Desde chiquita convivió con interrogantes sin respuestas. ¿Por qué yo? ¿Por qué así? Jamás contó a sus padres lo que lloró. Solita, encerrada en su cuarto. En verano no se ponía short. Le daba vergüenza. Fue duro el proceso de aceptarse. Florencia perdió una piernita por cáncer en tibia y peroné.
Foto gentileza Mauro Fernández |
La vida la puso a prueba siendo una niña. Por eso su orgullo. Por eso la felicidad de recordar aquella entrada al cumpleaños de 15 para entregarse a los brazos de sus padres y llorar juntos. Y más acá en el tiempo la satisfacción única de ponerse la camiseta de su país.
Florencia
Núñez fue la única mujer que jugó el Sudamericano de selecciones de fútbol para
amputados. En el torneo disputado en Colombia, Uruguay se consagró vicecampeón
y clasificó al Mundial de Turquía. Después de tanto sufrimiento, Florencia
encontró la recompensa en el camino. Valió la pena no rendirse y pelear. Su
historia conmueve.
Tenía
apenas un año y medio cuando los médicos decidieron amputarle la piernita
izquierda debido al cáncer de tibia y peroné que padecía. La noticia debe haber
sido un duro golpe para sus papas.
La
niña fue creciendo. La etapa escolar la superó sin traumas. El problema fue el
liceo.
“Fue
dura la adolescencia… el pase de la escuela al liceo donde me daba mucha
vergüenza subir fotos a redes sociales con prótesis, no quería salir, no
utilizaba bastones, me encerraba y lloraba”, reconoció Florencia cuando la
entrevisté para la revista Túnel.
Como
ella misma describió, aquella etapa no fue sencilla. “Fue muy complicado porque
me encerraba en una burbuja. Como que tenía la culpa de algo. Pensás en el qué
dirán. A ello se sumaba que estaba con esa cabeza media sensible de adolescente
y me costaba desde el punto de vista de la sociedad”.
Por
esos años de crecimiento se formuló siempre las mismas preguntas. “¿Por qué yo?
Esa pregunta está siempre. ¿Y por qué me tocó a mí? ¿Por qué así? Fueron muchas
noches de llanto en mi habitación que ni siquiera mis padres sabían. Se
enteraron amigos cercanos a los que les contaba lo que me pasaba. Fue un
proceso duro. Pero gracias al respaldo de mi familia y mis amigos hoy estoy acá
disfrutando la vida”, reconoció.
El cumpleaños de 15
Florencia
no duda en afirmar que hay una etapa de su vida que la disfrutó desde su lugar y
reconoce que tuvo la mejor infancia y adolescencia que podía tener. “En algunos
momentos el tema anímico no fue bueno, tal vez por comentarios que en ese
momento te afectan o que te miden en la calle. Yo en verano me podía morir de
calor pero no te usaba un short. Son esos detalles que influyen. De chica fui a
psicólogos, pero no quería ir, era muy cerrada”.
El
crecimiento determinaba cambios en la prótesis cada cuatro años y eso iba
acompañado de un proceso de adaptación.
A
pesar de las dificultades, afirmó no haberse perdido ningún cumpleaños de 15 de
sus amigas. Pero hay una noche que no olvida. Acaso la más especial. Su padre
Marcelo Núñez, chófer de ómnibus, y su madre Kelen Martins, juntaron dinero
para celebrar sus 15. Florencia no olvida el ingreso a la fiesta para terminar
abrazada con sus padres y su hermano Tomás.
“Fue
hermoso. Un esfuerzo enorme de mi familia que me hicieron vivir una noche
inolvidable. Lloramos todos juntos a la entrada”, recordó sobre su fiesta.
¿Vergüenza de qué? Soy así
Corría
el año 2018 cuando Luciano Varela sufría un accidente que cambió su vida. El
chico, que jugaba al vóleibol en Nacional, perdió una pierna. Florencia Núñez,
que lo conocía del ambiente del deporte, cuando se enteró de la noticia tomó la
iniciativa de escribirle un mensaje de ánimo a través de Instagram.
“Yo
lo conocía a Luciano pero no teníamos trato, nos cruzábamos en alguna cancha
del mundo del vóley, pero cuando me enteré lo que le había sucedido me nació escribir
y mandarle un mensaje de fuerza”, reveló.
