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Mostrando entradas de febrero, 2021
Viajaron en un avión militar y comieron la comida de los pilotos. El zaguero que marcó a Ronaldo iba a entrenar en bicicleta desde Las Piedras. Pasaron de cobrar US$ 5 mil por año de sponsor a 85 mil por un partido. La odisea de Racing en la Copa Libertadores. Una típica historia con sabor uruguayo y aroma de barrio. Un viaje digno de ser contado de un equipo que clasificó en la cancha y quedó eliminado en los escritorios. Racing venía de la B pero el equipo logró sorprender aquel año 2009 donde llegó cabeza a cabeza con Peñarol por un lugar en la Liguilla. En la tabla los puntos no le daban al carbonero, pero su dirigencia reclamó por entender que no correspondía que les descontaran puntos de la tabla Anual por un incidente con Danubio. La situación generó un litigio en los tribunales de la AUF. Aquel tema abrió las puertas de Racing a Juan Ceretta en su calidad de abogado. Racing ganó la disputa en los escritorios y jugó la Liguilla que terminó ganando Cerro. Lo que nadie imaginó
El honor de los uruguayos fue inquebrantable. Los jugadores, que ganaban dos dólares por día y no les alcanzaba ni para regalarle una flor a su novia, rechazaron un “arreglo” propuesto por Saporta para dejarse ganar y seguir con posibilidades en el Preolímpico de básquetbol de Monterrey. “Estoy convencido de que el gilipollas de Damiani no se ha percatado que la mejor posibilidad de clasificarse para ellos es la de que Uruguay pierda mañana con los australianos”, deslizó ante los periodistas el presidente de la Federación Española de Básquetbol, Raimundo Saporta, una tarde de octubre de 1968 en el hotel de la selección roja. ¿A qué se refería Saporta? La paridad reinaba en la serie clasificatoria que jugaban Uruguay, España, Polonia, Australia e Indonesia por dos lugares en los Juegos Olímpicos de México. La definición de la serie llegó al extremo de que había dos lugares para tres candidatos: España, líder del grupo, Polonia y Uruguay, un punto por debajo.   Los españoles veía
Con ansiedad rompió el sobre. Sacó la tarjeta y se le escaparon las lágrimas al ver el Ave. Su alma tembló. No quería ir por vivir pendiente de su señora ciega. Jamás ganó un torneo en el club pero la gente convirtió a Juan Machado en leyenda y lo inmortalizó como Tata.   En su casa se percibía el amor que tenía por el cuadro. El Ave Fénix estaba por todas partes. En las paredes, a través de banderines y fotos que te transportaban a otros tiempos. Estábamos sentados en la humilde vivienda de Piedras Blancas cuando el Tata me pidió permiso. Se levantó de la silla y fue a buscar algo. Apareció con dos cajas de zapatos. Adentro estaba su tesoro: cientos de recortes de diarios y fotos que atesoraba de sus ocho temporadas en el club de Capurro entre 1960 y 1967. Me miró a los ojos y me dijo: “Yo lo quiero a Fénix…”. Y antes de entregarme las cajas, me sugirió: “Loco, no me vayas a perder esto. Me lo junto mi señora. Ahora ella está enferma y la tengo que cuidar, por eso yo no salgo