás sufrió un problema de discriminación. Es más, en el Jardín la adoraban.

“Le falta una mano pero no hay nada que no sepa hacer, es independiente total. Le enseñamos que se valiera por sí sola. Ella nunca nos trasladó traumas. Jamás preguntó por qué le pasó a ella. Se lo tomó con naturalidad”, expresó su padre.

 

Al agua Hanna

Foto gentileza Martín Arias


Los papás de la niña son deportistas por naturaleza. La mamá de la chiquita es profesora de Gimnasia, al tiempo que el papá siempre corre carreras aventuras. En consecuencia, el destino de Hanna no podía ser otro. La niña hizo gimnasia artística, es cinturón azul punta roja de taekwondo y corre triatlón, el deporte que reúne tres disciplinas: natación, ciclismo y carrera a pie.

Pero en el agua fue donde deslumbró. Un día la llevaron a natación y, como vieron que le gustó y disfrutaba, la empezaron a acompañar. Lo que jamás imaginaron fue que con 6 años la integraran al plantel de Plaza Colonia, donde comenzó a competir en natación tradicional. Allí fue de la mano de los entrenadores José Fanetti y Juan Pablo Brunelli.

Su padre Martín no olvida el primer día de competencias. “La primera prueba fue el Nacional de piscinas abiertas. Sentí un orgullo tremendo el día que se tiró por primera vez a competir. Lo que me gustó en ella fue que siempre inspiró que, por más dificultad que tenga, se puede. Se puede y se le busca la vuelta para adaptar la situación. Eso fue como un plus que nos dejó y siempre nos deja, porque nos enseña día a día”.



Cuatro años más después, los padres de Hanna recibieron el llamado del director del sector inclusivo de la Secretaría de Deporte, José Luis Bringa, y de Daniel Facal (presidente del Comité Paralímpico Uruguayo) para becar a la niña debido a que fue designada como “promesa” de la Para natación.

Debido a sus tiempos, le designaron un profesor especializado que integra el equipo del Comité Paralímpico de Uruguay, Jorge Gnazzo, lo que le permitió potenciar sus cualidades. Los viajes para las competencias internacionales comenzaron a ser habituales.

 

Falta de sensibilidad



En el último campeonato nacional de piscinas abiertas ocurrieron una serie de hechos que provocaron tristeza e indignación.

Según narró su padre Martín, cinco días antes del campeonato nacional, la Federación de Natación envió un mail a Plaza Colonia expresando que Hanna no podía competir porque ya había competido dos veces. Plaza presentó un documento a través del cual demostró que la niña había competido en Para natación, con diferentes reglamentos, por lo que no entraba en el reglamento de la natación tradicional. En consecuencia, fue habilitada.

El día de la competición, Hanna se tiró en la modalidad de 100 mts pecho. Una vez finalizada la prueba, por los altoparlantes del gimnasio llamaron a los delegados del club porque había una descalificación. A los pocos minutos, llamaron a Martín al que le dijeron: descalificaron a Hanna.

¿Qué había pasado? “Argumentaban que el reglamento dice que al llegar a la meta hay que tocar con ambas manos el borde de la piscina y que ella no lo había hecho. Les dije que había un error, que a Hanna le habían puesto un juez especial y que había tocado simultáneamente con las dos manos. Ella, por su dificultad, toca con la mano y el muñón. Pero me dijeron que el muñón no era la mano”, comentó su papá que le preguntó al juez si la estaban descalificando por no tener la mano.

Martín se molestó y empezó a discutir. “No puede ser, es el séptimo año que compite, nunca la descalificaron, y ahora me dicen esto”, expresó.

Mientras todo esto ocurría, Hanna, con su inocencia de niña de 12 años, estaba en la tribuna del club Esparta con familiares y amigos.

Cuando llegó su papá y le contó lo que había sucedido, la niña no se preocupó. Horas después, su papá Martín le escribió una carta...

“Luego de un fin de semana de muchas emociones, muchas buenas y algunas no tanto, hoy con la frente en alto te digo que nunca dejes que nadie te ponga tus limitaciones. Tu sos la única que las sabe. Situaciones como las del viernes nunca deberían pasar ni a ti ni a nadie en el siglo de la inclusión y la diversidad estas cosas no se pueden permitir Agradezco de tener el apoyo y la energía para pelear por tus derechos y por los de la gente que no los encuentra. Por esa gente hoy digo presente y prometo hacer todo lo que esté a mi alcance y más para que esto nunca más vuelva a suceder. Las leyes y los reglamentos tienen que estar basados en el sentido común y parecen palabras que ya han pasado de moda”.

La carta se puede leer en su muro de Facebook y fue comentada por su entrenador, José Fanetti, que no ocultó su indignación.

“Viví todo lo sucedido con Hanna y parecía una película de suspenso y a su vez chiste. Cómo pueden aprovecharse de una inocente niña, que todos aprendemos con ella; pujante, tenaz, inocente, hermosa… dando ventajas, pero resiliente en el día a día. Se olvidaron de la inclusión y primero la dejaron afuera; luego que compitiera de manera exhibición “bicho raro” y después la trataron como un ser con reglamento convencional que quería que tocara con las dos manos, cuando se sabe que no tiene una. Toda una documental de ironía y falta de sensibilidad”.

Hanna con su hermanito


La lucha continúa. Mientras Hanna nada, su papá lucha para que se homologue el código de inclusión. Como le escribió en la carta: “prometo hacer todo lo que esté a mi alcance y más para que esto nunca más vuelva a suceder y pelear por tus derechos y por los de la gente que no los encuentra”.

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