Luciano
fue sometido a seis intervenciones quirúrgicas. Un buen día fue a un homenaje
que le hicieron todos los equipos de vóley a los efectos de recaudar dinero para
ayudarlo. Cuando entró a uno de los gimnasios la gente se paró a aplaudir.
Aquello marcó un antes y un después. Al mes y medio de estar amputado, contra
la recomendación de los médicos, se puso a jugar al fútbol y se transformó en
una “bestia” competitiva que juega fútbol, tenis y básquetbol en silla de
ruedas.
Increíblemente,
aquello que le pasó a Luciano terminó por cambiar la vida de Florencia.
“Cambió
mi vida porque hice el clic. Fui a verlo y dije: ¿Por qué no? ¿Por qué no
mostrarme así? ¿Vergüenza de qué? ¡Si soy así!”, admitió Florencia que de
inmediato se puso en contacto con Luciano y fue invitada a un partido de
exhibición del equipo de amputados de Juventud de Las Piedras.
Aquello
fue un antes y un después. “Me cambiaron la cabeza”, reconoció.
Tenía
18 años y se enamoró del deporte. El viaje a Las Piedras empezó a ser diario.
Cuando no la podían llevar sus padres Florencia se las arreglaba para poder
llegar a los entrenamientos.
Al
poco tiempo de estar jugando su entrenador Luis Tabárez le regaló los bastones
que conserva al día de hoy como una especie de amuleto. “Fue un regalo hermoso.
Los llevo a todos lados. Mis compañeros me dicen que no puedo jugar con eso,
que estoy loca porque son pesados, no son como los actuales que son de otro
material. Pero yo juego con los que me regaló Luis. Me dan confianza,
seguridad. Es un tema de sentimientos también”.
En
el año 2018 se embarcó en el sueño, junto a sus compañeros, de viajar a México
para defender a la selección en el Mundial de fútbol para amputados.
Fue
una tarea titánica. Salieron a vender rifas, organizar eventos, conseguir
donaciones. Fue todo a pulmón con el único objetivo de conseguir el dinero
necesario para viajar a representar al país. En aquel torneo Florencia jugó y
hasta hizo un gol.
Hace
poco tiempo se transformó en la única mujer en jugar el torneo Sudamericano.
Uruguay peleó el campeonato y fue vicecampeón por diferencia de un gol, lo que
le valió al equipo clasificar al Mundial de Turquía.
Foto gentileza Florencia Núñez |
“Es
un orgullo representar a Uruguay en este deporte que es amateur y por amor al
arte. ¿Sabés el esfuerzo que le metemos todos desde principio de año? Somos de
distintos departamentos, tenemos horas de viaje, tiempo sacado a la familia,
perdés plata, el sacrificio de entrenar a las 10 de la mañana con sol radiante
o a las 3 de la tarde con lluvia. Pero nada me saca el orgullo de vestir y
defender la camiseta mí país”, expresó emocionada.
Aquella
chiquita que lloraba sola encerrada en su cuarto dejó lo prejuicios de lados, hoy
juega en Plaza Colonia y cursa Sexto de Derecho.
“La
desconfianza, los prejuicios y los limites se los pone uno mismo, está todo en
la cabeza y claramente el deporte puede cambiar vidas. Es calidad de vida. Cada
uno vive lo que le toca de manera diferente… Estoy orgullosa de mí y mis
compañeros por enseñarme tanto. Estoy orgullosa de mi familia que fue un pilar.
Valió la pena todo… todo el sacrificio que hicimos valió la pena”, termina
diciendo mientras el silencio se impone en la charla y al periodista se le hace
un nudo en la garganta y se le llenan los ojos de lágrimas.
gran historia, lo lamentable, es el nulo apoyo al deporte paralímpico que hay. estos deportistas como tantos otros, deberían de dedicarse a entrenar y no a vender rifas o solicitar dinero en una colecta, con una mínima parte de los ingresos de la AUF, los millonarios jugadores que nos representan, estos pibes, tendrían presupuesto para varios ciclos mundiales. además del fútbol para amputados, existe el futbol en sillas de ruedas, el fútbol de ciegos, el futbol de sordos, el goalball, las bochas para chicos y chicas down, la natación y varios más que necesitan apoyo real, presupuesto, locación y equipamiento. arriba el deporte adaptado !!!
ResponderEliminar